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¿Como es que una sola persona puede ser tan farsante?, ¿Cómo puede haber gente tan ingenua que crea lo que a penas se puede persibir por la mirada?. Aunque eso no es del todo cierto, porque si lo fuera, todas las personas que venían a vernos se hubieran dado cuenta de las súplicas que le transmitimos por ella, los ojos rojos de tanto llorar por la noche, e incluso los labios rotos de tanto morderlos por culpa de la angustia.

Pero no.

Tuve que soportarlo, y en un punto indeterminado de mi vida lo acepté. Acepté que nada de lo que hiciéramos nos ayudaría a estar bien.

Mis hermanos simplemente se rindieron y yo- en parte- hice lo mismo. Solo que había una gran diferencia entre lo que ellos hacían y lo que yo hacía. Ellos seguían sintiendo ese respeto hacia él. Seguían sintiendo esa nesecidad de no hacer nada malo y obedecer sus órdenes. En parte parecía que querían agradarle, pero viéndolo desde mi punto de vista, era una cosa totalmente diferente.

Vivíamos con un monstruo y no podíamos hacer nada para evitarlo.

Es martes por la mañana. El sol brilla más que cualquier otro día gracias al verano que hace. El calor llega a ser molesto porque, por culpa de él tenemos que ducharnos cada vez que el sudor es visible en nosotros. Es una orden que debemos seguir si no queremos enfrentar lo peor. Mis manos jugaban en mi regazo mientras escuchaba los leves murmullos de mis hermanos y hermanas. Les eché una ojeada a todos. Espalda recta, buena postura, mentón en alto, buena forma de hablar, ropa planchada y sin asomo de arrugas, cabello a la perfección...

Si, todo estaba en orden. Demasiado orden. De un momento a otro, las puertas del comedor se abrieron, dejando ver a la persona que día y noche estaba presente en cada uno de nosotros.

- Buenos días a todos- saludó, con voz fuerte, alegre y vivaz.

A veces me preguntaba cómo era que podía ser tan voluble.

- Buenos días padre- respondimos todos, como si fuéramos robots.

Tras decir eso, todos nos quedamos callados sintiendo la mirada de nuestro papá sobre nosotros, buscando cualquier tipo de imperfección que dañara nuestra perfecta apariencia o se saliera de lo que él sentía que era correcto. Tras unos minutos en que nadie dijo nada y él solo nos miró, terminó su larga inspección hasta que caminó y se sentó en la mesa con todos nosotros.

Parecía contento esta mañana. Generalmente no sonreía tanto, pero nadie fué lo suficientemente valiente como para hacer un comentario sobre eso. Solo comenzamos a comer en silencio cuando dió el permiso de hacerlo. Nuestra comida era bastante saludable, todo lo que nuestro cuerpo nesecitaba para estar sano.

Cuando iba a pinchar un pedazo de zanahoria de mi plato, sentí como mi hermana, justo a mi lado empezó a temblar. Seguí comiendo con naturalidad pero podía sentirla, y aunque sabía esconder muy bien lo que pensaba y sentía, en mi interior, me estaba comenzando a preocupar. Al lanzarle una ojeada que ella no me correspondió pude notar que sus ojos estaban cristalizados y rojos. Ya era algo normal para nosotros vernos los ojos de ese color, pero para nuestro padre eso solo podía significar que algo iba mal y justo por eso la estaba observando de una manera tan intensa que hasta yo podía sentirla.

Pinché la zanahoria y me la llevé a la boca, pero mi mano izquierda bajó hasta que se topó con la mano de Dasha en su regazo. Ella dió brinco pero la apreté para que entendiera lo que intentaba comunicarle. Sus ojos pasaron hasta mi cara pero no tardó en apartarlos cuando escuchó a nuestro padre llamarla.

- Dasha, cariño, ¿Sucede algo?- le preguntó en tono dulce y calmado.

- E-eh...

Le dí otro apretón más fuerte para que reaccionara, si no quería que pasara lo que ambas sabíamos, debía reaccionar.

Perdida entre la perfecta imperfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora