Nos quedamos dormidas entre risas y cuentos de mis hermanos. No sé cuánto tiempo a pasado hasta que escucho un sonido que me despierta. Suelo ser de sueño ligero, cualquier cosa— ya sean el sonido de unos simples pasos—, me despierta de inmediato, por eso no tardo nada moverme en la colchoneta y abrir los ojos.
Me he acostumbrado a la negrura del sótano, por lo cual, la sentarme puedo ver todo a mi alrededor. Las sillas de madera podrida en una pila en la esquina junto con muñecas de tela echas nada bloquean un poco la luz de la bombilla. Miro a Lili totalmente dormida junto a mi con el pelo en la cara. Intento acomodar la cadena que cuelga de mi tobillo para acercarme al retrete. El bebé se mueve, cosa que me hace sonreír un poco antes de intentar ponerme de pie con mi mano derecha en mi estómago.
No llego a ponerme de pie por completo porque justo cuando me apoyo con la otra mano en el piso, vuelve a sonar algo por las escaleras. Me quedo mirando la puerta pero no pasa nada, así que sin quitar la mano de mi estómago uso la otra para mover de un lado a otro a Lili.
— Lili.
— ¿Que pasa? ¿Te sientes mal?— murmura adormilada mientras se talla los ojos para sentarse a mi lado.
— No, pero escuché algo en...
Otro golpe me hace callar. Lili da un brinco en su lugar y mira a la puerta al mismo tiempo que yo.
— Puede que sea él.
Niego con la cabeza y no nesecito explicárselo. Él no viene aquí a altas horas de la noche. Así como nos cuidaba a mis hermanos, a mi madre y a mi, también se cuida él. Le gusta dormir todas sus horas para estar sano y eso no lo pasa por alto ni siquiera por nosotras. Otro golpe hace que Lili se coloque entre la puerta y yo y me ponga una mano en el hombro para que me mantenga pegada a la pared. Aunque no creo que sean golpes sino algo más. Suena raro y fuerte. De un momento a otro vemos una sombra por debajo de la puerta y un golpe seco contra ella que hace que saltemos la mismo tiempo. Agarro a Lili del brazo y la jalo para que se quede a mi lado. Si es él, no tardará en entrar. Eso es lo que me digo a mi misma, pero pasados unos minutos en que no pasa nada, miro a Lili, quien poco a poco se pone de pie y se acerca solo un poco a la puerta, mirando la sombra por debajo de ella.
— ¿Hola?— la voz de Lili tiembla cuando vuelve a hablar—. ¿Hay alguien ahí?
La sombra se mueve de nuevo y justo en ese momento escuchamos una voz del otro lado un tanto baja, pero entendible.
— ¡¿Hay alguien allí?!
Lili suelta una bocanada de aire al darse cuenta de lo mismo que yo. Esa no es la voz de Thompson ni de nadie que conozcamos. Creo que es justamente eso lo que impulsa a mi cuñada a volver a hablar, solo que esta vez empieza a gritar para que quien sea que esté del otro lado la escuche.
— ¡Ayuda! ¡Por favor, estamos aquí! ¡Ayúdenos a salir de aquí!
— ¡La escucho!— gritan del otro lado—. ¡No se preocupe! ¡Voy a buscar algo que me ayude a abrir la puerta!
Lili me mira con los ojos empapados en lágrimas antes de volver a sentarse a mi lado. La cadena en nuestros tobillos no nos permiten completa movilidad y de lo poco que hemos comido nos mareamos con nada más estar un rato de pie. Pasados un par de minutos vemos la sombra de nuevo debajo de la puerta.
— ¡Estoy aquí!— vuelven a gritar—. ¡Intentaré abrir la puerta!
Se empiezan a escuchar ruidos parecidos a cadenas pegando unas contra otras. Pasan casi unos diez minutos hasta que vemos que la puerta cede y se abre de golpe. Al mismo tiempo una luz naranja nos ciega a Lili y a mi por unos instantes, pero no los suficientes como para no ver como la persona que acaba de abrir la puerta se desploma en el suelo. Lili ahoga un grito al mismo tiempo que empezamos a arrastrarnos hasta esa persona. Siento que la suciedad y la tierra del suelo me raspan las rodillas, pero hago caso omiso al dolor. Es un hombre, un hombre vestido de policía. Está pálido, sudoroso y con una mano apretada en su abdomen justo en una herida de dónde no para de salir sangre.
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Perdida entre la perfecta imperfección
ActionNo pensé que todo lo que conocía llamado mundo podía cambiar tan drásticamente. Pensé que la perfección que me rodeaba era real, pero tarde me dí cuenta de que todo era artificial, echo para engañar nuestros ojos. Es por eso que debemos desconfiar...