La fiesta de celebración por la apertura de la editorial de papá había pasado. Tenía la esperanza de ver a Kia en la fiesta, pero al parecer no a regresado de su luna de miel. Ahora es invierno. Los primeros copos de nieve caen afuera mientras los observo por el vidrio de la ventana. Siento un golpe sordo cuando Bell cae sobre sus pies luego de haber dado un salto que yo jamás intentaría a no ser que quiera romper mi tobillo.
Él no tiene la culpa de nada.
— Deberías de practicar conmigo— dice a mis espaldas mientras repito la melodía en el piano para que vuelva a repetir, lo que según ella le salió mal.
— Prefiero las clases de inglés y francés— sonrío divertida.
— ¿Que opinas tú Arantza?
Mi hermana, sin dejar de tocar el violín sonríe y niega lentamente con la cabeza.
— Paso. No quiero romperme el tobillo.
— ¡Si es muy fácil!— chilla Bell ya que por la posición tan extraña que hace la voz no le sale bien.
— Fácil jugar tenis.
— Yo soy mala en el tenis— murmuré.
— Pero eres buena en el golf— me sonrió Bell cuando hubo terminado.
El salón es lo bastante grande, con ventanales enormes que llegan hasta el techo y permiten la vista hacia afuera. Los árboles están despojados de hojas.
— Resulta que la última vez que jugué eso le pegué la pelota a Dylan en la cabeza, y unos días después fué a Ryan— me ruborizo cuando ellas sueltan risitas divertidas— No sé cómo no me odian.
Dejamos de hablar cuando la puerta se abre, revelando a Crisa. Tiene su cabello recogido en una coleta y la piel morena le brilla de lo perfecta que la tiene. Su cuerpo está enfundado en un vestido azul oscuro. Lo único fuera de lugar que observo son sus manos llenas de tiza de diferentes colores. Ella y su amor hacia los dibujos.
— Ya llegaron los doctores. Mamá dice que vayamos a nuestras habitaciones.
Una mirada llena de desdén hacia las tres antes de salir por la misma puerta por la que entró, dejando el ambiente impregnado de un olor a flores.
— Mimi dici qui viyimos i nistris hibiticinis— sonrío divertida mientras que Bell bufa— Que odiosa.
— Es mejor que vayamos— murmura Arantza poniéndose de pie.
— ¿Donde está papá?— Arantza me mira.
— Creo que salió por trabajo— le responde Bell tomando su bolsa.
En el camino me encuentro con mis otros hermanos. Como siempre, Louis y yo somos los últimos en entrar a nuestras habitaciones, que quedan al fondo del pasillo.
Todos esperan a que los doctores pasen a su habitación, y yo espero a la doctora Sandra sentada en mi cama. Cuando pasa un rato y no llega pienso que solo se le ha echo un poco tarde y me decido a seguir tocando el piano. Frunzo el ceño al ver el reloj en la pared. Ha pasado media hora y la doctora no llega. Me pongo de pie, dispuesta a salir de la habitación, solo que unos toques en la madera me detienen.
— Adelante— digo, esperando a que sea ella.
Pero no lo es. Es una de las sirvientas. Me sonríe a medias y en tono cortez me informa que la doctora Sandra no podrá venir debido a que su hija está muy enferma y no puede dejarla sola. La inquietud llega cuando cierro la puerta y lo pienso mejor.
Si la doctora no viene hoy, quiere decir que no podrá aplicarme la inyección.
Me froto la cara con frustración y me acerco a la cama. Cuando estoy sentada en ella no puedo evitar pensar en lo que esto traerá. No estoy segura de cuanto tiempo a pasado cuando la puerta se abre y yo al fin levanto la vista del suelo para mirar a la persona que acaba de entrar. Papá tiene cara de querer matar a alguien, pero aún así no me muevo cuando se acerca y con brusquedad me toma del cuello y pega dolorosamente sus labios de los míos. No me muevo cuando se separa y me envuelve en sus brazos, como si estuvieran amenazando con llevarme de su lado.
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Perdida entre la perfecta imperfección
AcciónNo pensé que todo lo que conocía llamado mundo podía cambiar tan drásticamente. Pensé que la perfección que me rodeaba era real, pero tarde me dí cuenta de que todo era artificial, echo para engañar nuestros ojos. Es por eso que debemos desconfiar...