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Mi hermana Arantza murió al instante debido al disparo que recibió de Thompson Maklafferdie a las dos con dieciséis minutos de la mañana.

Esa fué la noticia que me dieron a penas me desperté solo cuatro horas después. No supe cómo reaccionar. Al principio, ya me lo imaginaba, pero tener que escucharlo y que fuera una realidad me pegó tanto que cuando empezaron a hacerme un montón de preguntas unas detrás de otras no dije palabra. En mi mente pasaban muchísimas imágenes de todo lo que Arantza y yo habíamos echo, de todo lo que habíamos vivido, las lágrimas, las risas, lo que aprendimos juntas, los momentos con el violín y el piano.

Tenía las manos apretadas una contra la otra cuando la puerta de la habitación se abrió. Un hombre y una mujer entraron a ella con gesto serio y le ordenaron al policía que estaba conmigo que se fuera de allí. La chica tenía el pelo lacio peinado hacia un lado de su cara y la piel morena, el otro en cambio era un poco más mayor. El cabello canoso y algunas arrugas magullan su cara. Ambos se quedan lejos de mí y no se acercan mientras la doctora se mantiene a mi lado, en silencio.

— Buenos días— dice el más viejo con un asentimiento de cabeza en forma de saludo—. Somos del FBI. Yo soy el agente especial en jefe Russell, ella es la agente especial Fisher...

— ¿Siempre tienen que presentarse con sus apellidos?

Ambos me miran sin decir palabra, pero el mismo hombre no tarda en volver a hablar.

— ¿Prefieres llamarnos por nuestro nombre?

— ¿Eso significa que los tendré que ver seguido?

— Por lo delicado que está todo parece que si chiquilla— responde estirando un poco la comisura de sus labios. Miro a la chica, que parece estar a punto de vomitar mientras me mira el estómago aunque lo disimula bastante bien.

— No me apetece elegir, lo que ustedes me digan está bien.

La agente Fisher es quien da unos pasos hacia mi cama, pero no hace ademán de tocarme o decir algo hacia mi, solo se dirige hacia la doctora para preguntarle cosas.

— El bebé se encuentra bien, pero tendremos que hacer muchos exámenes para estar del todo seguros. Han sido cinco meses sin los debidos exámenes mi vitaminas además de que no era alimentada como debía.

El agente pone una mueca de dolor nada más escuchar eso. Estoy más que segura que saben las condiciones en las que estábamos encerradas en aquel sótano. Su cara de desvelo me deja claro que no han dormido lo suficiente. La doctora les dice otras cosas antes de que el agente tome las riendas de la conversación. Me dicen unas cosas y otras no, por lo que me veo obligada a preguntarles yo misma.

Me entero de que fué él quién me sacó de aquel lugar. Me cargó hasta la ambulancia mientras se llevaban detenido a Thompson.

También me dicen que el cadáver que estaba en el montón de basura en aquella casa era de mi madre. Según los expertos tiene bastante tiempo allí, suficiente como para que solo quedaran los huesos y la ropa que gracias al material con que estaba echa no se pudrió tan rápido. Aún no han podido descifrar cómo murió, pero pronto lo harán.

— Mientras dormías tomamos una muestra de tu sangre— el tono dulce de la agente Fisher me resulta lejano. No estoy acostumbrada a que me hablen así, o quizás si, pero todos los que lo hacían era por hipócritas.

— ¿Cómo están mis hermanos?— cambio de tema.

— Estables— responde rápidamente el agente—. Están aquí en diferentes habitaciones siendo tratados.

— ¿Tratados?— pregunto con la mirada fija en él. Parece no querer decirme lo que creo, pero se esfuerza por verse firme y sostenerme la mirada—. ¿Los castigos?

Perdida entre la perfecta imperfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora