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El día siguiente la pierna me dolía, pero podía valerme por mi misma para caminar que era lo importante. Laura y Denis— la peluquera y el barbero— habían venido a cortarnos el cabello y ahora me tocaba acompañarla hasta la puerta para despedirlos. Me encantaba hablar con Laura, nunca se guardaba nada a la hora de hablar, si algo se le ocurría lo decía sin importarle que a la otra persona le molestara algo de lo que ella dijera. Era un alma rebelde y libre, tal como me gustaría ser a mi omitiendo los tatuajes y su pelo de color rojo.

— ¿Cuánto a sido el costo de ese endemoniado vestido?

Sonreí por inercia. Ella y sus comentarios tan cambiantes, hace solo unos instantes me había preguntado por mi perfume y mi piano. Ella era una chica humilde hasta donde me había contado, ayudaba a sus padres y a su hermanito menor con todo, me parecía algo sorprendente y conmovedor que una chica de veinti tantos años se pasara todas las horas del día intentando ayudar a su familia en vez de pasarla con chicos de su edad y... Bueno, no sabía mucho respecto al tema.

— ¿De verdad quieres saberlo?— pregunté divertida al recordar que con las respuestas anteriores casi se le saltan los ojos de las cuencas.

Hizo una mueca antes de negar con la cabeza y seguir bajando conmigo las escaleras. Caminamos y caminamos hasta que nos acercamos al recibidor de la casa. Ella soltó un suspiro.

— Creo que nunca me voy a acostumbrar a lo grande que es tu casa.

Cerca de la puerta ya se encontraba el mayordomo junto a Louis y Denis que al verme dejó de prestarle atención al mayordomo para enfocarse en sonreirme.

Siempre tan encantador. Noten mi sarcasmo.

— Buenas tardes Zibá. Estás radiante hoy.

— Buenos días Denis y gracias por el cumplido— le respondí cuando llegamos a su lado.

Miré a Laura mientras se colocaba su abrigo y su bufanda. Todo afuera estaba húmedo y hacía un frío de muerte. Parecía que nevaría pronto. De soslayo pude ver como el barbero pasaba su mirada por todas partes, partes que no eran precisamente mi cara. Nota mental: no ser la última en cortarme el cabello para no tener que despedirlos en la puerta.

Me removi incómoda, tal como siempre que pasaba algo como eso. No era un secreto que las hijas de Thompson Maklafferdie eran hermosas y por tanto la mayoría de hombres— No todos, gracias al cielo— ponían su atención en nosotras al igual que en mis hermanos. Laura parecía inmune a todo aquello cosa que me aliviaba, pero Denis no se tomaba el tiempo de apartar la mirada a otra parte sino que la pasaba por todas las partes que quería con descaro.

— Espero que vuelvas pronto— dije con una sonrisa hacia Laura— me encanta hablar contigo.

— A mi también— sonrió de vuelta con entusiasmo.

Louis a mi lado colocó una mano en mi hombro y miró mal a Denis.

— Ve a la sala.

Enarqué una ceja en su dirección.

— ¿Ahora me darás órdenes?

Él al ver como había sonado lo que me había dicho, sonrió divertido y negó con la cabeza. Supongo que no se dió cuenta del tono y que la presencia de Denis le molestaba tanto como a mí.

— Perdón, quise decir que fueras a la sala porque hay alguien que quiere verte— al ver que se me iluminó la mirada, sonrió y asintió— Ronald a venido, hoy es día de visita.

Los días de visita eran mis favoritos además de las horas que pasaba sola en el patio. En la visita se suponía que también venían los prometidos de Dasha y Charlotte, además de Kia, Arlo y Rose. Me despedí de Laura y Denis antes de caminar a la sala lo más rápido que me permitía mi pierna. Los analgésicos eran como una tortura para mí, ya que me mantenían bostezando casi todo el día. Tal como había dicho Louis, no tardé en escuchar la risa de Ronald salir de la sala, pero no fué el primero que ví al entrar. Rose venía gateando hasta la puerta, como si quisiera escapar de algo. No tardé en tomarla en brazos completamente divertida.

Perdida entre la perfecta imperfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora