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Pasaron semanas y con ellas llegaron los meses. Los abusos no habían parado desde aquella noche en que me resistí a él por primera vez en tanto tiempo. Cuando me buscaba a mí, le rogaba a Lili que no llorara y que se cubriera los oídos hasta que todo terminara y yo hacía lo mismo cuando la buscaba a ella. Claro que ella no sabía cómo sobrellevar todo aquello. Yo llevaba años aguantando a Thompson Maklafferdie, ella solo había estado en una relación llena de amor junto a mi hermano.

Nos golpeaba siempre que no dábamos señales de cooperar. Teníamos partes de la cara hinchadas y cortes en las piernas, los labios rotos y muchas heridas más. Yo no parecía la misma que hacía cinco meses atrás. Estábamos sucias, muertas de hambre y de sed, habíamos bajado mucho de peso y muchas de nuestras heridas se veían fatal. Mi vientre estaba bastante abultado, muestra de un embarazo de cinco meses y varias semanas.

El animal que nos mantenía encerradas allí abajo era muy cuidadoso con Lili. La obligaba a tomarse las pastillas luego de haber estado con ella. Conmigo en cambio ya no había nada que hacer. Thompson no había dicho que pensaba al respecto y tampoco era que me importara si no ponía en riesgo a mi bebé o a mí, pero los malos tratos conmigo era solo cuando me resistía, por lo demás era como si nada hubiera cambiado, solo el echo de que ahora estaba embarazada. A veces se quedaba bastante rato con nosotras para ver cómo Lili le susurraba canciones de cuna al bebé. El único contacto que mantenía él con mi bebé era masajear mi barriga cuando pensaba que yo estaba dormida.

Mi bebé.

Todo esto era estúpido y ridículo, además de asqueroso y enfermo. Pero esa personita que crecía dentro de mí no tenía culpa de la vida tan miserable que me había tocado vivir y de cómo se habían dado las circunstancias. Por consiguiente, Lili me cuidaba bastante al igual que yo con ella. Nos curamos las heridas como podíamos, ella me decía como era un embarazo y como cuidarme— cosa que era limitada por como estábamos—, y otras cosas más. Entre lo demás intentamos estar bien. Comíamos cuando Thompson nos traía algo al igual que con la bebida. A mí me traía vitaminas, pero dudaba que eso fuera suficiente para un embarazo. Habían muchas otras cosas que se tenían que hacer. Lili me dijo que una de ellas eran los ecos para saber si la salud del bebé era la adecuada.

Pero bueno, tampoco podía reclamarle eso a nuestro secuestrador. Yo no le hablaba como antes y me negaba a decirle papá. Tampoco le demostraba ese amor que desde siempre él intentaba que le diera, ni mucho menos me dejaba intimidar. Si eso era lo que quería estaba muy equivocado conmigo. Me considero una persona fuerte desde hace mucho pese a que a veces me rompo.

Y eso no está mal.
Romperse de vez en cuando ayuda a que el agua mala que está dentro del vaso salga.
Es un método de desahogo que usamos cuando ya no podemos más.

Ya tenía siete meses de embarazo. De vez en cuando sentía como la personita incontrolable que tenía dentro de mí se movía, como si quisiera recordarme que no estaba del todo sola, que contaba con la compañía de Lili y la de él o ella para no volverme loca. Ese día apreté mi estómago y cerré los ojos con los quejidos de Lili de fondo mientras aguantaba a ese monstruo.

A veces nos obligaba a estar con él el mismo día, pero ya no lo hacía tanto conmigo porque mis movimientos eran limitados. Mi tobillo estaba empeorando y estaba tan desnutrida y sucia que a veces me levantaba y tenía que apoyarme de algo para no caerme. Ninguna de las dos sabíamos qué planeaba hacer Thompson Maklafferdie con nosotras. En estos últimos meses habíamos estado comiendo muy pocas veces. A veces solo comíamos una vez al día para que nos rindiera lo poco que él nos traía.

Escuché los pasos de ambos venir hacia la colchoneta, pero no me moví. A Lili le daba tanta vergüenza y se sentía tan mal después de que él la obligaba a hacer lo que quisiera no quería hablar ni mucho menos verme a la cara.

Perdida entre la perfecta imperfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora