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La mañana siguiente comenzó temprano. Fede y yo nos levantamos antes que Ian para poder empezar con los preparativos de la fiesta sin que él sospechara nada. La casa estaba llena de energía y emoción, con cajas de decoraciones esparcidas por todas partes y listas de tareas colgadas en la pared.

—Ok, Yas, vos te encargas de las decoraciones y la comida, mientras yo llamo a los invitados y organizo la música —dijo Fede, sonriendo con entusiasmo.

Asentí, sintiéndome igual de emocionada.

—Perfecto. Esto va a ser increíble, Fede. Ian se va a sorprender muchísimo.

Comenzamos a trabajar coordinadamente. Fede se ocupó de contactar a todos los amigos de Ian y asegurar que todo estuviera listo para la noche. Mientras tanto, yo estuve en la cocina preparando una variedad de platos y bocadillos, asegurándome de que todo estuviera perfecto para la ocasión.

Cuando todo estuvo listo, la casa parecía un sueño. Las luces parpadeaban suavemente, la música de fondo creaba el ambiente perfecto, y la mesa estaba llena de comida deliciosa. Justo a tiempo, Ian llegó a la casa, completamente ajeno a lo que le esperaba.

—¡Sorpresa! —gritamos todos cuando Ian entró por la puerta. La expresión en su rostro fue impagable.

—¡¿Qué es todo esto?! —exclamó, con una mezcla de sorpresa y alegría.

—Es tu fiesta de cumpleaños —dijo Fede, dándole un abrazo— Feliz cumpleaños Iani.

La fiesta comenzó y pronto la casa se llenó de risas, música y conversación. Todos parecían estar divirtiéndose, y yo me sentía feliz de ver a Ian tan contento. En medio de la multitud, me encontré hablando con Are, uno de los amigos de Fede.

—Así que, Yasmin, ¿cómo es vivir con estos locos? —preguntó Are, riendo.

—Es una aventura constante —respondí, sonriendo— Pero no lo cambiaría por nada.

Nos quedamos charlando un buen rato. Sin embargo, de repente me di cuenta de que no veía a Fede por ninguna parte. La preocupación empezó a crecer en mi pecho.

—¿Has visto a Fede? —le pregunté a Are, tratando de sonar casual.

—No, no lo he visto en un rato. ¿Todo bien?

—Sí, sí, seguro está por ahí —respondí, aunque algo en mi interior me decía que algo no estaba bien.

Comencé a buscar a Fede entre la multitud, pero la música y la cantidad de gente hacían difícil encontrarlo. Subí las escaleras, buscando en cada habitación. Finalmente, escuché un sonido en el baño del piso superior. Me acerqué y llamé a la puerta.

—Fede, ¿estás ahí? —pregunté, con el corazón latiendo rápidamente.

No hubo respuesta, pero escuché un sollozo ahogado. Mi preocupación aumentó y golpeé la puerta con más fuerza.

—Fede, por favor, abre la puerta. Soy yo, Yasmin. Estoy aquí contigo.

Después de un momento, escuché el cerrojo girar y la puerta se abrió lentamente. Fede estaba ahí, con los ojos rojos y la respiración agitada. Estaba teniendo un ataque de pánico.

—Tranquilo, Fede. Todo está bien. Estoy aquí —dije, tratando de sonar lo más calmada posible.

Lo tomé de la mano y lo guié fuera del baño, llevándolo hacia la azotea de la casa. Necesitaba aire fresco y un lugar tranquilo para calmarse. Cuando llegamos, la noche estaba despejada y las estrellas brillaban en el cielo oscuro.

—Gracias, Yas. No sé qué me pasó —dijo Fede, todavía visiblemente afectado por la ansiedad.

Nos sentamos en el suelo, y Fede comenzó a respirar más lentamente. Lo miré a los ojos, viéndolo vulnerable y humano. En ese exacto momento, me di cuenta de algo que había estado sintiendo desde hacía tiempo. Estaba completamente enamorada de él, de su persona, de su carácter, de su físico, de su esencia.

Me di cuenta que quería pasar el resto de mi vida a su lado.

—Fede, quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre —dije en voz baja—. Amo todo de ti, amo a el Fede que todos conocen y a el Fede que lucha cada día. No estás solo.

Fede me miró con una intensidad que hizo que mi corazón latiera aún más rápido. Sabía que este era el momento en que mi vida había cambiado para siempre, porque estaba segura de que quería pasar el resto de mi vida a su lado.

—Yasmin... —susurró, su voz cargada de emoción y gratitud— No sé qué haría sin vos.

—Está bien, Fede. ¿Quieres hablar? —pregunté suavemente, asegurándome de que se sintiera apoyado.

Fede respiró hondo y miró hacia el horizonte iluminado por la ciudad.

—Es solo... todo esto. La fiesta, Ian... me emocioné mucho preparándolo todo, pero cuando la gente empezó a llegar, me sentí abrumado. Como si no pudiera manejarlo.

Lo escuché atentamente mientras jugaba con mis piernas en el borde de la azotea. La brisa nocturna comenzaba a calmar mis propios nervios.

—Te entiendo, Fede. Pero mira a nuestro alrededor. Todos están aquí porque te importan, porque te quieren. Incluido Ian. Está pasando un buen rato gracias a ti.

Fede asintió lentamente, absorbido en sus pensamientos.

—Lo sé, Yas. Es solo que a veces... siento que tengo que ser fuerte todo el tiempo, pero no siempre puedo hacerlo.

Le sonreí con cariño, reconociendo su vulnerabilidad.

—Ser fuerte no significa no tener momentos difíciles. Significa que puedes superarlos, con ayuda si es necesario. Y aquí estoy yo, para ayudarte siempre que lo necesites.

—Sabes...me gustaría por fin irme de este lugar, escapar de aquí —dijo finalmente Fede, mientras me miraba a los ojos.

—Escapemos juntos, Fede

Nos quedamos en silencio por un momento, observando las luces de la ciudad que se extendían hasta el horizonte.

Finalmente, después de un rato, nos levantamos y bajamos juntos hacia la fiesta. La música seguía sonando y la gente seguía riendo y disfrutando. Nos unimos a la celebración, pero esta vez con una conexión más profunda entre nosotros.

La noche pasó entre risas, bailes y abrazos. Ian estaba emocionado y feliz, rodeado de amigos y seres queridos. Fede y yo compartimos miradas cómplices y sonrisas secretas durante toda la noche, sabiendo que algo especial había comenzado entre nosotros.

Cuando la fiesta llegó a su fin y los invitados comenzaron a despedirse, Fede me tomó de la mano y me llevó a un rincón tranquilo de la casa.

—Yasmin... —comenzó, mirándome fijamente— Gracias por estar ahí para mí esta noche. No sé qué habría hecho sin vos.

—No tenés que agradecerme, Fede. Estoy aquí porque quiero estar. Siempre.

Fede sonrió y me acercó hacia él, rodeándome con sus brazos.

—Estoy agradecido de tenerte en mi vida, Yasmin.

—Yo también estoy agradecida, Fede —susurré, sintiendo mi corazón latir fuertemente contra el suyo.

Nos quedamos así, abrazados, disfrutando del calor mutuo y de la felicidad compartida. En ese momento, supe que había encontrado a alguien especial, alguien con quien quería construir un futuro juntos hasta el último de mis días.

En mi próxima vida ; Fede Vigevani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora