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Mientras trataba de distraerme con la televisión, de repente, el timbre de la puerta sonó, haciéndome saltar del sofá. Me acerqué cautelosamente a la puerta y miré por la mirilla, pero no vi a nadie. Pensé que quizás algún vecino había pasado y tocado por error, así que decidí no darle demasiada importancia.

Justo cuando me di la vuelta para regresar al sofá, la luz de la casa se apagó abruptamente. La oscuridad envolvió todo y el silencio se volvió opresivo. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y traté de no entrar en pánico.

Pero entonces, comencé a escuchar ruidos extraños provenientes del suelo y del piso de arriba. Era como si algo o alguien estuviera moviéndose por toda la casa. La piel se me puso de gallina y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

—Esto es ridículo, no creo en cosas paranormales —murmuré, aunque mis manos temblaban ligeramente.

Decidí explorar la casa para encontrar el origen de los ruidos y quizás descubrir qué estaba causando el apagón. Tomé mi celular para usar la linterna y comencé a recorrer cada habitación, tratando de no dejarme llevar por el miedo.

Primero revisé la cocina y el comedor, pero todo parecía estar en orden. Luego, me dirigí al pasillo y subí las escaleras hacia las habitaciones. Los ruidos se hicieron más fuertes a medida que me acercaba al dormitorio Fede. Abrí la puerta con cautela, pero no vi nada fuera de lo normal.

—Si es una broma no es divertido, en serio — dije en voz alta, sintiéndome cada vez más inquieta.

Mientras revisaba el dormitorio de Fede, un sentimiento de inquietud creciente se apoderaba de mí. Al no encontrar nada fuera de lo normal, decidí asomarme por la ventana para asegurarme de que todo estuviera bien en el patio.

Lo que vi me dejó paralizada de terror. Había varias personas con batas negras y máscaras que me miraban fijamente desde el patio. Sus figuras eran imponentes, y sus máscaras con cuernos añadían un aire siniestro a la escena. Me dejé caer al suelo, con un miedo indescriptible apoderándose de mí.

Con manos temblorosas, saqué mi celular y llamé a Fede, esperando que contestara rápidamente. Cada segundo se sentía eterno mientras el tono de llamada sonaba una y otra vez.

—Vamos, Fede, contesta, por favor —murmuré, desesperada.

Finalmente, escuché su voz al otro lado de la línea.

—Amor, ¿qué pasa? —preguntó Fede, preocupado.

—Fede, hay... hay personas en el patio, con batas negras y máscaras. Me están mirando. Tengo mucho miedo —dije, tratando de contener el llanto.

—Tranquila, Yas. Ya voy para allá. Quédate en el cuarto y no te muevas, ¿sí?  —respondió Fede con urgencia.

Asentí, aunque sabía que no podía verme. Mientras esperaba su llegada, los ruidos en la casa se intensificaron. Pasos y susurros se oían cada vez más cerca, haciendo que el pánico se apoderara de mí por completo. Me acurruqué en un rincón, tratando de hacerme lo más pequeña posible, esperando que todo esto terminara pronto.

De repente, escuché los gritos de Fede desde el primer piso.

—¡Yasmin! ¡Estoy aquí! —gritó, con una mezcla de desesperación y determinación en su voz.

Pocos segundos después, la puerta del cuarto se abrió de golpe y Fede entró corriendo. Se arrodilló a mi lado y me abrazó con fuerza, sus brazos envolviéndome y dándome una sensación de seguridad que tanto necesitaba en ese momento.

—Ya estoy aquí, amor. Todo va a estar bien —dijo, acariciándome el cabello mientras me sostenía.

Las lágrimas continuaron rodando por mis mejillas, pero me sentí un poco más tranquila con Fede a mi lado. Respiré profundamente, tratando de calmarme mientras él me sostenía.

En mi próxima vida ; Fede Vigevani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora