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Narra Yasmin

Ni siquiera me interesa cuánto tiempo he pasado encerrada en esta habitación.

Cada día se desvanecía en una mezcla borrosa de oscuridad y soledad, sin importancia ni significado. Pero justo ahora, acabo de recordar a ese chico, el chico de la mesa 7.

"Entonces, mañana vengo por un café, cuidate mucho, si?"

Con determinación, me levanté de la cama y me vestí rápidamente. No podía permitir que nada me detuviera en mi camino hacia él.

Con cada paso que daba hacia la puerta, sentía cómo la opresión que había dominado mi existencia se desvanecía lentamente. Mis manos temblaban de emoción mientras alcanzaba el picaporte, dispuesta a enfrentar lo que fuera que me esperara al otro lado.

Empujé la puerta con fuerza, dejando atrás la habitación que había sido mi prisión durante tanto tiempo. La luz del sol me recibió con su cálido abrazo, envolviéndome en una sensación de libertad que apenas podía creer.

Cerré los ojos por un momento, dejando que el sol acariciara mi rostro y llenará mi alma de esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí viva.

Con determinación en cada paso, me dirigí hacia el café donde lo había conocido. Mis pensamientos se centraban en él, en el chico cuya presencia había dejado una huella imborrable en mi corazón desde el momento en que lo vi.

Al llegar al café, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Mis ojos buscaron desesperadamente entre la multitud, anhelando encontrar entre la maraña de rostros desconocidos.

Y entonces, lo vi. Estaba allí, sentado en la mesa 7. Una oleada de alivio y alegría me inundó al verlo, y no pude contener la sonrisa que se formó en mis labios.

-Federico -llamé suavemente, acercándome a él con paso decidido.

Federico giró hacia mí al escuchar su nombre, y sus ojos se iluminaron al verme.

-Yasmin -respondió, su voz llena de sorpresa y alegría- ¡Qué sorpresa verte de nuevo!

Mis ojos se encontraron con los suyos, y sentí como si hubiéramos estado destinados a encontranos.

Federico se levantó de su asiento, acercándose a mí con una sonrisa cálida en los labios. Cada paso que daba hacia mí parecía llenar el espacio entre nosotros con una energía palpable, como si estuviéramos conectados por algo más que palabras.

-Te he estado esperando -dijo, su voz suave y reconfortante.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras lo miraba, incapaz de apartar la vista de sus ojos profundos y penetrantes.

Federico extendió una mano hacia mí, invitándome a unirme a él en su mesa. Con una sonrisa radiante, tomé su mano con la mía, sintiendo una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo en el momento en que nuestras manos se encontraron.

Juntos nos sentamos en la mesa 7, sumergidos en la conversación y la complicidad que parecía fluir naturalmente entre nosotros.

Federico me miró con ternura, como si quisiera saber más sobre mí.

-Yasmin, ¿cómo has estado? -preguntó con suavidad, sus ojos buscando los míos con sinceridad.

Respiré profundamente, sintiendo el peso de mi situación en mis hombros mientras consideraba cómo responder.

-Ha sido algo dificil. He tenido algunos contratiempos últimamente..... y me despidieron del trabajo, por eso tenía días sin venir al café -confesé, desviando la mirada por un momento.

La expresión de Federico se suavizó aún más, su empatía palpable en cada gesto.

Federico escuchó atentamente, su rostro reflejando comprensión y empatía ante mi confesión.

—Lo siento mucho, Yasmin. ¿Me queres contar que pasó exactamente? —preguntó con delicadeza, su voz llena de preocupación genuina.

Tomé aire, preparándome para explicar la difícil situación que había enfrentado en mi antiguo trabajo.

—Ese día, donde nos conocimos...después de lo que pasó mi jefe me llamó a su oficina, y...me empezó a golpear y me despidio...—respondí con sinceridad, sintiendo cómo la carga de mis preocupaciones se aligeraba al compartirlas con él.

Federico escuchó atentamente, con los ojos llenos de preocupación y comprensión mientras compartía mi experiencia con él. La expresión en su rostro reflejaba indignación y dolor al escuchar lo que había pasado.

—Yasmin, lo siento mucho. Nadie debería pasar por algo así. ¿Has denunciado esto a las autoridades? —preguntó, su voz llena de determinación.

—No es nada grave, fue un error mio... - le respondi

Federico se levantó de su asiento con determinación, su rostro serio y decidido. Tomó mi mano con firmeza, transmitiéndome su apoyo y su determinación para enfrentar la injusticia que había sufrido.

Sin vacilar, nos dirigimos hacia el mostrador, donde el dueño de la cafetería nos miraba con sorpresa y confusión.

—Disculpe, ¿puede explicarme qué está pasando aquí? —preguntó el dueño, tratando de mantener la compostura ante nuestra inesperada aparición.

Federico fijó su mirada en el dueño, su tono de voz firme y decidido.

—Sé lo que le hizo a Yasmin. La golpeó y la despidió injustamente. Eso es inaceptable, y no vamos a permitir que se salga con la suya —dijo con determinación, su voz resonando con autoridad.

El dueño se puso nervioso, su rostro palideciendo ante la acusación directa de Federico.

—Lo siento mucho, pero debe haber habido algún malentendido. No tengo idea de lo que están hablando —respondió nerviosamente, tratando de esquivar la situación.

—Escúchame bien. Si no rectificas esta situación de inmediato, voy a publicar lo que hiciste en todas mis redes sociales. Tengo millones de seguidores que van a saber lo que eres capaz de hacer —amenazó con determinación, su voz resonando con autoridad.

El dueño se estremeció ante la amenaza, visiblemente preocupado por las consecuencias de sus acciones.

—Lo siento mucho, no quería causarle ningún daño a Yasmin. Por favor, déjame arreglar las cosas —rogó, su voz temblorosa y llena de arrepentimiento.

Federico asintió con satisfacción, su mirada fija en el dueño con intensidad.

—Estaremos esperando una solución justa. Yasmin merece justicia, y no vamos a parar hasta que la reciba —declaró con determinación, su voz resonando con convicción.

En mi próxima vida ; Fede Vigevani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora