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Narra Yasmin.

La carretera se extendía ante nosotros, un camino abierto hacia la libertad. El aire era fresco y lleno de promesas. Fede y yo estábamos en el coche, y "Birds of a Feather" de la guapisima de Billie Eilish sonaba en la radio.

—Me encanta esta canción —dije, sacando la cabeza por la ventana para sentir el viento en mi rostro.

Fede sonrió, manteniendo una mano en el volante y la otra en mi rodilla.

—Es una canción muy linda...pero no tan linda como tú

Sentí un calor agradable en mis mejillas y sonreí. El paisaje pasaba rápidamente, y el sol empezaba a asomarse en el horizonte, pintando el cielo de tonos rosados y dorados. Me sentía libre, más viva que nunca. La idea de pasar unos días en la playa con Fede era todo lo que necesitaba. No importaban los problemas ni las preocupaciones; en ese momento, solo existíamos nosotros y nuestro amor.

Finalmente, llegamos a la playa. Fede estaciono el coche y, sin esperar un segundo más, bajamos corriendo hacia el agua. La arena bajo mis pies estaba tibia y suave, y el sonido de las olas era como música para mis oídos.

—Vamos, mi amor - dije riendo mientras corría hacia el mar.

Fede me siguió, su risa resonando junto con la mía. Nos sumergimos en el agua, sintiendo la frescura del mar rodearnos. El agua salada era como un bálsamo, lavando todas nuestras preocupaciones y dejándonos solo con la sensación de estar vivos y juntos.

Nos abrazamos en el agua, y sentí el latido de su corazón contra el mío. En ese momento, nada más importaba. Éramos solo nosotros, el mar y nuestro amor eterno.

—Esto es perfecto, Fede —susurré, apoyando mi cabeza en su hombro.

—Sí, lo es —respondió, besando mi frente.

El sol seguía ascendiendo, iluminando nuestras caras y haciendo que el agua brillara como si estuviera llena de diamantes. 

Después de un rato, salimos del agua y nos tendimos en la arena. Miré a Fede, que estaba tumbado a mi lado, con los ojos cerrados y una expresión de pura tranquilidad en su rostro. Era un momento que quería grabar en mi memoria para siempre.

—¿En qué piensas? —le pregunté, acariciando su brazo.

—En nosotros. En lo mucho que te amo —respondió, abriendo los ojos y mirándome con una intensidad que me dejó sin aliento.

Sonreí y me acerqué para darle un suave beso.

—Yo también te amo, Fede. Más de lo que puedes imaginar.

Nos quedamos allí, riendo y disfrutando de la compañía del otro. La playa estaba prácticamente desierta, lo que nos dio la sensación de que éramos los únicos en el mundo. Era como si este lugar mágico nos perteneciera solo a nosotros.

Pasamos la tarde explorando la playa, recolectando conchas y riendo mientras nos salpicábamos agua. Pero había algo en el aire, una sensación que no podía ignorar. Mientras el sol comenzaba a descender, creando un espectáculo de colores en el cielo, mi corazón se llenó de una mezcla de alegría y nerviosismo. Había algo que llevaba tiempo queriendo decirle a Fede, algo que había estado rondando mi mente. Decidí que este era el momento perfecto.

—Fede, hay algo de lo que quiero hablar contigo —dije, tratando de mantener mi voz firme.

Él se giró para mirarme, su expresión era curiosa y atenta.

—Dime, amor. ¿Qué pasa?

Tomé una respiración profunda, buscando las palabras adecuadas.

—A veces siento que me ocultas algo. No sé qué es, pero puedo sentirlo. Quiero que sepas que puedes confiar en mí, que te voy a apoyar en cualquier cosa. Solo necesito que me tengas confianza.

En mi próxima vida ; Fede Vigevani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora