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Narra Ian

Estaba sentado en la terraza, mirando el horizonte mientras el sol comenzaba a ponerse. La luz dorada bañaba el mar, y todo se veía tan tranquilo, tan perfecto. Parce estaba a mi lado, ambos disfrutando del silencio, del suave murmullo de las olas. Todo parecía estar bien en ese momento, pero había algo que pesaba en el aire, una tensión que ninguno de los dos quería mencionar.

—¿Yasmin ya sabe? —preguntó Parce de repente, rompiendo el silencio con una pregunta que me hizo sentir un nudo en el estómago.

Suspiré, sintiendo el peso de la verdad en mis hombros.

—Creo que sí —dije finalmente, mi voz sonando más grave de lo que pretendía— La otra vez lo vi grabando un video para cuando... bueno, para cuando pasara. No quiso que yo lo viera, pero lo alcancé a escuchar. Es como si él ya supiera que no le quedaba mucho tiempo.

El silencio que siguió fue pesado, casi sofocante. Miré hacia la playa, donde Fede y Yasmin estaban juntos. A lo lejos, parecían tan felices, tan despreocupados.

—Míralos —dije, tratando de sonreír, pero sintiendo que no podía hacerlo del todo— Se ven tan felices, como si el mundo fuera solo de ellos dos.

Parce asintió, su rostro reflejando la misma tristeza que sentía yo.

—Deberíamos ir a molestarlos un poco, ¿no? —sugerí, intentando aligerar el ambiente, aunque sabía que no era posible. Parecía la cosa más natural del mundo, ir a interrumpir su momento, hacer una broma, reírnos como siempre lo hacíamos.

—Ve tú primero, Ian. Te alcanzo en un minuto —me respondió Parce, con una ligera sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Me levanté de la silla, tratando de sacudir la sensación de pesadez que había en mi pecho. Comencé a caminar hacia la playa, pensando en lo que iba a decir, en cómo iba a burlarme de ellos, en cómo haría reír a Fede una vez más.

Pero a medida que me acercaba, algo me hizo detenerme. No sabía qué era, pero sentí un mal presentimiento en el aire. Vi cómo Fede estaba recostado en las piernas de Yasmin, su rostro iluminado por los últimos rayos del sol. Se veía tan tranquilo, tan en paz. Pero entonces, escuché algo que me hizo frenar en seco: los sollozos de Yasmin.

Mi corazón se aceleró, y una sensación de pánico se apoderó de mí. Aceleré el paso, mi mente luchando por entender lo que estaba pasando. Cuando finalmente llegué a donde estaban, la escena que vi me rompió en mil pedazos.

Yasmin estaba abrazando a Fede, su cuerpo temblando por el llanto. Él... él no se movía. Mi mente se negó a aceptar lo que estaba viendo, pero mi corazón ya sabía la verdad.

—No... no puede ser... —murmuré, sintiendo las lágrimas llenarse en mis ojos.

Mi mejor amigo. Mi hermano. Se había ido. 

—¡Parce! —grité, mi voz temblando mientras retrocedía un paso— ¡Parce, ven rápido!

El sonido de los pasos de Parce acercándose llegó a mis oídos, pero yo no podía apartar la vista de ellos. Yasmin seguía abrazando a Fede, sollozando como si su alma estuviera destrozada. Me acerqué lentamente, sintiendo que mi corazón se rompía más con cada paso que daba.

—Yasmin... —dije suavemente, tratando de no asustarla, aunque sabía que ya estaba en un lugar de dolor del que no podría sacarla fácilmente— Yasmin, por favor, mírame.

Pero ella no me escuchaba, no podía verme, perdida en su dolor, aferrada a Fede como si al hacerlo pudiera traerlo de vuelta. Me arrodillé junto a ellos, las lágrimas cayendo de mis ojos, sin saber qué hacer, cómo ayudarla.

En mi próxima vida ; Fede Vigevani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora