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Siempre me he dejado tratar mal por los demás, nunca nadie me había defendido enfrente de nadie, hasta que por fin vi que...el cliente de la mesa 7, lo hizó.

Con lágrimas en los ojos salí inmediatamente del lugar, cubriendome el rostro con la manos. Sin ganas de absolutamente nada, me senté en una banca que estaba afuera del café.

—¿Oye, te encuentras bien? - preguntó el chico de hace rato, mientras me ofrecía un pañuelo para limpiarme.

Agradecida, tomé el pañuelo que me ofrecía y limpié las lágrimas que cubrían mi rostro.

—Gracias... —murmuré, sintiendo un nudo en la garganta al intentar expresar mi gratitud.

El chico me ofreció una sonrisa comprensiva y se sentó a mi lado, brindándome su apoyo silencioso. Nos quedamos en silencio por un momento, permitiéndome recuperar la compostura mientras procesaba lo que acababa de suceder.

—No tienes por qué aguantar eso, sabes, tenes que darte la oportunidad de ser feliz. Nunca sabes cuando va a ser tu último día con vida —comentó el chico después de un momento, con una mirada de preocupación en sus ojos—. Nadie merece ser tratado de esa manera, menos vos, sos una chica demasiado linda.

Las palabras del chico me tomaron por sorpresa, y levanté la mirada para encontrarme con sus ojos llenos de empatía y comprensión.

—Gracias... —susurré

—Si alguna vez necesitas ayuda o alguien con quien hablar, aquí estaré - dijo el chico

Sonreí débilmente ante su ofrecimiento, agradecida por su amabilidad en un momento tan difícil.

—Gracias... lo aprecio mucho —respondí, sintiendo cómo su gesto me reconfortaba un poco.

El chico asintió con una sonrisa cálida, transmitiéndome una sensación de apoyo incondicional.

—¿Te llamas Yasmin, no? - pregunto con curiosidad

Asentí con una leve sonrisa, agradecida por su atención y amabilidad.

—Sí, así es. Me llamo Yasmin —confirmé, sintiendo cómo su interés en conocerme me reconfortaba un poco más.

El chico asintió con una sonrisa comprensiva.

—Encantado de conocerte, Yasmin. Soy Federico - se presentó, extendiendo su mano en un gesto amistoso.

Tomé la mano extendida de Federico con gratitud, sintiendo un cálido vínculo de camaradería que se formaba entre nosotros.

—Encantada de conocerte, Federico —respondí con sinceridad, apreciando su amabilidad y su disposición a brindarme apoyo en un momento tan difícil.

Federico sonrió con gentileza, transmitiéndome una sensación de calma y amistad en medio de la tormenta emocional que estaba experimentando.

—Supongo que me haré un cliente muy frecuente de este café — dijo el chico de ojos claros con una risa nerviosa mientras se acomodaba el cabello.

Sonreí ante su comentario, agradecida por su sentido del humor en medio de la situación.

—Será un gusto volver a verte por aquí, Federico —respondí con una sonrisa, sintiendo cómo un destello de esperanza comenzaba a brillar en mi corazón gracias a su presencia y su amabilidad.

Federico asintió con una sonrisa, mostrando su agradecimiento por mi acogida.

—Definitivamente, espero volver a encontrarte por aquí —dijo Federico, transmitiendo una sensación de calidez que me reconfortó aún más.

Nos quedamos sentados juntos en la banca por un momento más, compartiendo un silencio cómodo. Hasta que le comenzó a sonar el teléfono del chico.

—No puede ser boludo, pensé que aún era más temprano... en 15 estoy allá - decía el chico por teléfono.

Después de colgar, Federico me miró con disculpa.

—Lo siento, Yasmin. Tengo que irme, me olvide que hoy tenia que grabar —explicó, con una expresión de pesar en su rostro.

¿Grabar?...¿será un artista o algo?

—No te preocupes, esta bien - asenti con una sonrisa en mi rostro.

—Entonces, mañana vengo por un café - dijo con una sonrisa - Cuidate mucho, si?

Sonreí ante su promesa de regresar y asentí con gratitud.

—Estaré esperando tu visita, Federico. Cuídate mucho también —respondí con sinceridad, deseándole lo mejor mientras se ponía de pie para partir.

Federico me dedicó una última sonrisa antes de despedirse y alejarse por la calle, dejándome con un sentimiento de calidez y esperanza en el corazón.

...

Después de un rato regresé al trabajo. Pero apenas puse un pie dentro del café, me encontré con la mirada furiosa de mi jefe, quien estaba esperándome con los brazos cruzados y una expresión de ira contenida.

—¡Yasmin! ¡En mi oficina ahora mismo! —gritó, su voz resonando por todo el local.

Con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, caminé hacia su oficina con paso tembloroso, sintiendo la mirada acusadora de mis compañeros sobre mí. Al entrar, mi jefe me fulminó con la mirada, su rostro enrojecido por la furia contenida.

—¡Maldita estúpida! ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? ¡Has arruinado la reputación de este café! —vociferó, su voz llena de rabia mientras se acercaba a mí amenazadoramente.

Traté de disculparme, de explicar lo sucedido, pero mis palabras se perdieron entre sus gritos de ira. Antes de que pudiera reaccionar, su puño golpeó mi rostro con fuerza, haciéndome tambalear hacia atrás.

—¡No toleraré más tus errores! ¡Estás despedida! —gritó, su voz llena de desprecio mientras me señalaba hacia la puerta.

Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras salía de la oficina, sintiendo el dolor físico de sus golpes y el dolor emocional de su rechazo. Con el corazón destrozado, me alejé del café, sintiendo cómo mi mundo se desmoronaba a mi alrededor.

Caminé por las calles con la cabeza gacha y el corazón pesado, cada paso aumentando la sensación de derrota que pesaba sobre mis hombros. El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, teñiendo el cielo de tonos naranjas y rosados que contrastaban con mi estado de ánimo sombrío.

Al llegar a mi pequeño apartamento, me dejé caer en el sofá con un suspiro, sintiendo cómo las lágrimas volvían a emerger, inundando mi rostro con una mezcla de tristeza y frustración. El silencio de la habitación solo amplificaba mi sensación de soledad, recordándome cuán vulnerable me sentía en ese momento.

Me quité los zapatos y me envolví en una manta, buscando consuelo en su abrazo cálido mientras me sumía en un mar de pensamientos oscuros y negativos. ¿Cómo podía haber llegado a este punto? ¿Por qué parecía que cada intento por ser feliz terminaba en desastre?

Las preguntas resonaban en mi mente sin encontrar respuestas reconfortantes, dejándome atrapada en un torbellino de autocrítica y desesperanza. Me sentía perdida y vulnerable, como si el mundo entero estuviera en mi contra y no hubiera nada que pudiera hacer para cambiarlo.

Con un suspiro resignado, me dejé caer en un sueño agitado, esperando no despertar un día más.

En mi próxima vida ; Fede Vigevani Donde viven las historias. Descúbrelo ahora