Capítulo 43: la otra semana

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Nota de la autora: No se olviden de comentar y votar. Gracias 

Nunca tuve que cuidar de una persona resfriada o enferma, en el castillo había médicos, más allá de acercarme a revisar que estuviesen bien no hacía, pero en este caso no sabía absolutamente nada y prácticamente fui aprendiendo con él.

No sabía cada cuanto debía darle el medicamento, no me lo dijo un doctor, lo compré en un almacén donde no me dijeron demasiado, sino que simplemente dijeron cuál era el más eficiente y lo compré sin detenerme a pensar cuánto darle o cada cuanto hacerlo.

Era una botella pequeña de vidrio de tono oscuro, no tenía un empaque, no había una descripción, sólo decía el nombre y el resto lo dejaba a la suerte.

Lo bueno es que, sí recuperó su voz, varios días estaba con una voz rasposa con la que todo el tiempo yo deseaba aclararme la garganta, pero al menos ya está bien y no se murió por una intoxicación de exceso de medicamento o algo parecido.

Él no sabía tampoco cuando debía tomarse la medicina, además cuando le dije que le preguntáramos a un médico, se negó a ir y tampoco quiso que lo atendieran en casa.

No estaba acostumbrado a eso, dijo que rara vez se enfermaba en su niñez, así que el tomar medicina tampoco era algo que le gustara. Sé que lo hizo sólo porque yo lo obligué, aunque seguramente habría esperado a que se curara solo.

Su segunda motivación fue al decirle que, si no se curaba yo no podría besarlo, eso es algo lógico, él no quería resfriarme y yo no quería hacerlo tampoco, así que fue un buen chico en ese sentido.

Como era un resfriado, le tomó una semana curarse, durante ese tiempo también aprovechamos de hablar y he regresado a vivir con él, incluso he asumido que lo nuestro es algo que podría funcionar, pero es evidente que se enfadará cuando se entere de quién realmente soy.

No le pienso decir quién soy, prefiero simplemente esperar y como no le importa que sea egoísta, he decidido que nos casaremos antes de ir allí.

Es un poco estúpido hacerlo, soy consciente de ello, ya que definitivamente se querrá divorciar cuando se entere, pero al menos tendré un poco de tiempo para convencerlo de que si me ataca, estará asesinando a su esposo.

Aún no se lo he dicho, es algo que pensé esta tarde mientras trabaja, así que pensaba decírselo luego cuando viniese a buscarme.

Hoy iremos a casa de sus padres, en ese trayecto planeo decirle que adelantemos la boda, aunque no sé cómo se lo tomará.

Dudo que no quiera, él realmente quiere estar conmigo y debido a lo triste que se puso cuando me perdió, quiero creer que cuando se entere de que yo soy el príncipe que busca, no le será tan fácil tomar la decisión de atacarnos.

Sé que no puedo decirle aquí, el resto no se lo tomará del mismo modo y podría tomarse la justicia por sus propias manos.

Prefiero decirle cuando estemos allí, de ese modo, si no me acepta, al menos estaré en mi reino y sé que no estaré solo, tengo al menos el apoyo de la gente que me quiere o estima.

—¿Quién soy? —preguntó forzando su voz para hacerla más aguda, tratando de que no lo reconociera cuando era evidente que era él.

Axe cubría mis ojos con sus manos, de modo automático llevé mis manos sobre las suyas para quitarlas, pero él realmente esperaba una respuesta.

—Sólo hay un hombre en este mundo con las manos más pequeñas y suaves que he conocido en mi vida y ese eres tú, Axe— lo molesté.

—¡Oye!— se quejó retirando sus manos mientras yo reía, ya que se las acarició y observó, deseando verificar mis palabras.

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