Capítulo 4

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Lo cierto es que debido a lo dulce que es el Coronel conmigo, olvidé completamente mis responsabilidades y no me importó a donde me llevara, yo sólo quería estar a su lado y hablar con él.

Gracias a esto terminamos frente a un hermoso lago donde nos recostamos bajo la sombra de un árbol para conversar, al principio hablábamos sobre cosas triviales, ya sea del clima, el pueblo y hasta de la tranquilidad del lugar, sin embargo, luego entre más acercábamos nuestros cuerpos al otro, la conversación iba cambiando.

No creí tener el valor suficiente como para estar de este modo con él, principalmente porque no pensé que terminaría apoyando mi cabeza contra su pecho mientras permito que sus brazos me envuelvan.

Sus ojos son algo que me encanta observar, me daba vergüenza mirarlo directamente, pero me sentía hipnotizado por ellos.

—¿Cómo me reconoció? —me atreví a preguntar.

—Porque tienes unos ojos hermosos— me respondió acariciando mi mejilla— un celeste casi tan intenso como el cielo, además sus pestañas son largas y encrespadas, lo que te hace tener una mirada muy bonita.

—Pero hay muchas personas con el color de mis ojos— le aseguré.

—Es diferente, los tuyos tienen una chispa inusual— me aseguraba— confirmé que eras tú al escucharte hablar, lo que, por cierto, me hace recordar que ese día no nos presentamos correctamente.

—Supongo que no era importante, de hecho, no creí que regresaría...

—Te dije que lo haría...—susurró acercándose a mis labios para besarme.

Era un beso tierno y apasionado, yo estaba feliz, sabía que no debía emocionarme demasiado, pero no podía controlar la felicidad que sentía al tenerlo a mi lado.

El Coronel me besaba como si me hubiese extrañado, además me acariciaba dulcemente, lo que de paso me hacía pensar en que quizás lo haríamos hoy.

—Respóndeme una cosa...—susurró, pero no lo dejé hablar, yo no quería dejar de besarlo— hey...—susurró riendo, antes de que nos volviésemos a besar.

Yo quería agradecerle por sus obsequios a través de mis labios, sin embargo, cuando nos quedamos jadeantes, él cortó el beso y me subió sobre su cuerpo para verme desde abajo.

—¿Por qué alguien como tú ha terminado en un lugar como ese? —preguntó por fin.

—¿Alguien como yo? —pregunté confundido.

—No me malinterpretes, no busco ofenderte, sino que no logro comprender por qué estás allí, estoy seguro de que los hombres se pelearían por ti para casarse contigo, ¿por qué no has buscado a un hombre rico que pueda pagar cada una de tus necesidades?

—No me interesa casarme solo por dinero— le aseguré— tengo mejores sueños, una casa en el campo, una vida tranquila donde no necesite soportar a un hombre rico con el ego enaltecido, usualmente he conocido a sujetos que se casan con jóvenes y he oído lo malos que son con ellas.

—Entiendo...

—No quiero esa vida, el día que me case, si es que lo hago, deseo que esa persona me ame, no me importa si es rico o pobre, sé que podríamos salir adelante juntos...—fui diciendo mientras mis labios creaban una sonrisa al imaginar en cómo sería una vida con él.

—¿Por eso trabajas allí? ¿Para comprar una casa en el campo?

—Sí, pero no es como usted cree, al único que le he vendido mis caricias ha sido a usted, aun cuando no me crea— le aseguré— normalmente mi trabajo es hacerlos beber, luego cuando están borrachos y caen dormidos no es necesario acostarme con ellos.

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