Capítulo 30

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Como ayer había logrado recibir su perdón, a la mañana siguiente me desperté muy temprano para poder prepararle un abundante desayuno que le recordara cuan arrepentido estaba por mis acciones cometidas.

En casa tengo de todo, sólo tuve que acercarme a la leñera para tomar trozos de madera seca para encender la estufa y de ese modo, utilizando el horno logré preparar pan y mientras este se cocinaba, preparé su tartaleta de frutas favorita, de ese modo cuando el pan se cocinó pude meter la tartaleta para que la masa se cocinara.

Luego, como no se puede comer caliente, la acerqué a la encimera de madera que estaba cerca de la ventana, esperando a que el frío exterior lograra bajar su temperatura.

Para beber hice café y un jugo de naranjas, además para comernos el pan recién horneado preparé huevos estrellados y como sé que el pan caliente suele disfrutarlo con mantequilla, la puse sobre la mesa.

También teníamos mermeladas y queso, por lo mismo puse un poco de todo hasta sentirme orgulloso de lo bonita que se veía la mesa con nuestras cosas.

Para cuando subí a la habitación, su reloj de bolsillo marcaba las 7:50 y como no sabía si tenía alguna reunión, o si debía irse temprano, no me preocupé por el tiempo.

—Mi amor...—le susurré al oído— amor despierta.

—mmh— soltó levantando sus brazos para atraparme y arrastrarme de regreso a la cama donde él me mantenía cariñosamente abrazado, deseando volver a dormir.

—Amor, se enfriará el desayuno— le avisé angustiado.

—Ya voy...—me respondió— ya voy...— repitió en un tono cada vez más bajito.

—¡Conrad! —le chillé e inmediatamente se sentó en la cama diciendo "Ya desperté, ya desperté"

Como yo ya había encendido la caldera del sótano, ahora podríamos bañarnos con agua caliente y eso fue justamente lo que hicimos.

Nos bañamos y preparamos juntos, él se vistió de modo elegante, lo que significaba que tendría que salir, mientras que yo estaba vestido casual, sintiéndome cómodo con mi vestuario.

—Traeré el agua caliente— le dije con una sonrisa.

—Todo se ve delicioso— me dijo acercándose a mis labios, manteniendo una sonrisa en ellos.

—No me tardo...— le susurré dándole un pequeño beso antes de bajar a buscar el agua.

Él estaba sentado cuando yo regresé, parecía impaciente por comer y tras servirnos el café, me senté a su lado para poder iniciar con nuestro desayuno.

—¿Qué hora es? —preguntó tomando uno de los pequeños panes que preparé. Tengo un cortador de 8 centímetros, así que se ven realmente encantadores de ese tamaño.

—Creo que pasada las 8— respondí despreocupado.

—¡¿Más de las ocho?! —preguntó con sorpresa, alejándose de inmediato a buscar su reloj para revisar la hora— joder, joder, joder...— repetía bajando las escaleras, acomodando su vestuario mientras yo me acercaba a él con preocupación— amor, se me hace tarde, te veo más tarde.

—Pero no has desayuno— le dije tomando su brazo.

—Comeré luego, no te preocupes— dijo depositando un beso en mi frente.

—No, espera, no te puedes ir sin comer— le decía tratando de detenerlo.

—Amor, no puedo llegar tarde.

—Ni hablar— le hablé con cierto enfado— no sé con quién has acordado verte, pero sin duda puede esperar.

—Pero amor...

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