Capítulo 9: no puedo aceptar

550 71 36
                                    

Al día siguiente, justo al despertar al mediodía debido a lo energético que estaba el Coronel, me levanté con pesadez y cansancio, sintiendo mis piernas un poco cansadas, pero hoy daríamos un paseo y no deseaba perdérmelo.

Para ello me bañé y puse en el agua unos aceites que él me obsequió, lo que lograba pegarse en mi cuerpo durante el baño. Yo deseaba oler bien para él, siempre estamos apegados, así que deseaba que en todo momento se sintiera cautivado por mí.

En cuanto a mi vestuario, elegí un vestido de color caramelo, este era una tonalidad suave que combinaba con el color naranjo del corset, el cual tenía un bordado con líneas blancas.

Mi atuendo era normal, no me preocupé demasiado en verme elegante, sino que prefería verme bien, incluso estar cómodo para el día que esperaba tener hoy.

Como estaba tardando demasiado al cepillar la peluca, opté por hacerle un peinado, uno que me enseñó Julieta cuando llevaba una semana trabajando como chica.

Este consistía en hacer un cintillo con el cabello, de ese modo el desorden de mi peluca dejaría de importar al verme "peinada" y como mi cabello al mismo tiempo estaría suelto, las ondas que tenía le daban un toque bonito.

Cuándo bajé, el Coronel estaba desayunando junto a sus soldados, aunque sus ojos rápidamente se centraron en los míos cuando me vio.

—Desayunemos— me dijo abriendo mi silla para sentarme con ellos.

—Buenas tardes, muchachos— saludé al ver como estaban con la mirada fija en sus huevos con tocino.

—Hola, señorita Samantha— me saludaron todos al mismo tiempo, evitando mirarme.

Antes no le prestaba atención a esto, ni tampoco solía hablar con los soldados que acompañan al Coronel, creía que no duraría tanto, además pensaba que no les agradaba por el modo en el que desvían la mirada cada que me acerco, sin embargo, como el Coronel se alejó un instante para pedirle mi desayuno a las chicas del día, decidí tomarme el atrevimiento de preguntar.

—¿Qué ocurre? ¿Hice algo que los ofendió?

—Claro que no, señorita— respondió quién creo se llama Julio.

—¿Entonces por qué siempre bajan la mirada? Si les molesta mi presencia, puedo irme a otra mesa— ofrecí, arrastrando mi silla hacia atrás con la intención de alejarme.

—¡No! —dijeron todos al mismo tiempo.

—No lo haga, por favor— me pidió Julio— es sólo que, por decisión propia, decidimos no mirar a la chica del Coronel.

—Vaya tontería— dije riendo— no es como si el Coronel les vaya a quitar los ojos sólo por verme.

Ellos se miraron entre ellos y se rieron con cierto nerviosismo, animándose en el proceso a mirarme, mientras yo les sonría dulcemente.

—Muy bien, así está mejor— comenté segundos antes de que el Coronel se acercará y poco después me trajeron mi desayuno, de ese modo pude comer con ellos mientras el Coronel me hablaba sobre el sitio al que iríamos hoy.

—Si gustas, podemos pasar la tarde allí, ya sabes, tener un día de campo— sugirió.

—Claro, suena bien para mí— accedí con una sonrisa— por cierto, nunca oí sus nombres— comenté mirando a sus soldados.

—¿Qué? ¿Nunca se presentaron? —preguntó con extrañez el Coronel.

—No, tus soldados son bastante tímidos cuando se trata de mí— anuncié.

—Ya oyeron a la señorita, preséntense— les ordenó el Coronel.

—Mi nombre es Tony, señorita— se prestó uno de ellos, poniéndose de pie de inmediato y como si yo fuese un soldado de alto rango, me saludó al llevarse los dedos a la sien, para luego sentarse.

De AlquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora