CAPÍTULO 24

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎

「𝕷𝖆 𝖕𝖎𝖏𝖆𝖒𝖆𝖉𝖆」

Me remuevo lentamente en mi cama, sin ganas de levantarme. Tanteo a mi lado en busca de Steve, pero mi corazón da un vuelco al sentir el colchón vacío. Abro los ojos, mirando a mi alrededor, pero el castaño desapareció, al igual que su ropa que estaba en el piso.

Suspiro, levantándome y buscando un conjunto de ropa interior para ponerme, seguido de una vieja camiseta de mi padre y unos shorts de pijama, decido no cambiarme con la ropa del día así puedo darme una ducha antes de ir a trabajar.

Bajo las escaleras y puedo escuchar la voz de mi madre, a la vez que un rico olor a tostadas y tocino inunda mis fosas nasales. Me encuentro con mi padre en la mesa con su periódico.

—Hola, papá —sonrío, dejando un beso en su mejilla.

—Hola, cariño —responde antes de bajar el diario y mirarme fijamente— ¿Qué te dije de traer a ese amigo tuyo en la noche?

—Sabes que es mi novio, además no me gusta estar sola en la noche, es tu culpa por irte sin mí —contraataco, sentándome a su lado— De todos modos ya se fue, así que no tienes de qué preocuparte.

—¿Quién se fue?

Miro hacia la puerta de la cocina para encontrarme a Steve saliendo con un plato con tostadas y una taza de café caliente en sus manos. De pronto siento el alivio recorrer mi cuerpo, por un segundo pensé que lo de anoche fue algo del momento y que Steve seguía enojado conmigo.

—Creí que te habías ido —digo con una sonrisa.

—Lo siento, preciosa —responde, dejando las cosas frente a mí sobre la mesa— Solo desperté temprano y quise hacerte un desayuno, tu madre llegó justo a tiempo para evitar que incendie la casa.

Río despacio y él deja un beso en mi mejilla para luego sentarse a mi lado. Mi madre aparece por la cocina, trayendo waffles y tocino. Es genial poder comer sin que esté Érica para robarse todo.

Pruebo un pedazo de tocino y lo saboreo como si fuera la primera vez que como eso en mi vida. Miro a Steve asombrada mientras asiento con mi cabeza.

—¡No lo quemaste! —exclamo con sorpresa.

—Te lo dije, todo gracias a tu hermosa madre —sonríe él.

—No, no, no —interrumpe mi padre— Ya me robaste a mi hija, niño, mantente lejos de mi esposa.

Mi madre suelta una carcajada, tomando la mano de papá y entrelazando sus dedos.

—Nadie podría robarme de tí, cariño —sonríe ella— Eres el único hombre que siempre tendrá mi corazón.

𝙋𝙧𝙚𝙩𝙩𝙮 𝙄𝙣 𝙋𝙞𝙣𝙠 || Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora