CAPÍTULO 32

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐂𝐄

「𝕷𝖆 𝕻𝖆𝖓𝖉𝖎𝖑𝖑𝖆 𝕮𝖔𝖒𝖕𝖑𝖊𝖙𝖆」

Asomo mi cabeza por sobre la de Robin, intentando ver qué sucede. Debo admitir que me encuentro alegre al ver a la gente caminar por el centro comercial, realmente creí que me mantendrían en esa base rusa para siempre y no podría volver a ver la civilización humana.

—A mezclarse.

Tras las palabras de Dustin, los cinco salimos de nuestro escondite para comenzar a caminar entre la gente, aunque si somos realistas, dudo que los rusos tarden en reconocernos, es decir, somos tres adolescentes vestidos de marineros y dos de nosotros tenemos la cara hecha pedazos.

Luego de que los niños nos gritaran por habernos escapado del cine, nos decidimos por enjuagar nuestras bocas y rostros para no ser un completo asco y, lamentablemente, pude ver mi cara en el espejo. Tengo un corte atravesando mi ceja y mis mejillas están hinchadas y de un color rojo violáceo, ni hablar de mi labio el que parece haber pasado por una trituradora de lo dañado que está, en resúmen, estoy espantosa, muchísimo peor de lo que pensé.

Agacho mi cabeza, intentando pasar desapercibida entre toda la gente o, al menos, no llamar mucho la atención. Érica y Dustin comienzan a felicitarse a sí mismos por su "increíble" idea de mezclarnos entre la gente. Ja, como si nosotros no hubiéramos tenido la misma idea.

—Ahora lo único que queda es subir al autobús con estos mortales y hogar dulce hogar —sonríe el rizado.

—Uhm, ¿Dustin? —murmura Steve— No deberíamos ir a tu casa.

—¿Por qué?

—Bueno, quizás les haya dicho tu nombre completo...

Palmeo mi frente mentalmente, ya que si lo hiciera de verdad sería demasiado doloroso, pero en fin, había olvidado el pequeño gran detalle de que pusimos en peligro a nuestro pequeño amigo.

—¿Cómo pudiste? —susurra el rizado, al borde del pánico.

—Viejo, me drogaron —se justifica el mayor.

Ambos se enfrascan en una discusión al respecto a la cual honestamente no pongo mucha atención, ya que mis ojos están fijos en la escena frente a nosotros: en la salida de Starcourt se encuentran unos hombres rusos, los cuales se fijan de ver a todas y cada una de las personas que salen del lugar.

—Aborten —murmura el niño.

Los ojos de uno de los hombres se fijan en nosotros y rápidamente tomo la mano de Érica, dando media vuelta y comenzando a correr en la dirección opuesta. Llegamos a las escaleras eléctricas, pero estas no funcionan, por lo cual debemos deslizarnos por la parte metálica que separa una escalera de la otra.

𝙋𝙧𝙚𝙩𝙩𝙮 𝙄𝙣 𝙋𝙞𝙣𝙠 || Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora