CAPÍTULO 29

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐙

「𝕮𝖔𝖓𝖋𝖊𝖘𝖎𝖔𝖓𝖊𝖘」

Siento mi cabeza palpitar fuertemente, bueno, mi cabeza, mi rostro, mis piernas, mis costillas y todo mi cuerpo, en resúmen. Abro levemente los ojos, intentando acostumbrarlos a la luz que me rodea.

Me doy cuenta que ya no me encuentro en el piso de la habitación donde fui golpeada, ahora estoy atada de pies, manos y torso a una silla de metal, mis ojos teniendo vista de una pared.

Intento moverme, pero mi cuerpo está demasiado cansado como para responder. Suspiro, tirando mi cabeza hacia atrás, pero para mi sorpresa, choco contra algo duro que no se supone que esté en el respaldar de una silla.

—¿En serio, Robin? ¿Primero gritas y ahora golpeas mi cabeza?

Abro mucho los ojos al escuchar la voz de Steve, había olvidado que él fue amenazado y golpeado, ¿le habrán hecho algo? Una parte de mí temió que lo hayan asesinado, así que no puedo evitar sentir alivio al saber que sigue con vida.

—Yo no me moví —responde la voz de Robin.

Sonrío al escucharla, tal vez estamos muy jodidos y en una muy mala situación, pero al menos estamos juntos y vivos, sé que se nos puede ocurrir una forma de salir de aquí y, de todos modos, Dustin y Érica lograrán conseguirnos ayuda, eso lo doy por sentado.

—¿Steve? —murmuro, mi voz sale algo quebrada por la fuerza que tengo que hacer para emitir palabra.

—¿Alex?

Suelto una risa, sintiéndome feliz de tenerlo cerca, llevo mi cabeza hacia atrás nuevamente, apoyándola en su espalda, sintiendo el calor de su cuerpo en mi nuca y algunas partes de su cabello caer sobre mi cara.

—Alex, ¿te encuentras bien? —pregunta mi amiga.

Miro hacia la derecha, logrando tener visión de una parte de la espalda de la chica, lo que me hace notar que Steve y yo estamos atados espalda con espalda, mientras Robin está atada a un costado nuestro. Un cinturón negro rodea nuestros hombros y mis manos están atadas con soga sobre mi regazo.

—Mi cabeza palpita, mi cuerpo no responde a mis movimientos, mi boca tiene gusto a sangre y estoy casi segura de que tengo una costilla rota, pero más allá de eso estoy bien —respondo tranquilamente.

—La buena noticia es que les traerán un médico —anuncia ella.

Miro a mi alrededor, viendo el lugar casi vacío, lo único que hay además de nosotros es una mesa metálica con algunas herramientas encima, una silla de esas que hay cuando vas al dentista y mi rango de visión no me permite lograr ver si hay algo más.

𝙋𝙧𝙚𝙩𝙩𝙮 𝙄𝙣 𝙋𝙞𝙣𝙠 || Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora