Capitulo 17

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El día de volver a la mansión llegó, por eso todos nos encontrábamos en el avión. El dolor en el vientre que había sentido las veces pasadas se intensificó. Me esforcé por mantener la calma, pero el malestar era difícil de ignorar.

Nedim, sentado a mi lado, notó mi incomodidad.

—Ceren, ¿estás bien? —preguntó con preocupación en su voz.

Asentí débilmente, tratando de no alarmarlo.

—Sí, solo un poco de dolor. Probablemente es por el estrés del viaje —respondí, aunque no estaba tan segura de mis palabras.

Cenk, que estaba en un asiento cercano, escuchó nuestra conversación y se acercó.

—¿Necesitas algo, Ceren? ¿Quieres que llame a un médico cuando aterricemos? —preguntó, su preocupación evidente.

—No, estaré bien. Solo quiero llegar a casa y descansar —contesté, tratando de sonar convincente.

El resto del vuelo transcurrió en silencio, con Nedim y Cenk atentos a cualquier señal de que necesitara ayuda. Finalmente, aterrizamos y nos dirigimos a la mansión. Al llegar, Neriman nos recibió con su acostumbrada calidez, pero no pude evitar notar la preocupación en sus ojos cuando me vio.

—Bienvenida a casa, señorita Ceren. Todo está preparado para su comodidad —dijo Sevim, ofreciéndome un suave abrazo.

—Gracias, Neriman —respondí, agradecida por su presencia.

Cenk y Nedim me ayudaron a subir a mi habitación, donde encontré una nota de Cemre en la mesita de noche. La letra era inconfundible.

"Querida Ceren,

Sé que no ha sido fácil para ti, y lamento no haber estado ahí como debería. Pero quiero que sepas que siempre estaré a tu lado, pase lo que pase.

Con amor, Cemre"

La lectura de la nota me llenó de una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que, a pesar de todo, tenía el apoyo de mi hermana. Me recosté en la cama, tratando de relajarme y dejar que el dolor disminuyera.

Al poco tiempo, Nedim entró en la habitación con una taza de té.

—Aquí tienes, Ceren. Esto podría ayudarte a sentirte mejor —dijo, ofreciéndome la taza.

—Gracias, Nedim. No sé qué haría sin ti —respondí, tomando un sorbo del té caliente.

—No tienes que hacer esto sola. Todos estamos aquí para ti —dijo, sentándose a mi lado.

Mientras avanzaba el día, me di cuenta de que, a pesar de las tensiones y los desafíos, tenía un círculo de apoyo a mi alrededor. Con Cenk dispuesto a respetar mis límites, Nedim a mi lado, y el amor de Cemre, sentí que podía enfrentar lo que viniera. Sabía que debía cuidar de mí misma y del bebé, y con ellos a mi lado, tenía la fuerza para hacerlo.

Justo cuando empezaba a relajarme, un dolor agudo recorrió mi vientre, haciéndome gemir de dolor. Nedim saltó de la silla, alarmado.

—¡Ceren! ¿Estás bien? —preguntó, su voz llena de pánico.

—El dolor... está empeorando —logré decir entre respiraciones entrecortadas.

Nedim corrió a buscar a mi hermana, madre y abuela, quienes inmediatamente llamaron a un médico. Mientras esperábamos, sentí cómo el miedo se apoderaba de mí, pero la presencia de mi familia a mi lado me daba fuerzas.

—Ceren, respira hondo. El médico estará aquí pronto —dijo Cenk, sosteniendo mi mano, la verdad no se en que momento entro a la habitacion

—Vamos a superar esto juntos —añadió Nedim, su voz firme y tranquilizadora.

Sabía que, sin importar lo que ocurriera, no estaba sola. En ese momento, la puerta se abrió de golpe y Civan entró apresuradamente en la habitación, su rostro lleno de preocupación.

—Hermana, ¿qué ocurre? —fue lo primero que preguntó al verme.

Intenté sonreír para tranquilizarlo, aunque el dolor aún persistía.

—Solo un poco de dolor, Civan. Nada de qué preocuparse —mentí, queriendo evitar que se alarmara más de lo necesario.

Civan se acercó y me tomó de la mano, su mirada llena de angustia.

—¿Estás segura? ¿Hay algo que pueda hacer? —insistió, su voz temblorosa.

Antes de que pudiera responder, el médico llegó y empezó a examinarme con cuidado. Todos observaban en silencio, esperando su diagnóstico. El médico levantó la mirada y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.

—El bebé está bien. Parece que es solo estrés y fatiga acumulada. Necesitas descansar mucho, Ceren —dijo el médico.

Todos en la habitación soltaron un suspiro de alivio. Sentí cómo el peso del miedo comenzaba a desvanecerse, aunque sabía que debía cuidarme más.

—Gracias, doctor —dije, sintiéndome más tranquila.

—Descansa, hermana. Estoy aquí para ti —susurró Civan, apretando mi mano con cariño.

Mientras me recostaba y cerraba los ojos, rodeada por el amor y la preocupación de mi familia, me prometí a mí misma que haría todo lo posible por mantenerme fuerte y saludable, por el bien del bebé y por todos los que me querían.


Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora