Capítulo 35

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Me quedé de pie en el pasillo, incapaz de moverme, con una sensación de vacío apoderándose de mi interior. El frío del lugar contrastaba con el calor ardiente de la angustia que me quemaba por dentro. Mi teléfono vibró en mi bolsillo, sacándome brevemente de mis pensamientos. Era mi abuela.

—¿Cómo está todo? —preguntó, su voz tranquila pero con un toque de preocupación que no podía disimular.

Cerré los ojos, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con desbordarse. No quería preocuparla más de lo necesario.

—Complicado, abuela —murmuré—. Nedim está... retenido. Dicen que el abogado está en camino, pero no sé qué hacer.

—Hija, sé fuerte. Las tormentas más grandes pasan, y tú eres más fuerte de lo que crees. Nedim te necesita, y tu bebé también. Respira profundo y mantén la calma.

Asentí, aunque sabía que no podía verme, y dejé escapar un suspiro tembloroso.

—Gracias, abuela. Prometo que haré todo lo posible.

—Lo sé, cariño. Confío en ti. Llámame cuando sepas algo más.

Cuando colgué, levanté la mirada y vi al señor Agah regresar. Parecía más tenso que antes.

—¿Era el fiscal? —pregunté de inmediato.

Asintió. —Sí. Parece que las pruebas que tienen son circunstanciales, pero suficientes para mantenerlo aquí mientras investigan. Necesitamos un plan sólido y a alguien que pueda contrarrestar su argumento.

El peso de la situación volvió a caer sobre mis hombros. Miré hacia la puerta por la que se habían llevado a Nedim, deseando estar a su lado, aunque fuera solo para que supiera que no estaba solo.

—Voy a ir a ver a Şeniz en su habitacion del Hospital—dije de repente, sorprendiendo incluso al señor Agah.

—¿Şeniz? —repitió el señor Agah con una mezcla de sorpresa y desconfianza en su mirada—. ¿Por qué?

—Porque ella sabe la verdad. Nedim no la apuñaló, y estoy segura de que todo esto es otra de sus maquinaciones. Necesito sacarle la verdad, cueste lo que cueste.

El señor Agah me observó en silencio por un momento, como si evaluara la determinación en mi voz. Finalmente, asintió con un suspiro pesado.

—Hazlo. Pero ten cuidado, Şeniz no se rinde fácilmente. Si vas a enfrentarla, debes estar preparada para todo.

No necesitaba que me lo recordara. Şeniz siempre había sido astuta, calculadora, y capaz de manipular cualquier situación a su favor. Pero esta vez, no iba a permitir que destruyera la vida de Nedim con sus mentiras.

Cuando llegué al hospital, mis pasos resonaban con fuerza en los pasillos. Pregunté por la habitación de Şeniz y la encontré rápidamente. Frente a la puerta, inhalé profundamente, tratando de calmar los nervios que amenazaban con consumirme. Tenía que ser fuerte, por Nedim, por nuestro bebé... por mí.

Empujé la puerta con firmeza y entré. Allí estaba Şeniz, recostada en la cama, con una expresión de falsa fragilidad que solo ella podía interpretar tan bien. Cuando me vio, sus ojos se estrecharon ligeramente, como si supiera que no estaba allí para una simple visita de cortesía

—Ceren... —dijo, su voz suave pero cargada de veneno oculto—. Qué sorpresa verte aquí. ¿Vienes a asegurarte de que sobreviva al ataque de tu querido esposo?

—No juegues conmigo, Şeniz —dije, avanzando hacia ella—. Sabemos que Nedim no te apuñaló. Esto fue obra tuya. Todo esto es otro de tus malditos planes, ¿verdad?

Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora