Capítulo 34

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Habían pasado meses, y mi vida con Nedim y nuestro bebé era todo lo que siempre había anhelado. Sin embargo, ese día en especial, algo en mi corazón me decía que algo malo iba a pasar.

Nedim salió temprano hacia la empresa, como de costumbre, pero esta vez lo noté extraño. Su mirada evitaba la mía, y aunque intenté preguntarle si todo estaba bien, me respondió con una sonrisa forzada y un beso apresurado en la frente.

El día transcurrió con una inquietud constante en mi pecho. Mientras alimentaba al bebé, mi mente no dejaba de repasar cada detalle de esa breve despedida. ¿Había algo que me estaba ocultando?

Cuando cayó la tarde, el teléfono sonó. Por un instante, mi corazón se detuvo. Al otro lado de la línea, una voz desconocida pronunció el nombre de Nedim. Las palabras que siguieron hicieron que todo a mi alrededor se desmoronara.

—Nedim ha apuñalado a Şeniz en un hotel.

Por un momento, creí que había escuchado mal. Mi mente se negó a procesar aquellas palabras mientras apretaba el teléfono con fuerza.

—¿Cómo dice? —logré preguntar, con la voz temblorosa.

—Está detenido —continuó la voz, sin titubear—. Creí que debía saberlo antes de que lo escuchara por otros medios.

Colgué sin saber qué hacer. Mis manos temblaban y el peso de la noticia me aplastaba. Nedim, el hombre con quien había construido mi hogar, mi refugio, ahora estaba acusado de un acto tan atroz.

Miré a mi bebé, que dormía plácidamente, ajeno al caos que empezaba a envolvernos. Las preguntas comenzaron a inundar mi mente. ¿Qué había llevado a Nedim a algo tan extremo? ¿Era verdad? ¿O había algo más detrás de todo esto?

Sin pensarlo dos veces, tomé mi abrigo y llamé a mi abuela para que cuidara al bebé mientras iba a buscar respuestas. Mi corazón me decía que no todo era lo que parecía, pero la incertidumbre me consumía.

Al llegar a la estación de policía, lo primero que vi fue a Nedim siendo escoltado fuera del carro policial, rodeado por un enjambre de periodistas que lanzaban preguntas y destellos de cámaras. Su rostro estaba marcado por una mezcla de rabia contenida y angustia, y su ropa ligeramente desarreglada hacía que la escena pareciera aún más caótica.

 Su rostro estaba marcado por una mezcla de rabia contenida y angustia, y su ropa ligeramente desarreglada hacía que la escena pareciera aún más caótica

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Sin pensarlo dos veces, me abrí paso entre la multitud, empujando a quienes estuvieran en mi camino. Los flashes y los murmullos a mi alrededor se desvanecieron cuando finalmente lo vi a pocos metros.

 Los flashes y los murmullos a mi alrededor se desvanecieron cuando finalmente lo vi a pocos metros

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