Capítulo 25

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Al llegar a mi habitación, cerré la puerta con fuerza, como si con ese golpe pudiera desterrar el ruido del pasillo, la angustia en mi pecho y la confusión que llenaba mi mente. Cerré los ojos y me dejé caer lentamente contra la puerta, cuidando de no lastimar mi vientre, mientras sentía la presión de las lágrimas acumulándose, amenazando con desbordarse.

Me sentía agotada, emocional y físicamente, como si todas las fuerzas que me habían sostenido hasta ahora hubieran sido arrancadas de mi cuerpo. Apoyé una mano en mi abdomen, donde sentía a mi bebé moverse suavemente, recordándome que, a pesar de todo, no estaba sola. El latido de una nueva vida dentro de mí era lo único que me mantenía conectada a la realidad, el único ancla en medio de la tormenta que se desataba en mi interior.

Finalmente, dejé escapar un sollozo que había estado conteniendo, y las lágrimas comenzaron a caer, rodando por mis mejillas sin control. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo es que la vida, que una vez parecía tan llena de promesas, se había convertido en una maraña de mentiras y dolor?

Me arrastré hasta la cama, cada movimiento pesado y doloroso, y me dejé caer sobre las sábanas, abrazándome a una almohada como si fuera la única cosa en el mundo que me quedaba. Mi cuerpo temblaba con cada respiración, mientras las imágenes de Nedim y Cemre en el pasillo se repetían una y otra vez en mi mente.

El silencio en la habitación era abrumador, contrastando con el caos de mis pensamientos. Todo lo que había creído, todo en lo que había confiado, se desmoronaba. Las revelaciones de mi madre y la traición que sentía de parte de Nedim me dejaron en un vacío que no sabía cómo llenar.

Finalmente, dejé escapar un sollozo que había estado conteniendo, y las lágrimas comenzaron a caer, rodando por mis mejillas sin control. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo es que la vida, que una vez parecía tan llena de promesas, se había convertido en una maraña de mentiras y dolor?

Me arrastré hasta la cama, cada movimiento pesado y doloroso, y me dejé caer sobre las sábanas, abrazándome a una almohada como si fuera la única cosa en el mundo que me quedaba. Mi cuerpo temblaba con cada respiración, mientras las imágenes de Nedim y Cemre en el pasillo se repetían una y otra vez en mi mente.

Recordé la mirada en los ojos de Nedim, su desesperación al intentar explicarse, pero también recordé la cercanía entre ellos, la forma en que sus cuerpos casi se tocaban. Era un recordatorio cruel de que, a pesar de las palabras, había una conexión que no podía ignorar, una verdad que, aunque tratara de negar, estaba grabada en mi memoria.

Me hundí más en la almohada, deseando desaparecer, deseando que todo esto fuera un mal sueño del que pronto despertaría. Pero la realidad era implacable, y el peso de todo lo que había sucedido era imposible de ignorar.

Cerré los ojos con fuerza, tratando de encontrar un respiro, un momento de paz en medio de todo este caos. Sabía que no podía quedarme así para siempre, que eventualmente tendría que enfrentar la verdad, tomar decisiones y seguir adelante, por mi bien y por el de mi hijo. Pero en ese instante, lo único que quería era dejar de sentir, dejar de pensar, y simplemente encontrar un momento de descanso en medio de la tormenta.

Mientras intentaba calmarme, los pensamientos de mi abuela y mi madre volvían a mi mente. Las palabras de mi abuela, llenas de desprecio y juicio, me habían herido profundamente, y la revelación de mi madre solo había añadido una nueva capa de dolor. Ahora, comprendía por qué siempre había sentido que no encajaba, por qué siempre había sentido que, sin importar cuánto me esforzara, nunca sería suficiente.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Al principio, no quise responder, deseando que quienquiera que fuera se fuera y me dejara en paz. Pero los golpes continuaron, insistentes, hasta que finalmente me incorporé, limpiando las lágrimas de mis mejillas con el dorso de la mano.

Un Nuevo ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora