12. risotto italiano

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"¿Que te pasa?" fue lo primero que le dijo al verlo, con una mueca de confusión mientras lo escaneaba de arriba a abajo, deteniéndose durante unos segundos en sus brazos descubiertos y sus labios hinchados. Pero Martin estaba tan nervioso que no sabía ni que responder, no se había esperado encontrarse con él. Intentó mover los labios, pero no encontró nada que explicara porque se sentía tan desesperado. "Martin, ¿que pasa?"

"Es que yo..."

Nada, nada quería salir por su boca. Daba igual lo mucho que intentase gesticular con ayuda de sus manos, no había forma de decirlo en voz alta. Aún estaba en shock y a penas podía respirar. Se sentía asustado y avergonzado de que fuese Juanjo quién lo estuviera viendo en ese estado. Martin estaba vulnerable, y le daba miedo que el mayor se riera de él.

Sin embargo, lo que hizo el chico fue tirar de su brazo para adentrarlo en su casa, en dónde la calefacción le devolvió algo de color en las mejillas.

"Mierda, idiota, pareces un cubito de hielo. Quédate quieto, voy a por una chaqueta."

Juanjo subió las escaleras de dos en dos, cogiendo la primera prenda de ropa que pilló. Era una sudadera que usaba como pijama, y no le importó prestársela. Cuando volvió a bajar Martin seguía en la misma pose en la que lo había dejado. Respiraba muy rápido, y parecía que los brazos le pesaban mucho, porque los mantenía pegados a su cuerpo como con pegamento. Además, tenía la expresión arrugada, como si no pudiera dejar de pensar en algo.

Le puso la sudadera en silencio, y se asustó cuándo vio que el temblor de su cuerpo no paraba.

No sabía de dónde venía el vasco, ni que había podido pasarle para estar así. Lo único que tenía por seguro Juanjo es que jamás lo había visto en ese estado antes. Tampoco entendía que hacía ayudándole. Su papel no era ese.

Fue al cabo de unos minutos en silencio que Juanjo entendió que sus manos temblorosas no se encontrabas así a causa del frío. Martin parecía estar paralizado por otra cosa.

"Oye, me estás rayando. Dime ya lo que pasa."

Pero Martin hacía todo lo posible por rehuir su mirada, no parecía querer dar su brazo a torcer.

"¿Dónde está Ruslana?" dijo al cabo de un rato, su voz sonando inestable.

"Martin..."

"Dónde está Ruslana?" repitió.

"Ha ido al super a comprar lo que nos faltaba para la cena. Volverá en menos de una hora. ¿Quieres que la llame?"

El pequeño se lo pensó durante un rato, pero acabó por negar. Una vez más el silencio se hizo presente, pero parecía que a Martin ni si quiera le importaba. Su mente estaba muy lejos de ahí.

Juanjo rascó la parte de atrás de su cabeza, nervioso. No sabía cómo se debía actuar en ese tipo de situaciones, porque nunca nadie lo había consolado a él tampoco. Ni siquiera tenía una mínima idea de cómo debía empezar la conversación. De lo que sí estaba seguro, por el contrario, es que se le hacía incómodo ver a Martin en esa situación. Ya lo había experimentado el sábado pasado, y ahora volvía a sentirlo. Era raro, y prefería volver de nuevo a esa dinámica en la que simplemente se peleaban entre ellos y poco más. No sabía qué hacer para remediar el estado del vasco, eso no le daba bien.

Acabó por posar una mano sobre su brazo, con muchísima duda. El contacto físico pareció espabilar a Martin, que levantó la mirada del suelo para mirarle con los ojos bien abiertos. Juanjo nunca antes lo había tocado.

"¿Quieres un vaso de agua?"

"No."

"¿Y quieres hablar?"

Guilty as Sin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora