34. tener que contar la verdad

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Al contrario que los últimos días, ese martes el cielo había amanecido completamente encapotado y oscuro. Prometía ser de los días más fríos del mes, y él no veía el momento de que por fin llegase algo de calor, por mucho que odiara la idea que significaba que volviera a ser verano.

Martin intentó hacerse una bolita en su chaqueta, cubriéndose las orejas y el pelo con la capucha de su sudadera, notando aún la piel de sus manos completamente helada. Tal vez no le debería haber propuesto acompañarle al entrenamiento, pero llevaban todo el día de ayer sin verse y no había encontrado otra escusa lo suficientemente buena como para ver a Juanjo. Aunque pensándolo bien, no se sentía muy arrepentido de estar ahí viéndolo correr de un lado para otro por el campo de esa forma.

Era la única persona sentada en las gradas, así que eligió un sitio más o menos cerca para poder tener una buena visión de todo. Solamente esa pareja de ancianos y esa chica le hacían compañía, los primeros pareciendo animar a algún compañero de Juanjo y la otra distraída con su teléfono mientras esperaba a que el tiempo corriese, suspirando de vez en cuando.

El vasco intentó entender algo de lo que estaba pasando, pero se le hacía algo complicado. Tal vez era porque estaba distraído con la camiseta de manga corta empapada en sudor que llevaba el chico al que no podía parar de mirar, o lo mismo porque le era imposible concentrarse viéndolo con la respiración tan acelerada o el pelo completamente desordenado. Hacían ejercicios que apenas podía entender y no dejaban de moverse ni cuando había un cambio de dinámica. Martin pensaba en sí mismo cuando tenía clase de educación física y se sentía hasta abochornado.

Juanjo giraba la cabeza de vez en cuando para buscarle y él trataba de aparentar normalidad, sonriéndole para disimular. Sabía que no colaba, de todas formas, porque el mayor se comportaba como si supiera que tenía un par de ojos gigantes persiguiéndole todo el rato, comiéndoselo con la mirada incluso desde tan lejos. Tampoco era como si a Martin se le diera bien lo de disimular.

Recibió un mensaje de Paul preguntándole si le apetecía quedar esa tarde, y el le respondió que estaba ocupado, sin especificar en que. Las mentiras eran más fáciles incluso por mensaje. No pudo apartar la vista de la imagen frente a él durante mucho rato más.

La primera gota de agua le cayó a Juanjo justo cuando Lucas se acercó a palmearle el hombro, y en un principio hasta dudó de si aquello había sido producto de su imaginación o simplemente era el sudor bajándole por la frente. Fue la segunda lo que le hizo darse cuenta de que efectivamente había comenzado a llover. Su primer instinto fue cubrirse los ojos con la mano, sobre todo cuando de repente la lluvia pareció caer con repentina fuerza, he inmediatamente después girar el cuerpo en dirección a las gradas para buscar a Martin entre las pocas personas que habían asistido a ver el entrenamiento esa tarde.

Lo vio ponerse en pie, bajando por las escaleras y dirigiéndose a paso apresurado hacia algún lugar para cubrirse, siendo el bar junto al campo el único sitio al que podía ir. Desde la lejanía le vio hacer un gesto con la mano para indicarle que estaba bien, pero solo consiguió sentirse un poco más tranquilo cuando la voz de su entrenador se elevó para avisar de que podían ir a los vestuarios ya, olvidando que aún quedaban unos quince minutos para acabar la sesión de ese día. Su objetivo era llegar lo más rápido posible a las duchas, queriendo acabar cuanto antes para que el vasco no se resfriara ahí fuera.

Quiso matarlo, porque había sido su idea acompañarlo esa tarde, pero luego pensó en lo inevitablemente a gusto que se había sentido con él mirándolo desde las gradas y prefirió guardar el silencio. Por primera vez en mucho tiempo un entrenamiento no le había supuesto un completo reto. Hasta se había divertido cuando giraba la cabeza y lo pillaba tan embobado. No le importaba llevárselo con él de nuevo cada vez que hubiera algún partido o algo de ese estilo. Exceptuando, claro, que a esas cosas también solían asistir sus amigos y su familia. Mezclar sus dos mundos seguía siendo algo incompatible.

Guilty as Sin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora