CAPITULO 29

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SOMMER

Intento sacar lo más rápido que puedo Alessandro de la zona de piscinas. Queriendo alejarlo de todo aquello que lo lastima. No hace falta que me lo diga, pude verlo en sus ojos, en la rigidez de su cuerpo, como se le tensó todos los músculos del cuerpo, como apretaba tanto su mandíbula que tenia miedo de que se estuviera lastimando.

Después de todo lo que hemos pasado y el avance que hemos logrado. Puedo sentir que el Alessandro frio y distante de hace unas semanas atrás ha vuelto. Me muerdo el interior de la mejilla. Quiero gritar y asesinar a alguien por dañarme el maldito día, había comenzado tan bien, nos estábamos entendiendo, si bien no se ha abierto del todo con su vida, ha tenido un cambio significativo.

Contraigo los labios y sacudo la cabeza. Tengo un mal presentimiento. Algo me dice que mi burbuja se va a reventar en cualquier momento.

Llegamos al restaurante por fin, se nos acerca uno de los mozos y nos ubica en una de las mesas que están alejadas de los demás comensales. Alessandro se no ha dicho ni una sola palabra desde que nos alejamos de esas dos víboras ponzoñosas, está ido, pensativo.

No sé qué hacer, me muero por hacerle miles de preguntas, pero no quiero presionarlo tampoco. Sé que necesita espacio, tiempo para digerir todo lo que ha pasado.

Juego con mis manos, el ambiente ha cambiado por completo, se volvió incomodo, tenso. Mi corazón late en mi pecho, y me aguanto las nauseas que me invaden, el nudo en el estomago me deja sin aliento. La opresión en el pecho duele tanto que tengo que hacer un enorme esfuerzo por no echarme a llorar aquí.

Quiero al hombre de hace unas horas atrás de vuelta.

Al que me miraba con devoción, con amor, como si fuera el centro de su mundo.

Quiero que me regresen al hombre que adoraba mi cuerpo como si fuera su templo.

– Es mejor que nos vayamos de este lugar, no quiero que nos volvamos a encontrar con esas... - De un momento a otro la voz tensa de Alessandro rompe el incomodo silencio.

Se levanta tan rápido que la silla cae al piso, el estruendo retumba por todo el lugar, mi cara se enciende y puedo sentir como el rubor sube por todo mi cuello hasta llegar a mis mejillas. Abro los ojos sorprendida, mirando al hombre que me mira y no veo nada en esos hermosos ojos azules. Es la misma mirada, vacía, gélida, oscura.

Quiero que me hable, que me diga como se siente.

Me gustaría que confiara en mi, pero no quiero obligarlo hacer nada que no quiera. Tomo unas bocanadas de aire, me aclaro la garganta y empuño las manos en mi regazo.

Estaba tratando de luchar con la ira que amenazaba con hacerme explotar. Pero me cansé. Me cansé de que no me hable, de que no diga que pasa. Nunca sé que tiene el hombre en su cabeza, me mantiene fuera de sus muros y por mas que intento derribarlos, siempre hay un bache que echa todo mi trabajo abajo.

-¿Por qué debemos irnos? ¿Acaso hicimos algo malo? – Muerdo las palabras.

Necesito saber que es lo que mas lo atormenta. Si estas dispuesto a tener una relación con alguien debes tener en cuenta que la comunicación es indispensable, no puedes mantener a tu pareja en la oscuridad y creer que va a seguir a tu lado.

No puedes ayudar a alguien que simplemente se niega a recibir tu ayuda.

Alessandro me mira y frunce el ceño. Me fulmina con la mirada, me aterra la oscuridad y la tormenta que se gesta en esos pedazos de cielo que tiene por ojos.

– Sommer no estoy para lidiar ahora con tu rebeldía, así que por primera vez en tú puta vida ¿Me puedes hacer acaso? – Ladra.

Los ojos se encharcan. Nunca me había hablado así por más enojado que estuviera. Siento como los ojos se escuecen, pero me niego a bajar la cabeza y permitir que me hable de esa manera. Por muy enojado o lo que sea que esté en este momento no tiene derecho a tomarla conmigo.

ENAMORADA DE MI AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora