CAPITULO 17

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 SOMMER

— Alessandro, por favor, necesito que me toques— Suplico — Por favor, seré una buena chica, sólo por favor...

—Shh, shh, sé que quieres bajarte, nena. Lo se. Pero este es tu castigo, ¿recuerdas? — Su voz es dulce y lenta, como si yo fuera demasiado tonta para recordarlo — Los castigos tienen que doler. ¿Lo entiendes?

Quiero estrellarle la cabeza contra las baldosas del baño y también quiero follarlo.

—Sí, Señor — Mi voz es el más pequeño de los gemidos — Entiendo.

—Voy a azotarte ese clítoris necesitado que tienes — Gruñe, las palabras cayendo como piedras en mi vientre — Cinco bofetadas entre las piernas como castigo por elegir no meterte tú misma ese tapón. ¿Te parece justo?

Trago saliva, me sereno y digo en voz baja.

—Sí, Señor. Es justo.

Jesús, nunca me imaginé que esta cita se desarrollara de esta manera, pero me gusta y eso es lo que mas me aterra, que Alessandro me está condicionando para que lo desee en todo momento, es como si me estuviera domando.

—No puedo permitir que seas demasiado ruidosa. Pero por suerte para ti, me siento amable. Te ayudaré a mantenerte callada esta vez. Abre la boca — Me acerca algo a la cara y yo, obediente, abro la boca; sólo cuando me pasa la tela por los labios me doy cuenta de que me está amordazando con mis propias bragas.

La tela se siente gruesa sobre mi lengua, aun ligeramente húmeda con mis propios jugos. Gimo patéticamente, con el sonido amortiguado, y vuelvo a mirarle. Se ha quitado la chaqueta y la ha colgado en la puerta, dejando al descubierto sus brazos. Estira los dedos, un delgado anillo de oro blanco, y dice:

—Recuerda mantener las piernas abiertas o empezaré de nuevo con otros cinco azotes — Se acerca y su expresión pasa de cruel a sobria en un instante. —Y si necesitas usar tu palabra de seguridad, golpea la pared tres veces. ¿Lo recordarás? — Asiento rápidamente.

Empiezo a temblar, la expectación me atenazaba el vientre como una mordaza. Pensar en el aspecto que debo de tener, agachada y abierta de piernas, con el culo en pompa y el coño reluciente, es casi insoportable.

Y sin embargo...

No quiero que se detenga. Mi oído está en alerta máxima mientras espero el primer azote, mi cuerpo tenso, anticipando el sonido de la puerta del baño abriéndose de nuevo en cualquier momento. No habría forma de ocultar el sonido de mis azotes a cualquiera que entrara; aunque esté callada, el impacto de la mano de Alessandro no lo estaría. Oigo el movimiento de su brazo y, en una fracción de segundo, siento el punzante dolor de su palma al golpearme entre las piernas abiertas. Mi clítoris, ya hinchado y sensible por la necesidad, se enciende de dolor y mis rodillas casi se doblan, mi grito sofocado por las bragas en mi boca.

Alessandro espera a que me enderece y, en cuanto lo hago, me da la segunda bofetada. El sonido es demasiado fuerte, el dolor cosquillea e irradia desde el punto de contacto. Pero dentro de ese intenso dolor estaba el profundo placer de tener mi clítoris estimulado. Grito y me retuerzo, pero mi éxtasis va en aumento, apretándose como un nudo dentro de mí, con los músculos palpitantes. ¿Estaba a punto de llegar al orgasmo por los azotes de Alessandro? A la tercera bofetada, estoy segura de que así será; incluso cuando el dolor me hace deshacerme en gemidos sollozantes, aquel tenso placer sigue extendiéndose.

Hago un esfuerzo y me obligo a arquear el trasero hacia él, para que la siguiente bofetada me dé de lleno en el clítoris. El placer es innegable, pero el dolor me hizo caer de rodillas.

ENAMORADA DE MI AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora