Carlos Sainz nunca pensó que terminaría odiando su vida a los
treinta años.Nunca pensó que terminaría siendo dado de baja del Ejército con una herida de bala en el hombro y daños en los nervios de su brazo que terminaron con su carrera como cirujano. Nunca pensó que tendría una cojera psicosomática en su pierna que lo obligaría a caminar con un bastón, pesadillas nocturnas que lo harían parecer una década más viejo de lo que realmente era, y un caso más inconveniente de PTSD(*). Nunca pensó que se casaría con una omega que ni siquiera podía mirarlo a los ojos, después de sólo diez años de matrimonio.
Nunca pensó que acabaría como un veterano de guerra discapacitado con un título médico, enseñando biología
avanzada en una maldita universidad.Para ser justos, sin embargo, nunca pensó que tendría que dejar su vida en Madrid porque su Omega le fuera infiel repetidamente, tampoco.
Por eso estaba ahí en esa ciudad mediocre, después de todo; donde estaba demasiado lejos de Madrid para el estilo de vida constante y rápido al que está acostumbrado, pero lo suficientemente cerca para las visitas de fin de semana. Un nuevo comienzo, eso era lo que le había pedido a Rebecca. Una nueva vida para ellos. Si se alejaban de su trabajo, de sus denominados "amigos", y de todos los hombres con los que regularmente se acostaba, Carlos le había prometido que sus vidas mejorarían. Él estaría mejor.
Él se lo prometió.
Y, por algún milagro, ella había estado de acuerdo. Constantemente se preguntaba qué fue lo que finalmente la hizo cambiar de opinión. Ella podría haberse metido con el hombre equivocado y tenía una esposa enojada persiguiéndola; ella podría haberle dado a un hombre la impresión equivocada y él había esperado que ella dejara a su marido y comenzara una relación seria con él. Carlos no lo sabía y, francamente, no le importaba. Todo lo que él sabía era que ahora estaba atrapado en esa ciudad abandonada por Dios con una mujer que apenas soportaba estar a su lado.
Suspiró mientras apagaba su coche y abría la puerta, saliendo hacia el triste amanecer. La grava del aparcamiento estaba mojada y resbaladiza por la lluvia de la mañana; su bastón tanteaba la tierra primero para cerciorarse de que ésta estuviera firme en el lugar antes de que él apoyara su peso en él y comenzara a caminar. En algún lugar detrás de él, escuchó un grito y se volteó sólo para encontrar a Max Verstappen acercándose hacia él, agitando una mano ansiosamente y sonriendo ampliamente para una hora tan impía en un lunes por la mañana.
Max era casi lo único bueno en toda esa situación. Él y Carlos habían sido amigos desde que estuvieron en la universidad y se habían mantenido en contacto a través de los años. Cuando le dijo a Max sobre la situación con Rebecca y cómo pensaba que un traslado podría arreglar las cosas, Max había sido rápido para informarle acerca de una posición disponible en la escuela en la que éste trabajaba actualmente. Con el grado de médico y las credenciales de Carlos, éste ya tenía el trabajo casi asegurado, aunque tuviera que someterse a algunas preguntas particularmente incómodas sobre por qué iba a tomar un trabajo en un campo tan diferente de su título. No creía que decirle al director de la Universidad que su matrimonio estaba cayéndose a pedazos durante su entrevista de trabajo fuera una conversación adecuada relacionada con el trabajo, o que pensara que en una nueva ciudad donde no conocía a nadie evitaría que su vida se desmoronara completamente.
En realidad, no era asunto suyo.
—¿Estás emocionado por tu primer día?— pregunta Max cuando se encuentra con Carlos, depositando un brazo alrededor del hombre pelinegro y haciendo que Carlos se tambalee mientras intentaba no poner demasiado peso en su pierna derecha.
Carlos sólo le sonríe cortésmente y hace un vago sonido en la parte posterior de su garganta. En realidad no sabe cómo responder a la pregunta de Max, así que no dice nada. ¿Se supone que tendría que estar emocionado de estar ahí, en el fondo de lo que esencialmente se había convertido en el montón de basura que era su vida? Sin embargo, se queda en silencio, porque estaba agradecido con Max por haberlo ayudado. Si Max no hubiera hecho la oferta, Carlos probablemente todavía estaría atrapado en Madrid, siendo engañado por su esposa y manteniendo unas cuantas horas de trabajo extra porque todas las clínicas a su alrededor estaban completamente llenas y no buscaban contratar a nadie por tiempo completo. Un hospital ni siquiera lo vería dos veces una vez que pudieran leer su historia de vida y al alta médica del Ejército; Los casos de trastorno de estrés postraumático a largo plazo no eran exactamente lo que querían en un médico que se supone que estaba lo suficientemente capacitado para tomar decisiones de vida y muerte en un instante.
—Sé que no es nada parecido como a lo que estabas acostumbrado — Max le dice, descansando su brazo alrededor del hombro de Carlos de una manera tranquilizadora antes de dejar que el hombre de menor estatura se fuera,— pero este es un pueblo agradable y tranquilo y creo que realmente disfrutarás trabajar con los niños.
—Sí,— admitió Carlos sin entusiasmo. —Probablemente tengas razón.
Caminaron por el aparcamiento en silencio durante un rato, y el único sonido entre ellos era el constante golpeteo del bastón de Carlos contra el suelo húmedo antes de que Max se aclarara la garganta de repente.
—Sim embargo, hay algo que deberías saber acerca de tu
horario—le dice a Carlos, ignorando la mirada de su amigo tímidamente.Carlos frunce el ceño confundido, pensando en los bloques horarios y los cursos que tenía. Le habían dado todo, desde el primer semestre hasta el último, y el programa de educación de cada clase estaba hecho de acuerdo a cada curso. Había estado intentándolo para ser alguien sin experiencia previa en la enseñanza, pero había disfrutado del desafío, feliz de tener finalmente algo que le ocupara su mente desde que había sido dado de alta.
—¿Voy a tener que rehacer mi programa de clases?— Pregunta, algo aprensivo. Le había llevado un tiempo conseguir finalmente todo el material que quería enseñar y no creía que pudiera cambiar algo en tan poco tiempo.
Max sacudió la cabeza, todavía sin mirar a Carlos a los ojos. —No, nada de eso— lo tranquiliza. —Es que, uno de tus estudiantes, él...— Max se queda callado, y el ceño fruncido de Carlos crece. Él está seguro de que estaba contribuyendo a las líneas profundas que ya descansaban en su cara, pero era porque realmente no había sido capaz de relajarse en los últimos meses.
—¿Qué ocurre, Max? ¡Dilo ya, me estás poniendo nervioso!— Junto a él Max deja escapar una pequeña risa. —No es nada grave, en realidad. Es que hay un chico que va a la escuela aquí, se llama Charles Leclerc...y él es, bueno...es otra cosa.
— ¿Qué, como...?
—Dotado,— lo interrumpe — Brillante, pero completa y directamente extraño. Él, ah, no tiene exactamente muchos amigos, e incluso logró que algunos de los maestros -bueno, un gran número de maestros, en realidad- lo odiaran.
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Una pequeña probadita de la nueva historia.
[N/T] PTSD: la sílabas están en inglés y sería equivalente trastorno de estrés postraumático. En las personas que lo sufren son frecuentes las pesadillas que rememoran la experiencia trágica vivida en el pasado. Muchos veteranos de guerra lo sufren.Espero y le den su apoyo a esta nueva historia [ me costo mucho el buscar a la autora y obtener su aprobación]
❤️
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𝓛𝓾𝓬𝓲𝓭 ||ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ||
Fanfiction𝑺𝒊 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒆𝒈𝒖𝒊𝒎𝒐𝒔 𝒆𝒍 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐, 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒑𝒐𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒐ñ𝒂𝒓. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒕𝒐𝒅𝒂𝒗í𝒂 𝒆𝒔𝒕é 𝒍ú𝒄𝒊𝒅𝒐, 𝒎𝒆 𝒂𝒉𝒐𝒈𝒂𝒓é. 𝑨𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒅𝒆𝒍 𝒅í𝒂 𝒏𝒐𝒔 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒂 𝒆𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒔𝒕...