𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝒯𝓇𝑒𝒸𝑒

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Es tarde por la mañana, casi medio día, cuando Carlos puede regresar a donde Charles al día siguiente.

Rebecca se despierta temprano y hace el desayuno para ellos (algo que casi nunca hace en los fines de semana, hoy en día). El pelinegro sólo come toda la comida de su plato, comiendo hasta la última cosa en su mente. (*) Después, Rebecca le mantiene un poco más de tiempo con conversaciones sin sentido y pequeñas tareas domésticas.

Está nervioso e inquieto todo el tiempo, pero calcula que todo es para bien; que de todos modos, Charles necesita dormir tanto como pueda.

Cuando es capaz de salir de su casa, se detiene en la tienda de la esquina para comprar algunas cosas antes de llegar finalmente a la casa del omega. En el momento en que entra a la casa del menor, usando la llave que tomó de la habitación de Charles la noche anterior, el nombrado todavía duerme como muerto.

Sin embargo, lo despierta, porque sabe que el Castaño no necesitaba tantas horas de sueño como los demás, y demasiado descanso lo hacía sentirse enojado, con mareos y por lo general le daba un dolor de cabeza.

Lo despierta lentamente, murmurando suaves palabras y manos gentiles acariciándolo, y Charles sale de su sueño como si estuviera luchando para no tomar su jarabe. Abre los ojos con una sonrisa adormilada, Carlos se ríe entre dientes y le besa en la frente.

— Ve a ducharte. Hueles a sudor y té rancio — susurra contra el cabello sucio del menor. — Voy a prepararte el desayuno y lo vas a comer.

Charles refunfuña las quejas en voz alta, pero no discrepa, y se levanta de la cama para hacer lo que el alfa dice. Cuando entra en su cuarto de baño, sin siquiera molestarse en cerrar la puerta, Carlos sacude la cabeza con exasperación y se dirige hacia la cocina.

Una vez allí, tiene que caminar con cuidado por su camino para asegurarse de que no pondría nada en llamas mientras cocinaba - huevos, frijoles y salchichas con pan tostado, casi lo único que puede hacer sin quemarse. Está casi terminado en el momento en que el omega sale, luciendo bien descansado, limpio, con un color rosa en su cara, y fresco de su ducha en un par de pantalones de pijama y un viejo poleron desteñido.

El ojiazul hace el té en silencio mientras Carlos termina su desayuno y se sirven entre sí, colocando platos y tazas en la encimera mientras se ponen de pie para comer porque la mesa de la cocina está acaparada con todo tipo de escombros. El mayor piensa que es encantadoramente hogareño y le sonríe al omega, quien se sonroja en silencio.

Come su comida con gusto, ahora más hambriento que antes cuando estaba en casa con Rebecca.

También está feliz de ver que Charles coma la mayor parte de su comida, dejando los bordes de su tostada, pero comiendo el resto mantecoso que empapó en sus frijoles, y terminando la mayor parte de su salchicha excepto por los dos extremos. Sin embargo, hace a un lado sus huevos, e incluso las suaves reprimendas de Carlos no pueden conseguir que se los coma.

Sabe que el castaño no es un gran comensal y es exigente con la comida que come, así que no lo presiona demasiado. Él está contento de que el menor haya comido lo que hizo.

Carlos también compró muffins en la tienda, los de chocolate que le da a Charles ahora, y las barras de cereal que se las dará cuando se vaya. El omega se derrite ante la magdalena y se la come casi toda, mientras el alfa le sonríe cálidamente, y para cuando deja su plato casi vacío se queja de que está tan lleno que casi le duele el estómago.

Ahora que Charles está limpio y alimentado, Carlos piensa que se ve cien veces mejor, con la piel de un color rosa de apariencia saludable y los círculos oscuros y cansados bajo los ojos casi desaparecieron. Sabe, sin embargo, que el chico había puesto su cuerpo al límite, y que necesitaba descansar. Mira a través de la encimera de Charles, donde se han quedado comiendo su desayuno, y le pregunta:

𝓛𝓾𝓬𝓲𝓭 ||ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora