𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓥𝓮𝓲𝓷𝓽𝓲𝓭𝓸𝓼

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El viernes por la mañana, Carlos se despierta sintiéndose demasiado feliz y se dirige al baño para tomar su media pildora de supresores antes de que Rebecca le vea. Continúa preparándose para el trabajo como si fuera cualquier otro día, lavándose y vistiéndose completamente. A medida que se hace más tarde, nerviosamente comienza a mantener un ojo en su esposa y el otro en el reloj en su velador.

Mientras mira a Rebecca prepararse para irse, se da cuenta de repente de que no habían discutido en varios días, todo el tiempo que Charles había estado ausente.

Es nuevo y es extraño, pero también es tan, tan agradable.

Saber que no van a retomar una pelea anterior, inacabada cuando él llega a casa del trabajo por las tardes, o cuando se despierta por las mañanas, es algo que él no había experimentado en años. Ella le sonríe mientras termina de empacar, hablando felizmente de nada importante, y se da cuenta de que se ve más joven cuando sonríe de esa manera, más bonita.

Lo abraza antes de que se vaya y él la abraza.

Carlos es feliz, realmente feliz, de una manera que no había estado en años y también lo es ella, él puede verlo. No se detiene a pensar en el hecho de que son felices, sí, pero ciertamente no por el otro.

Pero eso no importa. Nada de eso importa hoy. Hoy no.

Después de que Rebecca se va, Carlos entra inmediatamente en su cuarto de baño y se coloca frente al espejo sobre el lavabo mientras empieza a sacarse su anillo de bodas. Éste se aferra a la piel desagradablemente, después de una década de ser usado. Sin embargo, sale eventualmente, aunque dolorosamente.

Mira fijamente el brillo oscurecido del objeto por un largo momento antes de tomar una respiración profunda y abrir el gabinete de la medicinas. Coloca cuidadosamente el anillo y cierra la puerta poniéndole seguro.

Seguidamente llama al trabajo diciendo estar enfermo, como él y Charles habían planeado. No mucho tiempo después hay un tímido golpeteo en su puerta, y se apresura en abrirla y deja que el adolescente entre antes de que cualquier vecino lo viera de pie en la entrada de la casa del Mayor.

Cuando cierra la puerta y la asegura detrás del ojiazul, los dos permanecen en silencio en la entrada mirándose el uno al otro. Ninguno de ellos sabe qué decirle al otro, y es incómodo de una manera que no había sido en mucho tiempo.

Carlos no sabe exactamente qué debe hacer -¿qué era lo que Charles quería que hiciera?

¿Deberían desayunar primero?

¿Debían sentarse y hablar sobre lo que iba a suceder? ¿O a Charles no le importaba nada de eso?

¿El omega quiere hacer esto de inmediato, y no seguir atrasándolo?

Lo mira y ve a Charles ruborizarse ligeramente, con la cabeza baja pero los ojos mirando al alfa tímidamente a través de esas largas pestañas.

Carlos siente un profundo deseo en él por Charles, que sólo había crecido durante el tiempo que habían estado separados y la decisión que había tomado sobre su esposa. De repente tiene la urgente necesidad de besar al Castaño, así que lo hace.

Piensa que es una buena forma de empezar, como cualquier otra.
Charles todavía sabe a la menta de su pasta de dientes, pero por debajo es un sabor que es todo él, algo suave y sutil que sabe a algo excitante.

Carlos hunde su lengua en la boca del ojiazul para probarla más. Levanta sus manos para cubrir los lados del rostro del omega para que no pueda alejarse, a pesar de que sabe que Charles no va a ninguna parte. Cae en él, contra el pecho del hombre, abriendo la boca y encontrando la lengua de éste con la suya, y su beso se hace húmedo, resbaladizo y desesperado.

𝓛𝓾𝓬𝓲𝓭 ||ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora