𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓒𝓪𝓽𝓸𝓻𝓬𝓮

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— Quédate un poco más,— le dice Charles al día siguiente mientras yacía sudado y desnudo encima de su cama.

Está sobre su estómago, sin prestar atención al desorden en su vientre que ahora está embarrando sobre las sábanas de
la cama.

Carlos se traga un suspiro mientras termina de vestirse, abotonando su pantalón. Había sabido que este día iba a llegar. Sin embargo, no puede decir que esté preparado para lidiar con ello.

— Sabes que no puedo,—  le dice, inclinándose para recoger la polera de Charles y los bóxers del suelo, arrojándoselos en la cama.

Tiene la sensación de que esto va a dirigirse por otro lado y realmente no quiere tener una disputa con el omega mientras el adolescente está desnudo.

— Te dije ayer que tengo planes con Rebecca.

— Cancélalos,—dice simplemente mientras se sienta en la cama y se pone la ropa, limpiando el resto de su semen con una esquina de las sábanas antes de deslizar la camiseta por su torso.

Luego se levanta rápidamente y sale de su dormitorio, dejando al alfa para que lo siguiera si quería seguir discutiendo con él.

Y, oh, como Carlos quiere seguir discutiendo con él. Frunce el ceño profundamente a espaldas del omega y lo sigue fuera de la habitación caminando a través del pasillo que va hacia la cocina. Sus tazas de té a medio beber que dejaron en la mañana están descansando en un pequeño espacio que Carlos había despejado de la mesa cuando llegó por primera vez y que desea como el infierno poder hacerse otra taza justo ahora.

— No puedo cancelar mis planes a última hora, Charles.

— ¿Por qué no? — pregunta mientras se detiene junto a la mesa y se deja caer en uno de los viejos asientos, mirando a Carlos pero de algún modo parecía como si estuviera mirando desde abajo de la nariz del hombre.

Carlos se pregunta si Charles sabe lo molesto que es.

— ¡Porque eso no es algo que los adultos hagan! — grita, al final.

Está cansado del omega tomándose libertades en su relación y está cansado de que Charles siempre se salga con la suya. El castaño necesita saber que Carlos no va a satisfacer todos sus caprichos y ahora parece un buen momento, como ningún otro, para demostrarle.

— Si hacemos compromisos con otras personas, por lo general tratamos de mantenerlos porque es lo educado y socialmente aceptable que hay que hacer,— le explica Carlos, frustrado con la pequeña rabieta de Charles.

— No puedo simplemente hacer una rabieta como lo estás haciendo tú y decir que no voy. Soy un adulto.

El pelinegro sabe que no es lo correcto. Lo sabe tan pronto como las palabras están fuera de su boca. Aprieta los labios, pero el daño ya ha sido hecho, las palabras están fuera y flotando en el aire súbito entre ellos como una nube mortal.

Durante mucho tiempo, el ojiazul sólo lo mira fijamente. Sus ojos han ido cambiando a un extraño color opaco en la luz brillante que se filtra a través de la ventana de la cocina y brilla sobre él por detrás, dejándole ver el pelo más castaño que de costumbre. Hace que su piel se vea mucho más pálida de lo que realmente es.

— ¿Es eso lo que estoy haciendo, entonces?— pregunta de repente, la voz peligrosamente suave. —¿Haciendo una rabieta, como un niño?

— No,— dicerápidamente. — No quise decir—

Charles se levanta de la mesa abruptamente, haciendo que todo el equipo de ciencia y sus tazas de té tiemblen violentamente. Agarra su té tibio y lo tira hacia el pecho de Carlos, asegurándose de salpicar su entrepierna también.

𝓛𝓾𝓬𝓲𝓭 ||ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora