𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓥𝓮𝓲𝓷𝓽𝓮

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— Adivina lo que la Dra. Stroll  me dijo hoy, — dice Rebecca amistosamente mientras cenan una noche, rompiendo el incómodo silencio que se había convertido en un huésped honorario en su mesa durante los últimos meses.

— ¿Qué te dijo? —Pregunta , su atención en su comida.

Se pregunta si Charles también estaba comiendo la cena en ese momento. Probablemente no. Carlos no cree haber visto al niño comer más que una galleta la cuál no haya sido obligado a comer, y mucho menos una comida saludable.

Rebecca aclara su garganta de una manera nerviosa y trata de sonar indiferente.

— Hay una conferencia de medicina en Nita en dos semanas más y ella dice que quiere llevarme junto con ella.— El tenedor de Rebecca hace un ruido estridente mientras lo mueve por el fondo de su plato.

Carlos la mira por primera vez desde que se había sentado a cenar con ella.

Y ella está sutilmente evitando su mirada y prestando demasiada atención a su comida, pero aparte de eso parece perfectamente consciente de su pedido. Si  no estuviera tan acostumbrado a que le mintieran durante la mayoría de su relación, tal vez ni siquiera notaría que algo andaba mal.

Pero lo nota.

Él sabe que no es realmente una conferencia médica a lo que ella iría. Siempre había sabido decir cuando le mentía, y sabía que en ese momento estaba mintiendo; es obvio (como diría Charles).

Normalmente, en ese momento de su conversación, la acusaría de mentir y de un engaño para luego comenzar una pelea. Ahora, sin embargo, se encontraba tratando de contener una sonrisa feliz mientras ella mentía entre dientes hablando sobre lo ocupados que iban a estar en la conferencia, por lo que si él la llamaba probablemente no sería capaz de
contestar.

Sin embargo, al español no le importa. En todo lo que su mente se centra es en el hecho de que si ella se iba por un fin de semana entero, significaba que él podría tener a su omega durante dos días enteros. Él podría dormir con Charles en la noche después de que pasaran la tarde juntos y no tendría que preocuparse del menor mientras se escapaba de su casa antes del amanecer. Carlos podría llevar al adolescente a su propia cama; esa cama que era más grande, más cómoda y probablemente más higiénica que la que habían estado utilizando en la habitación del chico todo ese tiempo. Podría tomar su tiempo con el omega, y acostarse con él durante horas, disfrutando del resplandor post-coital después de hacer el amor.

Un millón de ideas y un millón de escenarios se reproducen en la cabeza del pelinegro hasta que finalmente realiza en uno, tan obvio que se siente como un idiota por no pensar en ello inmediatamente.

Finalmente podrían tener relaciones sexuales. Sexo real, penetración. Era el momento perfecto, la forma en que Carlos había imaginado que eventualmente tomaría a Charles.

Lento, exhaustivamente, sin el miedo de ser atrapado por el padre ebrio del omega irrumpiendo en casa.

Podía tomar su tiempo preparando al ojiazul; podía pasarse haciendo eso toda la noche si lo quería. Y después, no tendría que irse y Charles no tendría que escabullirse por una ventana.

Era perfecto. Absolutamente perfecto.

[...]

Cuando carlos sale del baño del adolescente al día siguiente, limpio y presentable una vez más, es frente a un Charles vestido con una bata sentado frente al microscopio de su escritorio, hablándole a la habitación vacía.

— ... pero el peso atómico del nitrógeno no puede explicar la diferencia de resultados. Simplemente no tiene sentido.

— ¿Er, Charles?— dice, mirando alrededor de la habitación en caso de que se hubiera perdido de algo y hubiera alguien más allí. Algo extremadamente improbable, pero nunca se sabía con Charles Leclerc. — ¿Con quién estás hablando?

𝓛𝓾𝓬𝓲𝓭 ||ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora