Void, void, void |Sterek| EDITANDO

trentacinque

Mirar el atardecer es genial, sobretodo cuando lo haces con una persona a la que quieres muchísimo.

Stiles pensaba que Derek se veía precioso con todos aquello colores pintando su rostro; el amarillo, el anaranjado, y el rojo contrastaba de manera perfecta con su piel ligeramente tostada por el sol... y el solo podía pensar en lo bonito que Derek Hale era, nada más allá de eso, simplemente le parecía el ser humano más lindo que podía existir.

Una hermosa sonrisa adornaba el rostro del mayor, y el castaño estaba absolutamente encantado con ella.

Sentía este cálido sentimiento en su pecho, expandiéndose por todo su cuerpo, y un suave cosquilleo en el estómago. Nunca pensó que sus sentimientos fueran recíprocos, de ninguna manera.

Imaginó todos los escenarios posibles, con el confesándole sus sentimiento y con el lobo rechazándole de una manera sutil, pero devastadoramente cruel a la vez (porque no era lo suficientemente malo como para destrozarlo, pero si lo suficiente para herirlo). Incluso imaginó que el chico se quedaba en México con aquella bonita mercenaria y nunca volvía, entonces el se veía obligado a callar todo lo que sentía por el y a continuar su vida como si nada pasase.

Sin embargo, jamás se imaginó que correspondería a lo que el sentía, y mucho menos que estaría junto a el, en el techo de su casa, sentado sobre múltiples almohadones y mantas, abrazándole y dándole pequeños besitos de vez en cuando, mientras ambos observaban la salida del sol.

Nunca lo había imaginado, pero ahora que lo tenía, y que no era solo una simple fantasía... ahora que tenía a Derek a su lado, se sentía la persona más feliz del planeta tierra. ¿Qué dice?, de toda la galaxia entera.

Aunque estaba esta espinita que lo hacía sentirse extraño.

Se sentía bien, realmente feliz, pero... también se sentía un poco mal.

Jamás pensó que el podía estar de esa manera con el lobo. Más allá de su imaginar muchísimas veces que el lo rechazaría de la peor forma, y que nada entre ellos sucedería fuera de su cabeza. Iba mucho más allá de eso, porque...

Porque sentía que no merecía nada de eso. Porque había hecho todas estas cosas malas y él... el se sentía tan horrible.

Todas estas cosas que había hecho el nogitsune con su cuerpo, con sus manos... a todas esas personas que asesinó de manera cruel, fría y despiadada; a aquellas que conocía, como Allison, Aiden y Cora. O como a Isabella, la hija de un compañero de trabajo de su padre, con la que solía hablar cuando estaba en la estación y su padre tenía mucho trabajo, al igual que el de ella.

A todas esas personas que conocía en la escuela. A esas que conocía en el hospital, por pasar la mitad de su vida ahí gracias a su TDAH y por lo de su madre, o por estar ahí con el que solía ser su mejor amigo, para visitar a Melissa, la que era como su segunda madre.

Se le revolvía el estómago al nada más pensar que todas esas personas vieron SU rostro antes de morir, que estuvieron horrorizadas y confundidas, que se preguntarían ¿por qué Stiles está haciéndome esto? ¿por qué está haciéndome daño?

Y no sentía para nada que merecía esa repentina felicidad. No merecía ser feliz de esa manera, no cuando, a pesar de saber que no fue su culpa, había arrancado tantas vidas con sus manos. Había despojado a esas personas de sus sueños, de sus vidas... de su felicidad.

No podía evitar mirar sus manos y pensar que estaban sucias, que tenía que limpiarlas a pesar de verlas completamente blancas y sin ningún rastro de mugre en ellas. Porque ellas tenían tanta sangre a pesar de estar limpias, ellas se habían llevado tantas vidas...