CAPÍTULO 11

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Fue casi doloroso abrir los ojos, como si alguien los hubiera pegado con algún tipo de adhesivo, ardían por la noche llena de lágrimas y las pocas horas de sueño incomodo. Un brazo muy tatuado y fuerte rodeaba mi cintura por debajo de mi sudadera pegándome con fuerza al costado de Damian, podía escuchar el compás de su corazón relajado, sumido en un profundo sueño. Podría despertar así siempre y sería feliz.

Aunque no en una camilla de hospital, claro está.

Cuando extendí mis extremidades sentí como estaban entumecidas. Aunque dormí como bebé en los brazos de Damian, la tensión y el estrés del día anterior me estaban cobrando factura. Intenté moverme lentamente para no despertarlo, pero no lo logré. Se removió con un gemido y batio sus pestañas un par de veces para enfocar.

– Esta sí es una excelente manera de despertar. – Dijo, mientras yo me incorporaba, sentándome en la camilla.

– Habla por ti. Me duele todo el cuerpo y el cuello me está matando. – moví cuello de un lado a otro con una mueca de dolor. – ¿Cómo te sientes? La enfermera dijo que pasaría por la mañana a revisarte y darnos indicaciones de tus cuidados.

– Me duele un poco la cabeza y las costillas. Nada de qué preocuparse, dulzura. Parece que a la que le dieron la golpiza fue a ti.

¡No había pensado en lo horrible que debo verme!

Abrí los ojos como platos y bajé de la camilla de un salto, dirigiéndome al baño. Me miré en el espejo que estaba sobre el lavamanos. Mi cabello se había vuelto un nido sobre mi cabeza, tenía los ojos hinchadísimos, inyectados con sangre y la cara enrojecida.

¡Parezco un espanta pájaros! – grité. Escuché la risa de Damian desde la camilla.

Acomodé como pude mi cabello en un moño mucho mejor hecho, lavé mi cara y tomé uno de los cepillos nuevos que siempre había en este lavabo y cepillé mis dientes. Escuché a mi estomago rugir.

Genial, igual de imprudente que su dueña.

Me avergonzaba ser la damisela en aprietos que aunque su amigo está convaleciente, deben preocuparse por sus necesidades. Ya comería llegando a casa.

Al salir del baño me encontré con Tonny y Darren sentados en el sillón y en frente de ellos, sobre la mesa de cristal, había unos desechables con emparedados. Se me hizo la boca agua y me dirigi a ellos como un mosquito a la luz.

– Buenos días, muñeca. Traje algo de desayunar mientras esperamos a la enfermera. – dijo Darren señalando los emparedados.

Nunca había amado tanto a Darren en mi vida.

Podría casarme contigo en este momento. – dije mientras me precipitaba a tomar uno de los desechables.

– Vaya, un emparedado y ya se olvidó que ayer casi muero en batalla. Toma, este es el tuyo. –Dijo Damian desde la camilla Me extendió un desechable que tenía en las manos, lo tomé y al mirar su contenido mi corazón se detuvo por un segundo.

Le había quitado las orillas al pan de mi emparedado. Algo pesado y caliente se alojó entre mis costillas. Lo miré sorprendida y él solo me guiño un ojo con sus labios tirando por las comisuras.

No podía evitar lo que sentía cuando estaba cerca de Damian. Pero ¿No podría hacérmelo más fácil siendo menos perfecto, indiferente o adicto al crack? No, tenía que ser el hombre más sexy, inteligente, guapo, dulce, atento y sin miedo a reconocer lo que siente. No me está dejando nada fácil esto de mantener distancia de él.

La enfermera llego unos veinte minutos después. Revisó a Damian de pies a cabeza asegurándose de que los golpes no habían pasado a mayores. Le dio estrictas indicaciones de no pelear por, al menos, un mes debido a las contusiones en su cabeza.

MANTENTE LEJOS DE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora