PARTE 2: VUELVE A MI.

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Seis meses después...

–¿Me estas escuchando? – preguntó julia, sentada frente a mí con los ojos entrecerrados atrayéndome al presente.

– Lo siento – dije mientras giraba la cabeza. Me atravesó con sus preciosos ojos color chocolate. Tomó una papa frita del centro de la mesa donde compartíamos el almuerzo y lo metió a su boca.

– ¿Otra vez perdida en tus pensamientos?

Asentí con la cabeza sin la intención de mentirle a mi amiga.

– No dormí bien anoche y las clases están siendo una pesadilla – confesé omitiendo lo más importante.

No había dormido nada porque Susan llegó a casa a mitad de la noche gritando y derrumbado todo a su paso, me sacó de la cama tomándome por el cabello y me llevo a rastras hasta mi bolso para que vaciara su contenido en busca de algún centavo que pudiera gastar. Después de eso se fue hecha una furia, se encerró en su habitación y no volvió a salir de ahí. Sali de esa casa una hora antes de que mis clases comenzaran solo con la intención de no toparme con ella una vez que despertara así que caminé al campus. Estoy jodidamente cansada física y emocionalmente.

Juls hace una mueca de desagrado al entender el trasfondo y arrastra las papas fritas por la mesa hacia mí, refunfuña una maldición cuando me ve negar.

– ¡Por dios, mujer! Tienes que comer algo. Estas en los huesos y la mente no funciona bien cuando no te alimentas – Mueve el pequeño plato rebosante frente a mí y después de un suspiro acepto y como una papa frita. Se recargó en su asiento con una sonrisa, conforme con lo que logró.

– Te lo pagaré – prometo sin mirarla.

– No. No lo harás si no quieres que te escupa en la cara.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Por eso la amo, porque a pesar de que esté teniendo un día de mierda ella sabe cómo hacerme sonreír. Alzo mis brazos para apretar la coleta que ata mi enmarañado cabello y cuando los bajo la sudadera holgada que llevo puesta se abre por la mitad y resbala por mis hombros que están desnudos por el top de tirantes que llevo debajo. La sonrisa de Juls se evapora y su rostro se ensombrece mientras sus ojos están fijos en mi hombro derecho. Suelto una maldición mientras acomodo a toda velocidad el cuello de mi sudadera, sin embargo sé que es demasiado tarde. Ella ya había visto el enorme moretón que había ahí. Me abracé a mí misma sintiéndome expuesta aún que solo vio una de las muchas marcas y rasguños que cubría detrás de mi ropa.

– Em...

– Déjalo – exijo tajante con los dientes apretados y la vergüenza burbujeando en la boca del estómago.

Julia negó con la cabeza, se inclinó hacia mí por encima de la mesa, tomó mi mano con la suya y le dio un ligero apretón. Pude ver como su labio temblaba lo que hizo que mi estomago se revolviera.

– No puedes seguir viviendo así. – dijo en un susurro para que nadie más en la cafetería nos escuchara. – Si no te defiendes, un día de estos va a matarte.

– Juls, por favor, déjalo – rogué, en verdad supliqué que no mencionara nada.

– ¡No! – dio un golpe a la mesa que atrajo la mirada de todos los estudiantes que comían el almuerzo en la cafetería y mi ansiedad se disparó al ser el centro de atención.

Después de volver a San Diego y de presentarme ante Susan como una hija doblegada. Me permitió inscribirme a la universidad local, donde iría Julia. A Susan no le interesa si yo estudio o no, lo único que le importa es tenerme a su merced, que yo sea esa compañía que se asegurará de que no muera de una sobredosis y con quien descargar su ira cada vez que un frasco de pastillas se vacía. Me inscribí en la carrera de derecho y aunque la universidad no es ni la mitad de grande de lo que era mi anterior colegio ni la maravillosa institución a la alguna vez soñé con ir, no está mal. Al menos tengo a Juls conmigo y eso me hace sentirme menos sola.

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