VUELVE A MI. CAP. 4

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Susan regresó a la casa dos días después. Su rostro era de pura felicidad y cantaba mientras se paseaba por la casa con ropa nueva y llena de bolsas de marcas caras entre los brazos. La evité a toda costa hasta que creí que me iba a desmayar de hambre y me vi obligada a salir de mi habitación. Ella estaba en la cocina con un cigarrillo prendido tecleando algo en su celular nuevo.

Su rostro se contrajo en disgusto cuando vio el mío hecho trizas, se acercó a mí con su mirada cargada en lastima como si de verdad se preocupara. Quise escupirle cuando paso su mano por mis heridas, pero el trauma de lo que había pasado estaba fresco y mi cuerpo se congeló por mera auto conservación.

– Esto no se mejorará este fin de semana – se mordió el labio inferior y una sonrisa deslumbrante me hizo querer ahorcarla – Le diré a Dimitri que vayamos a comprarte una base de maquillaje que lo cubra. Te traeré la mejor marca, todo lo que necesitas para quedar como nueva.

Hablaba de mi como si fuera un maldito auto en reparación y no como a su hija a la que había dejado desmayada y mal herida mientras se iba con Dimitri, el cual asumo es su nuevo y adinerado amante, responsable de todas esas compras costosas y ropa de marca.

Paso por mi lado con el celular en la oreja, contoneándose como si fuera la mujer más feliz del mundo. Antes de entrar a su habitación me miró por encima del hombro.

– Dejé algo para ti en la cocina. Te veré mañana.

Gire hacia la mesa del comedor en donde había una bolsa de papel con el logotipo del que era mi restaurante de sushi favorito y a su lado un par de cajitas con medicamentos para la gripe y des inflamatorios.

Mis hombros perdieron su fuerza y decidí tomar todo lo que ella había dejado en cuanto escuché a mi estomago reclamar. Hace un par de días tal vez hubiera luchado contra ella y le habría hecho saber que todo fue directo a cesto de la basura, sin embargo, ya había dejado de luchar.

...

Tome otro poco de sopa de pollo con la cuchara, evité coger el pollo o alguna verdura que me obligara a masticar, solo el insípido caldo y lo metí a mi boca sorbiendo un poco. Habían pasado cuatro días de la golpiza de Susan. Del día en que algo en mi se rompió. Perdí cualquier esperanza en un futuro, es como si la oscuridad por fin le hubiera ganado a todo dentro de mí y aceptara que esto es lo que me tocó vivir hasta que Susan acabe conmigo o con ella misma.

La cafetería de la escuela se encontraba casi vacía. Yo me escondía detrás de mi sudadera color azul, extra grande y con los lentes que Juls me regaló el día que estuve en su casa. Las marcas en mi rostro se habían vuelto de un color verdoso y los cortes estaban sanando. Las migrañas no habían desaparecido, pero había aprendido a ignorarlas.

Estaba a punto de dar otro sorbo a mi sopa cuando una voz conocida me hizo levantar la cabeza de golpe y marearme en el proceso.

– Em, por dios, que gusto verte – el hombre rubio y desgarbado con ojos que te hacían derretirte y sonrisa de un millón de dólares se acercó a mi tan impecable como siempre.

Cerré los ojos unos segundos intentando que mi super poder al fin saliera a relucir y lo desapareciera de mi vista. No odiaba a Sean, ni siquiera me había acordado de él más que las pocas veces que lo vi a lo lejos en el campus. Era mi incapacidad de mantener una conversación sin marearme lo que hacía que quisiera huir.

– Hola extraño – dije revolviendo mi sopa con la cuchara. Hizo una mueca de desconcierto cuando notó que no iba a ponerme de pie para saludarlo o estrujarlo entre mis brazos. Casi me hace reír el hecho de que esperara eso después de como terminaron las cosas.

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