CAPÍTULO 3

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Llegamos al estacionamiento del colegio, papá detuvo el auto justo en frente de la entrada.

Miré por la ventana del copiloto abriendo los ojos con admiración y ahogando un grito de emoción.

– ¡Es enorme! – exclamé girando la cabeza hacia mi padre y volviendo a mirar por la ventana el imponente edificio de ladrillos perfectamente barnizados y jardines sacados de un cuento – siento que entraré y habrá estudiantes cantando y bailando coreografías encima de las mesas de la cafetería como en las películas.

Papá soltó una carcajada y una nueva ola de felicidad me arremete.

– Si eso ocurre no dudes en decírmelo. Pago mucho dinero para que tus dos pies izquierdos y esa voz chillona lo desaprovechen.

– ¡Hey! Bailo perfectamente bien. – sonreí maliciosamente – nunca nadie se ha quejado de mis caderas al bailar.

Borró esa sonrisa burlona de golpe dejando a cambio una mueca de asombro y disgusto.

– ¡EMMA MARTIN! ¿DONDE CARAJOS QUEDÓ TU PUDOR?

Me incliné rápidamente besando su mejilla mientras que con mi mano abría la puerta de su muy nuevo BMW platinado, bajé de un brinco dejándolo sin tiempo de reprenderme por mis comentarios cínicos.

Estaba a punto de entrar cuando paré en seco con mis talones permitiéndome admirar el edificio por fuera.

–¡Wow! – susurré mirando hacia arriba.

– ¡Buen día, señorita Martin! – dijo una voz delante de mí. Fijé la mirada en el señor regordete, con pelo canoso y una cara totalmente amistosa que estaba de pie justo en la entrada del edificio. – Soy el director Raymond Towers. – dio unos pasos acercándose para estrechar nuestras manos – Bienvenida a Torrance High School, es un placer recibirla como estudiante. Aunque, a decir verdad, me sorprende que haya decidido ingresar a la mitad de su último ciclo escolar.

Este gordito quería obtener información que, claramente lo mataba de curiosidad.

Sonríe Emma.

– El placer es mío director Towers. – sonrisa reluciente a la vista – tengo entendido que mi padre se encargó de darle todos los detalles de mi llegada.

Carraspeó soltando mi mano

– ¡Por supuesto! – me miró fingiendo un poco de tristeza – es una pena que su padre trasladara su firma de abogados a Los Ángeles obligándola a dejar su ciudad natal.

Un nuevo intento de que esclarezca esos huecos que mi padre debió dejar al dar poca información de mi traslado urgente.

– Me gustan los cambios – levanté mis hombros – significan nuevas oportunidades de mejorar.

El director me sonrió satisfecho por mi respuesta para después indicarme que lo siguiera a su oficina.

– Aquí tiene el horario de clases. – Me extendió una hoja de papel impresa por encima de su escritorio que tomé educadamente – Ahora, sígame, la llevaré a su primera clase.

Extendí la hoja frente a mi mientras caminaba detrás del director, leyendo su contenido.

Lo que me faltaba... Álgebra en mi primera clase.

Ruedo los ojos y maldigo por lo bajo siguiendo al señor Towers por los pasillos y entrando a un salón de clases bastante grande con al menos 30 mesas individuales de madera con sillas acolchonadas color negro.

– Buenos días, señor Claus, ella es Emma Martin nuestra estudiante de nuevo ingreso. – Dice el director a un hombre que deduzco es el profesor. Un hombre alto, delgado, cabello castaño oscuro, piel bastante blanca, con anteojos que me recuerdan a los de Harry Potter.

MANTENTE LEJOS DE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora