VUELVE A MÍ. CAP. 2

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Estaba a punto de salir de la casa con mi mochila colgada al hombro cuando el sonido de un claxon sonó desde afuera. Sonreí al reconocerlo de inmediato y abrí la puerta para encontrar a Julia en su Sedan blanco frente a la acera. Me sonrió de regreso y ladeó la cabeza como si dijera "no te dejaré ir caminando a clases". Lo agradecí infinitamente ya que mis músculos seguían doloridos y tensos.

– Súbete perra, vamos a conquistar el mundo – gritó desde el asiento del conductor y solté una carcajada. Sus ojos se posaron detrás de mí y su sonrisa se congelo en una mueca tensa – Hola Susan ¿Qué tal te va?

Sentí la presencia detrás de mí y su perfume demasiado dulce me revolvió el estómago. Un escalofrió me recorrió desde la nuca hasta la espalda baja y di un paso hacia atrás para quedar a su lado. Mucho más seguro que tenerla a mis espaldas donde no puedo anticipar sus movimientos.

Susan seguía en su pijama de franela azul a cuadros, llevaba un moño desordenado sobre su cabeza y apestaba a las secuelas de su noche de whisky. Le sonrió a mi amiga con amabilidad y la saludo con la mano con demasiada euforia por que de verdad se alegraba de verla. Para Susan, Juls nunca fue una amenaza. Mi amiga se había encargado desde que éramos pequeñas de navegar a su alrededor como la chica hueca y feliz que no se daba cuenta de nada y que la quería como una madre así que jamás sintió que ella pudiera empujarme a alejarme de ella o notara lo que de verdad pasaba dentro. Estaba tan equivocada.

Mi mejor amiga sabia absolutamente todo, sin embargo, su misión conmigo era consolarme y estar a mi lado en los días malos. Fue la primera en resentir mi ausencia y aun así, me hizo jurarle que jamás regresaría. Ella sufría por mi como si se lo hicieran a ella misma, pero había encontrado la manera de estar a mi lado sin que Susan la alejara mientras por lo bajo me protegía. Le debía tanto a esa chica.

– ¡Hola Juls! ¿Muy bien y a ti? ¿Qué tal tus padres? – preguntó con esa voz chillona que me hacía estremecer. La sonrisa de Julia flaqueo un milisegundo y parpadeo para poder concentrarse en no dejar ver su odio hacia Susan.

– ¡Todos estamos bien! Disculpa que no pueda quedarme a platicar, pero debemos irnos o perderemos la primera clase – esa fue mi señal para salir corriendo del lado de Susan y subirme a toda prisa al asiento del conductor. – Por cierto, mi madre ha invitado a comer a Em, espero que no te importe

Ahora fue la sonrisa de mi madre la que se congeló.

– No, por supuesto que no. Pásenla bien, chicas. – y con eso Juls arranco a toda prisa. Tuvimos que avanzar más de una calle antes de que me desplomara en el asiento.

– Gracias, cariño – dije con una sonrisa.

– Vaya bruja ¿eh? – negó con la cabeza – La detesto tanto como a tus estúpidas golosinas. – Señaló con la barbilla hacia el tablero del auto donde una bolsa de gomitas en forma de serpiente esperaba por mí. Solté un chillido mientras las tomaba a toda prisa y le bese la mejilla.

– Así que, ¿tu madre me invitó a comer? – entrecerré los ojos en su dirección y ella sonrió maliciosamente.

– Si, si mi casa es el bar a unas calles de la universidad – alzo las cejas un par de veces – El plato fuerte será el tequila.

Solté una carcajada mientras sacaba la cabeza por la ventanilla con los gritos de Juls en protesta atizándome los oídos, deje que el aire golpeara mi rostro y me dije que hoy sería un buen día.

...

Como prometió, después de clases Juls me llevó a ese pequeño bar a unas calles. Estábamos sentadas una frente a la otra mientras reíamos y bebíamos de nuestros tragos preparados. Comimos pizza y le ordené al mesero que retirara mi plato con las orillas intactas antes de que ese pinchazo de dolor llegara.

– Así que... que haremos para tu veinteavo cumpleaños? – pregunto mi amiga mientras se llevaba su vaso a los labios.

– Eso es en seis meses, Juls. Ni siquiera sé si siga aquí para entonces. Su rostro se iluminó y eso me disgustó– Jesús, mujer. Podrías disimular lo mucho que deseas tenerme lejos.

–Lo deseo muchísimo.

– Siempre podemos dejar de ser amigas – me hundí de hombros. – Tu auto y las golosinas es lo único que me amarran a ti.

Juls negó con la cabeza en notoria diversión.

– Sabes a lo que me refiero. – miro a su alrededor asegurándose de que nadie nos escuchara –¿entonces, darás batalla?

Asentí una sola vez con mi rostro inexpresivo.

– Nadie vendrá por mí y yo no pienso seguir así toda mi vida o hasta que la muerte de Susan nos separe. Dios no lo quiera me acusan también de su muerte.

Mi declaración la estremeció.

– No eres culpable de nada más que de tener un horrible gusto por las golosinas y ser terrible en álgebra. – me señaló enojada – Bien podemos decir que fui yo y compartimos celda.

Mi corazón se hinchó por mi amiga que estaba dispuesta a dar tofo por mí.

– Hablando en serio. ¿Has encontrado algo? – susurró escondiendo su boca detrás de su vaso.

Cualquiera que nos mirara pensaría que estamos escondiendo secretos al gobierno.

– No. Nada. Ni una sola pista.

Había rebuscado en cada rincón de esa casa cada vez que tenía la oportunidad en busca de su computadora o algún dispositivo que contuviera el video que me daría la libertad. No había nada y a estas alturas estaba segura que Susan lo había eliminado.

Me recargue en mi asiento con los brazos cruzados.

– Lo único que tengo es la esperanza de que Susan se rinda conmigo. Que vea que no necesita mi maldita compañía para ahogar la soledad que le proporcionaron sus demonios.

– Eso no va a pasar. Esa bruja es codependiente a ti.

Asentí con el estómago en un nudo. Mi plan estaba en marcha desde hace un mes, aunque Juls no lo sabía. Me iría de aquí. Huiría una vez más, aunque esta vez lo haría sola. Por eso es que no había dejado que me diera el dinero que mi padre depositaba y gastaba solo lo indispensable en mis almuerzos, aunque tuviera que vestir el mismo par de jeans y los tres tops desgastados de siempre. Lo había decidido. Ahorraría todo ese dinero hasta juntar lo suficiente para irme sin dejar rastro, donde no pudiera afectar a papá o a nadie más.

No tenía miedo a irme sola. Aun con Juls aquí, la soledad me había golpeado una vez que llegué. Mucha gente dice amar su soledad, pero eso es porque tienen a personas cerca que las sacan de ella cuando es necesario, aman la soledad que les propicia un lugar que les da paz o algún tipo de entretenimiento solitario. Esta soledad era más cruel, de esas que aun estando rodeada de gente te acuchillaba hasta dejarte en carne viva. De la que te hace difícil respirar y te hace pensar que tu vida no tiene sentido. Yo ya lo había perdido todo y eso me había dejado sin miedo a nada y con ganas de luchar por lo que fuera mejor que esto.

Dispuesta a que Susan no arruinaría uno de mis días buenos cambié el tema después de tomarme todo el contenido de mi vaso y pedir otra ronda.

– Así que... ¿El ultimo polvo con Peter fue un fracaso?

Julia escupió su bebida con el rostro contraído en puro asco.

– Te lo juro, Em, nunca nadie me había ahogado con una mamada ¡casi me vomito!

Solté una carcajada sonora que me llenó el corazón.

MANTENTE LEJOS DE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora