VUELVE A MI CAPÍTULO FINAL

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La garganta me ardía como si estuviera en carne viva después de hablar durante más de cuatro horas sin parar. Una vez que llegamos a la estación y me llevaron a un cuarto aislado con una mesa pequeña y dos sillas, una policía esbelta y amigable se sentó frente a mí. No llevaba esposas ni nada que dijera que me habían detenido como culpable, al contrario, me habían ofrecido un café asqueroso y un médico curó y vendó la herida en mi mano mientras la mujer frente a mí me preguntaban qué había pasado.

Dejé salir todo a caudales, di detalles de aquella noche como si la estuviera viviendo de nuevo, les hablé de todo lo sucedido en este último año y como había sido manipulada por mi propia madre. Cuando deje de hablar la policía sostuvo mi mano sana en un apretón que me tranquilizo en un ataque de pánico. Después de tomar nota de mi declaración salió de la habitación y una hora después cuando ya estaba amaneciendo, el rubio que me acompañó en el auto abrió la puerta con una sonrisa amistosa.

– ¿Qué tal el café? – preguntó apoyado en el marco de la puerta.

Hice una mueca de repulsión y luego le sonreí.

– Fantástico. Tal como lo esperaba.

Estalló en una carcajada antes de hacerse a un lado dejando el espacio libre de la puerta.

– Sal de aquí y no vuelvas. Ni siquiera por una taza de café ¿quieres?

En un brinco ya estaba de pie corriendo hacia la salida. Escuché su risa detrás de mi mientras corría por el pasillo por el que me habían llevado. Mis pies se anclaron al piso al llegar al recibidor y mi pecho dolió con la escena. Lleve mis manos al pecho para aligerar la emoción, aunque fue en vano. Mi corazón se detuvo y casi explotó al ver a mi padre frente a mí, llevaba un traje gris como si acabara de salir de trabajar, aunque su rostro cansado y los círculos negros debajo de sus ojos contaban otra historia. Cuando sus ojos conectaron con los míos se suavizaron y dejo de discutir con el oficial a cargo. Me derretí al ver su sonrisa y un chillido de dolor y felicidad salió por mi garganta. Me abalancé sobre de él hundiéndome en su pecho inhalé su aroma y hasta que sentí sus brazos rodearme caí en cuenta que esta era mi realidad. Él estaba ahí. Por fin.

– Se acabo, mi niña. – dijo con la voz entrecortada – Nos vamos a casa.

Mi cuerpo tembló sin despegarse del suyo. Abrí los ojos y entonces note a los chicos detrás de él. Will, Darren, Tonny, Clara y Juls sonreían con alivio y ojos llorosos. Damian tenía los brazos cruzados, su pecho subía y bajaba con la mandíbula tensa. Sus rasgos se suavizaron cuando me detallo y vio que estaba sana y salva, entonces me guiño un ojo y su sonrisa se hizo presente.

Estalle en una risa agridulce mientras seguía llorando en los brazos de mi padre donde me sentía más segura que nunca.

Al fin había terminado. Todo lo que luche y soporte tuvo sentido al sentir el aire más ligero a mi alrededor. Estaba libre al fin. Mi padre también lo estaba y mis amigos no tendrían que preocuparse nunca más por mí.

Me iba a casa.

FIN 

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