CAPITULO 31

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Keira



El dia de hoy había descubierto como manejar una daga, para que servia cada una y tambien el manejo de espadas, que a diferencia de las dagas, estas no tenian algun tipo en específico para cada ocasión, aun que si existia materiales que solo ciertos seres poderosos tenian la fortuna de usarlas. Y que tambien las espadas se heredaban de sus antepasados a sus nuevas generaciones, creando un lazo importante de fortaleza, poder y respeto. Era increíble el hecho de que sus antepasados se preocupaban por sus herederos y los herederos de sus herederos, creando asi una generación completa en la cual no solo dejan objetos de valor y completos de historia, si no tambien conocimiento clave en muchos momentos de dudas.



Me encontraba en mi habitación despues de una ducha que elimino la suciedad de mi cuerpo, estaba envuelta en una bata, mientras busco alguna pijama que usar, ya que las pijamas con las cuales había cargado se encontraban sucias, y debido a mi terquedad, habia dicho que yo misma las lavaria, no necesitaba ayuda de ninguna otra persona para poder hacerlo, pero ultimamente el tiempo se hace mas corto y apenas tengo tiempo para respirar, ni siquiera habia empezado la pintura de la habitación que me designo Eamon, estaba centrada en acomodar mis pensamientos antes de actuar en alguna otra cosa.



Finalmente decido por utilizar una pijama de las cuales los chicos habian dejado para mi desde mi primer dia de estancia aqui pero me había rehusado a utilizar, decidi tomar aquel vestido blanco de seda que finalizaba con una hilera de encaje, mi cabello caia sobre mis hombros hasta la espalda ondulandose en el transcurso, mi rostro ultimamente se encontraba palido, sin ninguna pizca de maquillaje, e aprendido que en estos momentos mi aspecto es lo menos importante.



Tal vez deberia seguir con aquella pintura, necesitaba ganar ese dinero, no quería solamente tener el dinero por compasión y no por trabajar duro, aun no tenia idea de que ilustraria, pero quedandome sentada en mi habitación no ayudaria mi creatividad.



Camino en dirección a la habitación que me habia mostrado Eamon, caminando por aquel pasillo alumbrado por los faroles que se encontraban en las paredes, docenas de puertas se encontraban a lo largo del pasillo pero solamente una estaba entre abierta, la ultima puerta del fondo, camino con cuidado de no hacer cualquier tipo de sonido hasta llegar frente a ella, mi curiosidad gana y mi cabeza se asoma por la abertura de la puerta indagando por el interior de la habitación, encontrandome con la espalda desnuda de Eamon, mientras sus alas negras se extendian mostrando aquellas heridas abiertas que sangraban con lentitud, su cabello negro estaba mojado mientras caian gotas de agua de algunos mechones de su cabello, tenia colocado solamente unos pantalones de algodón grises holgados y como era de costumbre, estaba descalzo.



Mi mente viaja al ataque de Drystan, y cuando este daño las alas de Eamon, logrando que cayera al suelo mientras se retorcia del dolor, a pesar de haber pasado tiempo, sus alas no habian sanado tan rapido como se acostumbraba a sanar cualquier otra parte de su cuerpo, pareciera incluso como si la herida fuera recien hecha.





-¿Te quedaras ahi observandome toda la noche o entraras? – la voz ronca de Eamon me toma por sorpresa, su rostro me miraba atraves del espejo con una profundidad en sus ojos.



-¿Tus alas no han sanado?- pregunto adentrandome a la habitación, ignorando mis nervios ante el descubrimiento de mi presencia.



Eamon niega con la cabeza siguiendo mis pasos con su mirada, yo me dedico a observar su habitación tan elegante y oscura al mismo tiempo, era digno de un rey, era del tamaño de mi departamento, simplemente era hermoso, pero no contaba con tanta decoraciónes, solamente lo necesario, mi mirada va nuevamente a esa espalda trabajada que se movia ante los movimientos de Eamon el cual se miraba al espejo mientras con una toalla seca su cabello, descubre mi mirada sobre el y solamente hace que se le suba el ego, lo adivino por aquella sonrisa que brilla en su rostro.



InmarcesibleWhere stories live. Discover now