12. Cuartos

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Sólo había pasado dos horas desde que Jihyo y Nayeon habían llegado, y la más alta ya se encontraba contando los billetes que entregaría a Sana por toda su comida de la semana que ahora estaba en el estómago de Jihyo.

—Bueno…— Nayeon depositaba con tristeza el dinero en la mano de la castaña, resignada a perder tal cantidad por culpa de la pelinegra — Es lo justo.

—Exacto — Sana contaba los billetes — Después de querer comerme, se atreve a ir a mi cocina con tal descaro y dejarlo vacío — ambas giraron a ver a las hermanas, quienes seguían en la cocina, acabando con lo poco que quedaba.

—¿Y si las llevamos al supermercado? — opinó Nayeon con una sonrisa.

—¡NO! — saltó de inmediato — Mejor no, será mejor que no lo hagamos — su amiga la vio extrañada — Créeme, sé lo que digo.

—Bueno, si tú lo dices — se relajó en el sillón — De todos modos estoy muy cansada para salir — estiró los brazos — No sabes lo difícil que es viajar con Jihyo.

—Y tú no sabes lo difícil que es vivir con Tzuyu.

Ambas suspiraron profundamente, asintiendo.

De pronto se enderezaron alarmadas al escuchar un fuerte ruido, como si fuera el sonido de una cascada.

—¡Jihyo rompió la cañería! ¡Sana! — Tzuyu salió corriendo.

—¡Solo quería tomar agua! — la seguía detrás.

Nayeon pudo ver con claridad como los ojitos de Sana se humedecieron.

—Mi casa — murmuró con tristeza.

Despues de cerrar la llave principal para que el agua no siga inundando la cocina, Nayeon se encontraba secando el piso con un simple trapo. Mientras Jihyo ordenaba lo que vendría siendo, su nueva habitación. Tzuyu la ayudaba e indicaba donde iba cada cosa, todo lo que había aprendido de Sana.

La castaña había ido al supermercado por si sola, no quería más problemas por parte de Tzuyu o Jihyo. Eran buenas chicas, pero un completo desastre, no quería ni imaginar lo que tendrá que aguantar ahora que se han juntado.

¿Todos de su especie serán así?

—Ya llegué — anunciaba Sana mientras cerraba la puerta tras ella. Escuchó unos pasos en el segundo piso y Tzuyu aparecía corriendo, bajando las escaleras. A los segundos Sana ya estaba en el piso con Tzuyu acurrucada en el cuello — Eres delgada — habló en un hilo de voz — ¿Por qué pesas tanto? — la castaña la quitó de encima de un empujón — Te dije que no me recibas así — se levantaba.

—Es que te extraño tanto cuando sales — la volvió a abrazar, cerrando los ojos — Y me alegra cuando llegas.

—Está bien — sonrió resignada — comprendo, pero ahora ayúdame con las bolsas, por favor.

Tzuyu asintió de inmediato y las iba recogiendo del suelo, Sana se quitó su abrigo y caminó a la cocina, dejando su prenda de paso en el sillón. Río

Cuando encontró a Nayeon cambiando parte del tubo donde se conectaba con el caño.

—¿Ahora eres plomera? — se cruzó de brazos.

—Aprendí muchas cosas en mi viaje — sonrió — Además que no quiero que me cobres por lo que hizo Jihyo — Tzuyu pasaba por su lado, comenzando a ordenar todo en su respectivo lugar — ¿Ya la entrenaste? — río por lo bien que se estaba comportando la rubia.

—Ah — le quitó importancia — Cada día rompe menos cosas — sonrió, admirando la tierna cara de duda que tenía Tzuyu al tratar de diferenciar una lima de un limón — Cariño, la mas grande es una lima — comentó. Quedando de inmediato sorprendida por sus propias palabras.

Una loba como mascota - SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora