32. Otro más

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El sol volvía a ocultarse, Nayeon seguía conduciendo ahora que Sana por fin dormía, por puesto, no se había separado de Tzuyu, yacía abrazada a ella como la rubia lo hacía desde un comienzo

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El sol volvía a ocultarse, Nayeon seguía conduciendo ahora que Sana por fin dormía, por puesto, no se había separado de Tzuyu, yacía abrazada a ella como la rubia lo hacía desde un comienzo.

Nayeon bostezaba del sueño, todos dormían profundamente, nadie se había dado cuenta de una pequeña patita que se estiraba para arrastrar el pedazo de pan que estaba en el suelo del auto.

Sus garras lo tomaron y lo llevó a él, sus mordidas se escuchaban apenas y su olor se había despistado por tener el pelaje lleno de grasa de motor, el gato se había quedado dormido dentro cuando Sana encendió el auto, ahora mismo odiaba a esa humana.

Volvió a asomarse cuando su olfato lo guío a algo más, un trozo de diminuto hueso estaba tirado. El gato bufó con enfado, estúpidos lobos, hasta los huesos se comían.

Pasaron unos días dónde nadie se dio cuenta de su presencia, solo aparecía cuando todos dormían y observaba extrañado por la ventana el largo viaje del auto.

—¡Despierten! — gritaba Nayeon, la comida estaba lista y nuevamente todos salían entre empujones.

Cada quien comía por su cuenta, las miradas entre Jihyo y Nayeon eran algo incómodas, no habían logrado hablar como querían y el pasar de los días, habían puesto en duda si aún seguían en una relación.

Jihyo no quería causarle más problemas, no sabía nada de esa vida y le costaba entender, era mejor mantener lejos los problemas que volver a hacer enfadar a Nayeon.

—Ahora vuelvo — avisó Tzuyu.

Se alejó algo lejos y se escondió detrás de unas rocas, necesitaba orinar. En eso iba cuando vió extrañada a un gato gordo oliendo el suelo y tapar sus propia orina.

Vió como se movía sigilosamente al auto y entraba de un salto por la ventana trasera que estaba rota. ¿Ese no era el molesto peludo que le había arañado la cara?

—Hey, Tzuyu — llamó Sana desde el comedor improvisado, pero la rubia no le hizo caso, se dirigió de frente al auto y se encerró en él.

Todos brincaron del susto ante el maullido y gruñidos humanos dentro del coche, este se sacudía por la pelea que había dentro, nuevamente el gato estaba ganando y no soltaba su nariz, aunque tampoco había salido intacto, Tzuyu le había dado en las bolas sin querer, sabía que era un golpe bajo.

—¡¿Qué pasa?! — Nayeon llegó corriendo, abrió la puerta y encontró al gato sobre Tzuyu, mordiendo su oreja y ella mordía su cola, ninguno se soltaba.

Ambos se quedaron en sus posiciones la verse atrapados en plena pelea.

—¡¿Qué hace ese gato aquí?! — Sana se puso de pie.

—¿Quién es? — preguntó Jimin.

Nayeon tomó al peludo amigo y este miró amenazante a Tzuyu, Sana no tardó en llegar al lado de la rubia y observar cómo se encontraba, sus mejillas estaban rasguñadas y sus cabello alborotado.

Una loba como mascota - SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora