22. Celos

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Después de un rápido viaje, Sana estacionaba su auto frente a un gran departamento donde sus compañeros planearon reunirse, era una zona tranquila y poco concurrida

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Después de un rápido viaje, Sana estacionaba su auto frente a un gran departamento donde sus compañeros planearon reunirse, era una zona tranquila y poco concurrida.

Tzuyu salió por la ventana del auto en su forma lobuna y sacudió su pelaje de cuerpo entero, ya se le estaba adormeciendo las patas.

—Bien — Sana se ponía a su altura — Te pido que te comportes, ¿Sí? — sujetó sus mejillas para que le prestara atención, Tzuyu se estaba distrayendo con una mariposa — Escúchame, allí dentro no puedes romper nada, ¿Entendido? No es mi casa, ¿Puedes hacer eso? — Tzuyu asintió —Bien, vamos — sonrió y caminó a la entrada, Tzuyu la seguía mientras movía su cola con felicidad.

—Buenas tardes — saludó el vigilante de la entrada, era uno nuevo así que no la conocía.

—Buenas tardes, vengo a ver a Park Chaeyoung, soy compañera de la universidad.

—Oh, claro — revisó en su computador, ya le habían informado sobre las visitas — Dígame su nombre, por favor. 

—Sana Minatozaki

Tzuyu estaba sentada y esperando, como una chica bien educada.

—Aquí está — observó su foto — Adelante, puede pasar — abrió la reja para que pasara, Sana agradeció con una sonrisa y estaba por entrar — Pero sin el perro — la detuvo.

—¿Qué? — giró a ver al vigilante — Pero es buena chica, no hacer nada.

—Lo siento, son las reglas, no se permiten animales.

Sana desvió su mirada a Tzuyu y ella la miraba con las orejas abajo, apegando a su lastima para que no la deje esperando en el auto.

—Está bien — Sana volvía a salir — ¡Ahora vuelvo! — avisó al vigilante mientras corría al auto con Tzuyu siguiéndola.

Cinco minutos después, el vigilante observaba extrañado a la castaña volver con una rubia muy sonriente.

—Hola — Tzuyu saludó con su mano.

—Es una amiga — Sana apuró a decir — Ya le di aviso a Park, puede verificarlo — sonreía nerviosa.

El vigilante volvió a su computador y verificó que era cierto, la castaña ya tenía permitido ingresar con una amiga.

—Está bien, pueden ingresar — abrió las rejas.

Sana ingresó y suspiró con alivio porque el mayor no le preguntó dónde había dejado al perro.

—Bien, esto no lo planeamos — pronunciaba Sana — Pero las reglas son las mismas, ¿Entendido?

—Sí — fue la simple respuesta, observaba todo con curiosidad.

—Seguro te harán un par de preguntas pero deja que yo responda por ti, ¿sí?

—Sí — asintió con una sonrisa — Sana — giró a verla.                                          
           
—Dime.

Una loba como mascota - SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora