Capitulo 5: "Papeles"

241 15 1
                                    

—¡Dong... dong! —el sonido de la enorme campana en la plaza central marcaba las 10:30 a. m.
Venía atravesando la plaza a las apuradas, tratando de llegar a tiempo a la oficina de inmigración, donde Lorenzo me esperaba para seguir con todo el trámite de los papeles.

El señor “yo me encargo” se había olvidado de la cédula de identidad de mi hijo. ¿Cómo pretendía hacerle los papeles sin su propia C.I.? Un genio el tipo.

Ya podía ver la puerta antigua de la oficina. Entré al viejo edificio, donde predominaban los colores blancos y amarillos. En la entrada, una recepcionista bastante simpática me saludó, y detrás de ella vi al menso de Lorenzo sentado en uno de los puestos, moviendo las piernas con nerviosismo y pegado al celular.

—Buen día —saludé a la chica de recepción—. Vengo con él —dije señalando a Lolo. La mujer asintió y me autorizó a pasar.

—¡Buen día! Sepan disculpar mi demora —dije al llegar al escritorio, mientras le entregaba los papeles faltantes a la abogada.

—Tome asiento, por favor —respondió, levantándose de su silla y yendo al fondo de la oficina, donde ya no pudimos verla más.

—¿Quién carajo se olvida de la mitad de los papeles? —susurré mientras le daba un codazo a Lolo—. ¡Te los di todos juntos, Lorenzo!

—En mi defensa... todavía estaba dormido —dijo, sonriendo con culpa.

Le iba a contestar, pero por el rabillo del ojo vi que la abogada volvía.

—Necesito la firma de ambos padres para autorizar al menor a viajar —sentenció, mirándonos a los dos.

—¿Dónde firmamos? —dijo Lorenzo, sin dejarme ni espacio para pensar.

La abogada lo miró, luego me miró a mí. Agarró los papeles y una lapicera, y nos los pasó.

—Firma y aclaración, acá, acá y acá. De ambos —señaló.

Lorenzo firmó al toque. Me pasó los papeles y, sin darme tiempo a arrepentirme, también los firmé y se los devolví.

—Pueden pasar por los pasaportes en la tarde. Buen día —dijo ella, levantándose de su silla, y nosotros también.

Caminamos hacia la salida en silencio. Al cruzar la puerta del edificio y llegar a la plaza principal, no aguanté más.

—Eso... eh —ni me salía la voz. ¡Habíamos falsificado una firma! Eso era ilegal. ¿En qué estaba pensando? Me di vuelta para volver a la oficina, pero sentí cómo Lolo me agarraba de la mano y me frenaba.

—Pará, pará —se paró frente a mí—. Ya está, Clari. Ya lo hice. No va a pasar nada. Tomalo como que tenía que pasar así —me dijo, mientras me abrazaba.

Apoyé la cabeza en su pecho. Podía escucharle el corazón latir fuerte. Estaba tan cagado como yo.

—Después, si se descubre, digo que te obligué —soltó una risa nerviosa.

...

Ya con la cafetería abierta, el almuerzo en camino y los clientes habituales disfrutando, me puse a dejar todo pedido y organizado para los días que iba a estar ausente.
El cocinero nuevo, Carlos, se encargaría de los almuerzos y las demás comidas, mientras que Kat se haría cargo del resto del café.

—Hum... entonces, ¿tenés todo listo? —preguntó Kathy mientras se sentaba en la barra. Su mirada era rara, se la notaba nerviosa.

—Sí, Kat. Todo listo —le tomé la mano—. ¿Pasa algo? —le pregunté, porque la conozco como si la hubiera parido.

—Sí... yo... —empezó, pero fue interrumpida por Lorenzo, que entró al café con una energía desbordante.

—¡Todos los papeles listos! —tiró dos pasaportes sobre la barra. Los agarré enseguida. Funcionó. Me habían dado los dos y sin ningún inconveniente.

—¿Y vos, Cucó? ¿Ya le dijiste? —dijo, mirando de reojo a Kat. Ella enseguida le pegó un sopapo en el hombro, que él se frotó con cara de dolor.

—¿Decirme qué? —pregunté, entre confundida y curiosa.

—¡Me voy con vos! —dijo Kat, levantando las manos al cielo.

—Sorpresa —agregó Lorenzo, medio entre risas.

La miré y salté por encima de la barra para abrazarla. Lo merecíamos. Teníamos que vivir esto juntas.

—Que no te hagas ilusiones, Clara —tiró Lorenzo, mirando feo a Kathy—. Que a esta se la lleva mi hermano. No sé qué le habrá hecho, pero el tipo está tarado con ella —revoleó los ojos.

La miré, y sonreí. Al final, todo el motivo de este viaje era ver a mi selección jugar en Miami... y yo ni sabía qué jugadores estaban citados. Al parecer, Facundo, el hermano de Lorenzo, era uno de ellos. Y mi amiga lo tenía comiendo de la mano.

—¡Hasta los huevos! —gritamos las dos a la vez.

—Bah —resopló Lorenzo, sentándose en la barra.

Nos reímos fuerte. Esa expresión la veníamos usando desde adolescentes. Cada vez que un tipo estaba realmente enganchado, la otra la soltaba. Era raro que coincidiera, pero esta vez pasó.

Y me alegraba por Kathy. Se merecía a alguien que moviera cielo y tierra por tenerla cerca en sus momentos importantes. Porque el amor es eso. Estar. En lo bueno y en lo malo.

...

20:30 p. m.

Bajé las cortinas, apagué las luces y aseguré todo.

—Nos vemos en unos días —dije, cerrando la puerta y yendo hacia el auto. Kat y Felipe me esperaban en casa. Ella iba a quedarse a dormir, porque mañana era el gran día.

...

Entré a casa y de la cocina salían voces cantando. Eran Kat y Felipe. Dejé las llaves sobre la mesita de entrada y los observé con una sonrisa.

—¡Mami! —Felipe salió corriendo hacia mí y lo alcé en brazos, llenándole la cara de besos.

—Ya tengo todo listo. Preparé pasta. Bueno, preparamos, ¿verdad? —Kat chocó los cinco con Felipe mientras nos sentábamos a cenar.

—Hablé con Facundo —me dijo, mirándome de reojo—. Nos vamos mañana a las 5:00 p. m. con el avión de las familias de los jugadores.

—Ujum... —tosí de la sorpresa—. ¿Y vos me lo tirás así nomás? ¿Ujum?

—Casi me hago la muerta, nene —saltaba por todos lados—. Casi me caigo de culo cuando me lo dijo. ¡A la cama, que mañana soy botinera! —gritó como una loca, mientras se iba al baño.

"El desastre que dejas" | Manu. UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora