El vuelo a casa se había hecho eterno, o quizás era solo mi percepción, ya que volver sola —bueno, solo con Felipe— había hecho que todo se sintiera más largo.Kathy se quedaría hasta que la Copa finalizara. Ella había intentado volver a casa conmigo, pero sabía perfectamente que lo que más quería era quedarse, así que luego de unas horas interminables de súplicas de parte mía, decidió quedarse.
Facundo había prometido cuidarla. Sé que no necesitaba quién la cuidara, ella se las arreglaba bien sola.
Manuel... ¿qué podía decir de él? Simplemente se despidió dejando el libro abierto. Prometió venir a vernos. Habíamos evitado tanto el momento de volver a la realidad, que ella nos alcanzó antes.
Tenía tantas cosas por resolver en casa, tantos problemas sin solución, que no quería arrastrarlo a esto.
Mi mamá nos recogería en el aeropuerto, en mi auto. Sabía que un interrogatorio me esperaba y además, ella extrañaba tanto a su nieto.
—¡¡ABUELA!! —La felicidad de volver a verla se notaba en cada molécula de su cuerpo.
Mi mamá, una mujer joven, de complexión mediana, bonita. Ojos café, pelo lacio, todo lo contrario a mí. Se agachó a su altura, levantándolo en brazos y llenándolo de besos, mientras él reía.—¿Me extrañaste, pequeño? —cuestiona ella mientras sonríe. Felipe asiente varias veces.
Me acerco a ella y beso su mejilla.
—Hola, mamá —sonrío fugazmente.
—Hola, Bichito —ambas comenzamos a caminar hacia la salida, yo con las valijas, ella con su nieto en brazos.
…
El camino desde Montevideo a San José fue rápido. Llegar a casa luego de tantas semanas era algo pacífico. Ya me había acostumbrado al calor de Miami; volver aquí, con tanto frío, era algo que no había extrañado.
Felipe se había marchado con mi mamá un rato. Según él, quería ir a ver a su tío y contarle a cuántos jugadores y amigos había hecho.
Yo, por otro lado, había tomado este pequeño tiempo para volver sola a mi lugar en el mundo: la cafetería.Al llegar, encendí las luces sin levantar las cortinas. Había extrañado tanto este lugar. Puse un poco de música suave y me preparé un café mientras intentaba conseguir algunas de las cosas para poder abrir mañana, porque mi proveedor de confianza —Lorenzo— todavía seguía en Miami.
—Brr... brrr —mi celular vibrando sobre la barra me sacó del trance.
Observé la pantalla y sonreí. Era Manuel.
Qué suerte que no podía verme.«𝘿𝙚 𝙈𝙖𝙣𝙪𝙚𝙡 ❤️: ¿𝙇𝙡𝙚𝙜𝙖𝙧𝙤𝙣 𝙗𝙞𝙚𝙣?»
«𝙎𝙞, 𝙜𝙧𝙖𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙥𝙤𝙧 𝙥𝙧𝙚𝙤𝙘𝙪𝙥𝙖𝙧𝙩𝙚»
Quizás había sido muy cortante. Llevé mis manos a la cara.
—Brrr... brr... —otro mensaje. Esta vez sí, parecía una tonta sonriéndole al celular.
«𝘿𝙚 𝙈𝙖𝙣𝙪𝙚𝙡 ❤️: 𝙋𝙧𝙤𝙣𝙩𝙤 𝙞𝙧𝙚 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙨𝙚 𝙘𝙖𝙛𝙚́ 𝙦𝙪𝙚 𝙢𝙚 𝙙𝙚𝙗𝙚𝙨 ;)»
Sonreí ante su uso de caritas, muy de 2010.
—Toc, toc —los dos golpes en la puerta de servicio me hicieron dar un brinco en el banco y, por error, solté el celular. Cayó al suelo. Lo levanté y lo dejé sobre la barra. ¿Quién podía ser ahora?
Caminé hacia la puerta y la abrí. Me encontré con el último ser en este mundo a quien quería ver ahora: Iván.
Me observaba serio, apretando la mandíbula con desprecio. Hacía tanto que no lo veía, pero nada había cambiado: seguía exactamente igual que la última vez que lo vi marcharse hace un año. Los mismos ojos miel, que hacían que cualquiera de sus mentiras sonaran creíbles. Moreno, esta vez con una ligera capa de barba que lo hacía parecer más hombre... pero no lo era. Porque un hombre que decide marcharse abandonando a su hijo no es un hombre.
La rabia se apoderó de mí y, sin pensarlo, simplemente le di un golpe en la maldita cara. Él soltó una risa burlona mientras entraba al café.
—Me lo merezco —se sacó el abrigo y se sentó en una de las mesas.
—No sé quién te dio el puto permiso para entrar acá —la bronca me ardía en la piel.
—Vengo a hablar. Sentate —señala con la cabeza la silla a su lado.
—Pero estás pendejo si pensás que me voy a sentar a hablar con vos —crucé los brazos—. Andate ya —ordené.
Él se inclinó sobre la mesa y me miró con burla.
—Creo que tenés más que perder vos que yo… —amenazó con un tono firme.
Sabía que este momento iba a llegar, pero nunca estuve preparada. Porque ¿cómo te preparás para el monstruo que vuelve cuando ya habías reconstruido algo de paz?
Solté un suspiro y me senté.
—Buena niña —intentó tocarme la cara, pero me aparté.
—¿Qué querés? —pregunté, ya harta.
—Ver a mi hijo.
Lo dijo como si fuera la cosa más normal del mundo, como si el año que pasó desaparecido no hubiera sido un infierno. Como si Felipe lo esperara.
Esta vez fui yo la que se rió, pero con rabia, mientras lo miraba.
—Lo siento, bonito, pero ese derecho lo perdiste hace como un puto año —golpeé la mesa, con desprecio.
—Bueno, es eso… o voy a la oficina de inmigración y hablamos de ese permiso que yo no firmé... —su rostro se endureció, la mirada se volvió oscura—. Como creí. Vengo a verlo mañana. A las cuatro.
Tomó su abrigo y se marchó.
No hice más que dejarme caer sobre la mesa y llorar.
¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Por qué volver de nuevo solo para destruir nuestras vidas otra vez? Eso es lo que hace el pasado: dañar y destruir el presente.

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"El desastre que dejas" | Manu. U
RomanceSinopsis Clara es madre, dueña de una pequeña cafetería en Uruguay y una experta en callarse lo que siente. Con el corazón siempre a flor de piel, aprendió a guardar antes que decir, a evitar el riesgo de ser malinterpretada. Pero hay sentimientos q...