Capítulo 13: "Amigos"

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Abrí la puerta, encontrándome con un Lorenzo recostado contra la pared del pasillo. Estaba despeinado, con la camisa abierta y un moretón en el labio.
—Hola, bonita —dice arrastrando las palabras. Intenta caminar hacia mí, pero tropieza y lo agarro.

—¿Cuánto tomaste, Lorenzo? —pregunto mientras lo hago sentarse en el pasillo y voy por el celular.

—Unas copitas —dice juntando los dedos para mostrar lo que supuestamente había tomado.

Marco el número de Kathy, porque sabía que Facundo estaba con ella, para que viniera a buscar a su hermano.

—No los llames... dejame... conmigo... —oigo que murmura sin entenderle la mitad de lo que dice.

—¿Qué pasó? —dice Kat del otro lado de la línea.

—Lorenzo. ¿Podés decirle a Facundo que venga a buscarlo...? —hago una pausa, interrumpida por Lolo:

—¡Cuco! ¡Cucon! —grita.

—¿Está borracho? —dice ella y corta.

—Dejame decirte —me señala con el dedo y me toca la punta de la nariz— que vos sos mucho para él —dice levantando ambas manos. Lo miro confundida.

El timbre del ascensor suena y ambos miramos hacia ahí.

—Mmm... —suelta una risa con los labios apretados—. Obvio que tenía que venir él —dice, mirando cómo Manuel y el pibe que lo separó en el partido contra Panamá se acercan.

Manuel traía solo unos short de tela azules, despeinado, los ojos medio hinchados. Se notaba que estaba durmiendo. Miro sus pies y tenía puestas unas chanclas negras con medias de Batman. Solté una risa nasal; entendió lo que miraba y me levantó una ceja.

Ambos llegan a nuestro lado, cada uno agarra a Lorenzo de un brazo para ayudarlo a levantarse.

—No me... toques —dice de mala gana, intentando sacar el brazo que Manuel le sostenía del cuello. Se tambalea y lo vuelve a apoyar.

Los tres caminan hacia el ascensor.
—Descansá, topadora —me dice Manuel, sonriendo por sobre el hombro.

—...de todas... porqué... el’... —escucho el reproche de Lorenzo ya desde el ascensor.

...

Pi... pí... pí... El despertador en la mesita de luz marcaba las 10:30 am. Me di vuelta en la cama y vi a mi hijo dormido. Tenía las mejillas coloradas y el rostro relajado. Sonreí viéndolo tan cómodo.

Me levanté, fui al baño, me lavé los dientes y la cara. Había intentado no darle demasiada importancia a lo de anoche con Lorenzo. Incluso la forma en que reaccionó con Manuel hizo que todo se sintiera raro.

Desperté a Felipe porque teníamos que ir a desayunar algo. Si fuera por él, dormiría todo el día.

—¿Listo, cielito? —le pregunto mientras termina de calzarse las sandalias y se pone el gorro. Salimos de la habitación rumbo al restaurante, donde veo a Kathy desayunando con Facundo.

—¡Tía Kat! —Felipe la abraza.

—Hola, peque —dice Facundo, y lo sienta en la silla vacía a su lado.

Fui al buffet a buscarle fruta y galletas para que desayune, y se las acerqué.

—Vos, hablá —sentencia Kathy, mirándome por encima de sus lentes de sol.

La miro, después a Facundo, que gira los ojos sabiendo que no quería hablar porque él estaba ahí.

—Donde te pongas de chismoso, ya vas a ver —lo amenaza ella, mientras él niega como gurisito.

—Te amo —dice mi amiga. La miro asombrada por la cantidad de cosas que me había perdido en solo dos días—. Mucho que contar —agrega, sonriendo.

Terminé contándole todo: desde la salida con Manuel, hasta cómo Lorenzo terminó en la puerta de mi habitación, borracho. Facundo y Kathy escucharon cada palabra, y los dos pegaron el grito en el cielo cuando conté lo del beso con Manuel.

—¿Ves? Alguien que no puede lidiar con sus emociones y se aparece borracho no está preparado para una relación —dice, refiriéndose a Lorenzo y todas las veces que había intentado algo más—. Y menos si hay un niño de por medio.

—Clara... —esta vez la mirada es de Facundo—. Es mi hermano, pero Kathy tiene razón.

—Siempre la tengo.

Mi amiga tenía razón, pero aunque me doliera mucho admitirlo, también estaba confirmando que alguien como Manuel tampoco era adecuado. Futbolista, estrella en ascenso, viajando todo el tiempo... no era alguien para meter en nuestras vidas.

Como si Kathy me leyera la mente:

—Nena —me dice—. Esto no significa que no puedas vivir esta aventura. Disfrutala acá. Y después, soltala —sonríe y me abraza—. Lo que está destinado a pasar siempre encuentra el camino.

...

El resto del día pasó tranquilo. Había decidido dedicarlo solo a mi bebé. Fuimos a la piscina y al sector de juegos para niños, esos que tienen colchonetas, peloteros y todo eso.

Con solo ver la carita de Felipe, me alcanzaba para saber que había sido un buen día.

Cerca de las 21:00 salimos del parque y fuimos al buffet a cenar los dos juntos.

Ya estábamos por irnos cuando vi que Lorenzo entraba al salón. Me miró y sonrió.

Se vino directo hacia nosotros. Tomó una silla y se sentó. Despeinó a Felipe mientras este terminaba de cenar.

—Perdón —me dice, los ojos tristes, jugando con las manos sobre la mesa—. No tendría que haber ido a tu cuarto. No sé qué estaba pensando...

Lo miro, sin decir nada, porque sinceramente tampoco sé qué pensaba él, sabiendo que mi hijo estaba ahí.

Aprieto los labios y lo observo.

—No sé qué pensabas, pero no era por mí —digo, mirando a Felipe—. Era por él...

—Lo sé... lo siento, Clari —dice, intentando agarrarme la mano—. ¿Amigos? —pregunta. No estoy tan segura de que entienda bien el significado de esa palabra.

Entrecierro los ojos.
—Amigos —afirmo, mientras lo miro.

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"El desastre que dejas" | Manu. UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora