Capitulo 17: " 𝘿𝙚𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙮 𝙙𝙚𝙡 𝙢𝙖𝙧 " parte dos

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El resto de la semana la pasamos en Miami. Después del día en el yate, estuvimos todos los días con Manuel: fuimos a ferias, parques y salimos a cenar todas las noches los tres juntos. Manuel iba a sus entrenamientos con la selección y Felipe y yo pasábamos el tiempo con Kat y Lorenzo, que seguía medio raro, pero yo ya había aprendido a manejarlo.

Estar con Manuel era como si el mundo se detuviera. Cada molécula del universo desaparecía y quedábamos solo nosotros. Incluso noté que eso también pasaba cuando estaba con mi hijo: desde el día en el yate, Felipe no se quiso despegar de él, y Manuel parecía disfrutar estar con él. Le salía natural.

Hoy es viernes, el día antes del partido Uruguay vs. USA, y a Manuel se le ocurrió la genial idea de ir a Universal, el parque de atracciones. Según él, era para despejarse un poco de las obligaciones. En este momento vamos camino para allá. Felipe va ansioso en el asiento de atrás, mientras Manuel maneja. Conversan sobre a qué atracción se podrían subir juntos. Veo cómo Manuel sube el volumen de la radio y empiezan a cantar la canción que está sonando. Sonreí al verlos. Tienen tanta afinidad y complicidad que cualquiera juraría que son familia.

Manuel me mira de reojo, sonríe y me guiña un ojo mientras apoya su mano en mi pierna, antes de volver la vista al camino.

...

El ruido de las atracciones, las risas y los gritos se sienten en todo el parque. Hay rostros llenos de alegría y adrenalina por todos lados.

Felipe camina unos pasos más adelante mientras come una paleta. Siento cómo Manuel entrelaza su mano con la mía.

—¿Todo bien? —su voz suena dulce, y no puedo evitar que una sonrisa se forme en mi cara.

—Sí... —asiento sin mirarlo. Las inseguridades volvían, y por más que había intentado dejar los sentimientos de lado, ya no me salía tan fácil.

—Mami, ¿podemos subir a ese? —señala un enorme tren fantasma.

—¿Vos no te asustás, no, monstruo? —Manuel le había puesto ese apodo, lo venía usando desde hace días, y a Felipe le encantaba.

—Soy un niño grande —responde, arrugando la nariz.

—¿Vamos? —pregunta, esperando mi aprobación. Dudo unos segundos y luego asiento.

Veo cómo Felipe le agarra la mano a Manuel y lo arrastra hacia el tren. Los sigo mientras nos acomodamos en la fila.

Tres segundos después estamos en un vagón viejo, dentro de una sala oscura. Escucho los gritos de Felipe, que está sentado en el medio. Noto cómo me agarra la mano y la aprieta cada vez que aparece alguna momia, zombi o monstruo desde los rincones.

La velocidad del tren empieza a bajar, las luces se tornan rojas y el frío invade la sala. El tren toma una curva larga y, de la nada, cae una araña enorme, de unos cincuenta centímetros, justo encima nuestro.

—¡AAAHH... la puta madre! —Vi cómo Manuel pegaba un salto en el asiento y movía las manos para todos lados, tratando de sacarse el adorno de encima. Su cara de susto hizo que Felipe y yo no pudiéramos parar de reírnos.

Nos mira, achicando los ojos y apretando los labios.

—No es gracioso —dice, con las mejillas sonrojadas y los brazos cruzados sobre el pecho.

—En realidad, sí lo fue —me agarro el estómago del dolor de tanto reír.

—Dijiste mala palabra —lo reta Felipe, frunciendo el ceño y señalándolo con el dedito.

—Perdón, monstruo, de verdad me asusté —se disculpa justo cuando el tren llega al final del recorrido.

Bajamos del tren. Estiro la mano para levantar a Felipe, pero él niega con la cabeza.

—Él, mami —dice, estirando los bracitos hacia Manuel para que lo cargue. Lo miré sorprendida mientras veía cómo Manuel lo levantaba y lo sentaba en sus hombros.

La caída va a ser grande. El vacío enorme. Y va a dejar mucho desastre cuando se marche.

—¿Qué querés hacer ahora? —me pregunta mientras camina con Felipe sobre los hombros. El nene se pone los dedos en el mentón, como si estuviera pensando.

—Comel algo —grita, frotándose la panza.

—Comer algo será entonces —Manuel me extiende la mano para que lo siga. La tomo, y simplemente lo dejo guiar el camino.

...

Ya estábamos de vuelta en la habitación. Habíamos regresado porque Manuel tenía entrenamiento con la selección.

Felipe estaba en el baño, jugando con el agua, porque hacía un calor tremendo.

Brrr... Brrr... Siento que vibra el celular.

Lo agarro. Era un mensaje de Kat.

De Kat🐈: Boluda, mirá esto YA.

Debajo había un like de Instagram.

Tocá el enlace y me llevó a una publicación de Manuel. Era un carrusel del día del yate. Deslicé y en la segunda foto aparecíamos los tres. Esa que nos había sacado Franco. Una sensación tibia me recorrió el cuerpo.

En la descripción decía: "Del amor y del mar."

"El desastre que dejas" | Manu. UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora