Tomé a Felipe en brazos y bajé las gradas hacia el campo. Debía esperar a Manuel, quien iba a ducharse y demás. Kathy estaba conmigo; también esperaría a Facundo. Ambas nos sentamos sobre el pasto del estadio mientras Felipe corría por toda la cancha.Tomé mi celular y le saqué una foto. Se veía tan contento y con tanta energía.
—Él está tan feliz —la mirada de Kat brilla mientras observa a Felipe.
—Tanto que asusta —mi voz sale apenas en un susurro. Kathy me observa mientras pasa su brazo por sobre mis hombros.
—¿No le has dicho que se van el lunes, verdad? —cuestiona y afirma a la vez. Niego, mientras encojo mi cabeza en su hombro.
—Ni siquiera Felipe sabe —suspiro frustrada. Se supone que no habría sentimientos de por medio.
Veo cómo Kat abre la boca para decir algo, pero es interrumpida por Facundo y Manuel que llegan donde nosotras.
—¿Lista? —Facundo extiende su mano para ayudarla a levantarse. Kat la toma y se para.
—Hablamos luego —Kat lanza un beso hacia mí—. Adiós, bombón —grita hacia Felipe, quien le devuelve el saludo.
Veo cómo Manuel camina hacia el banco suplente y toma una pelota de fútbol que hay allí. Se va hacia la cancha donde está Felipe.
Veo cómo le dice algo, a lo que Feli asiente y caminan juntos hacia la portería. Manuel fue hacia esta y Felipe se preparó para patear.
Me quedé sentada en el pasto, mientras los veía jugar. Felipe pateó la pelota, para Manuel era evidente que iba hacia la derecha, él se tiró hacia el lado contrario, haciendo que la pelota entrara en el arco.
—¡Goooool! —el grito hizo eco en el estadio vacío—. ¡Viste, mami! —sonríe mientras levanta sus pequeños bracitos.
Ahora cambiaron de posición. Felipe se paró en el enorme arco, quedando tan diminuto, y Manuel es quien patea ahora. Lo hace suavemente para evitar golpearlo. Veo cómo Felipe se tira tocando la pelota, pero aún así esta entra.
—¡Jaaa! ¡Gool! —saca su lengua mientras pone sus manos en sus orejas, haciendo muecas.
—¡Tramposo! —suelta enojado Felipe, haciendo que Manuel ría.
—¿Por qué? —cuestiona curioso Manuel.
—Porque estás gigante y yo pequeño —estira sus brazos y luego los cierra señalando su tamaño.
Me paro y me acerco hacia ellos. Manuel voltea a verme y me regala una media sonrisa.
—Bueno, entonces que tu mamá patee —camina hacia la portería—. Si ella lo hace, ganas tú, y si lo atajo, gano yo —explica mientras se para junto a la línea de la portería.
Veo cómo Felipe asiente varias veces y se para a mi lado. Manuel me lanza la pelota y me observa, levantando su ceja mientras una sonrisa burlona aparece en su rostro. Sé que está desafiándome. Coloco la pelota en el punto penal y me alejo unos pasos. Pateo la pelota con toda mi fuerza y, para mi suerte, él se tira hacia la izquierda y la pelota entra por el otro lado.
—¡Síii, mami! —el grito suena por todo el estadio. Felipe corre y me abraza—. ¡Perdedooor! —veo cómo le saca la lengua.
Manuel se levanta y camina a paso ligero hacia nosotros. Ambos corremos en dirección contraria, pero evidentemente él es más rápido y no le cuesta mucho alcanzarnos. Se para delante de nosotros y siento como me carga sobre su hombro mientras levanta a Felipe con su otro brazo libre.
Las carcajadas de Felipe se hacen presentes, perdiéndose en el enorme lugar.
—¡Perdedooor! —vuelve a repetir entre carcajadas.
Mi estómago empieza a doler de tanto reír. Luego de unos segundos, Manuel me baja. Su mirada se encuentra con la mía, sus ojos brillaban, como seguramente lo hacían los míos. Se acercó a mí y juntó nuestros labios en un beso tierno...
—¡Guácala! —sale de la boca de Felipe, quien aún estaba en brazos de Manuel.
Manuel apoya su frente con la mía y ambos reímos por el comentario del niño.
—Tac... —el ruido de las luces de las gradas apagándose hizo que saliéramos de la pequeña burbuja que teníamos los tres.
—Vamos —toma mi mano y comienza a andar con Feli en sus brazos.
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La luz del sol entrando por la ventana hizo que me despertara. Miré a mi lado, encontrándome con mi hijo aún dormido.
Para mi sorpresa, Manuel no estaba allí. Ayer, cuando dijo que se quedaría con nosotros, era literal. Habíamos salido del estadio y vuelto al hotel. Pedimos servicio al cuarto y comimos juntos. Incluso tenía un bolso preparado en su auto con un ridículo pijama de superhéroes y su cepillo de dientes, como si tuviera todo planeado.
En la habitación había dos camas, una de dos plazas y otra a un metro de distancia de una plaza, que Felipe le había hecho pegar para que no estuviera lejos.
Fui al baño a lavar mi cara y dientes.
—Brrr... Brrr... —el sonido de mi celular sobre la mesa de noche.
Era un mensaje de Manuel.
«𝙈𝙖𝙣𝙪𝙚𝙡❤️: 𝘼𝙗𝙧𝙚, 𝙣𝙤 𝙩𝙧𝙖𝙞𝙜𝙤 𝙢𝙖𝙣𝙤𝙨 𝙡𝙞𝙗𝙧𝙚𝙨»
Miré extrañada hacia la puerta y la abrí. Estaba parado del otro lado de la puerta con un montón de bolsas de papel.
—No sabía qué les gusta desayunar, así que traje todo —sonríe de lado y levanta sus manos mostrando todas las bolsas.
Entra en la habitación mientras ve que Felipe aún sigue durmiendo. Pone todo sobre una pequeña mesa y se sienta en el sillón mientras saca dos vasos de café de una de las bolsas.
—Ten —extiende uno de los vasos hacia mí. Lo tomo mientras me siento a su lado.
Su mirada se mantiene sobre la mía, poniendo cada parte de mi cuerpo nervioso. Aparto la mirada hacia un punto vacío.
—Nos vamos el lunes —digo al fin. Veo cómo deja el vaso sobre la mesa, su rostro queda serio, rasca su nuca y su pierna comienza a moverse.
—Quédate —suena casi como una súplica—. Es decir, quédense, soy un mejor yo cuando estoy cerca de ustedes. —Sus palabras suenan por toda la habitación. Mi mirada va hacia él, quien se apoya sobre la mesa y toma mi mano—. Y no sé si quiero dejar de ser este nuevo Manuel. Quédense —hace una pausa y suelta un suspiro—. Por favor.

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"El desastre que dejas" | Manu. U
RomanceSinopsis Clara es madre, dueña de una pequeña cafetería en Uruguay y una experta en callarse lo que siente. Con el corazón siempre a flor de piel, aprendió a guardar antes que decir, a evitar el riesgo de ser malinterpretada. Pero hay sentimientos q...