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La habitación de Isabel estaba en un silencio profundo, solo interrumpido por el eco de sus pasos que resonaban con fuerza. Mayte y Fernanda permanecían sentadas, cada una absorta en sus propios pensamientos, la tensión palpable en el aire. Isabel, con el ceño fruncido y una expresión de frustración, rompió el tenso silencio que las envolvía.
"¿Por qué les mandaron una nota a ustedes y a mí no?", preguntó, su voz cargada de preocupación y una leve sombra de enfado. La incertidumbre y la inquietud la estaban devorando por dentro.
Fernanda se encogió de hombros. "Tal vez pronto te manden una también. Tienes que estar preparada por si eso pasa, bueno, tenemos que estar preparadas".
Isabel soltó un suspiro largo y profundo, tratando de controlar la oleada de emociones que la inundaban.
"No puedo quedarme todo el día pensando en eso. Tengo que ir a la firma", declaró con determinación, queriendo distraerse con su trabajo.
Mayte, levantándose cuidadosamente de la cama, se acercó a su hermana con una expresión mas suavizada.
"Sí, tenemos que irnos", dijo mientras le daba un beso en la mejilla, intentando transmitirle algo de tranquilidad.
Fernanda hizo lo mismo, despidiéndose con un abrazo rápido. Ambas salieron de la habitación, dejando a Isabel sola con sus pensamientos tumultuosos. Se dirigió al baño, donde comenzó a desvestirse lentamente, dejando que el agua caliente de la ducha corriera por su piel, intentando despejar su mente. Cerró los ojos y se quedó bajo el chorro de agua durante un buen rato, sintiendo cómo el calor la envolvía y aliviaba un poco su tensión.
Finalmente, salió de la ducha, se secó con cuidado y se vistió con su atuendo habitual de elegancia impecable. Bajó a la cocina, aunque no tenía mucho apetito, y se preparó un café rápido. Lo bebió sin mucho entusiasmo antes de dirigirse a la firma.
Llegó a su oficina y se sentó en el escritorio, intentando concentrarse en los documentos frente a ella. Pero las horas pasaban con una lentitud exasperante, y la desesperación comenzaba a hacerse palpable en su cuerpo y mente. Mayte y Fernanda también estaban atrapadas en sus propios pensamientos, luchando por mantener la calma y la concentración.
Isabel estaba tan absorta en sus pensamientos que no escuchó la primera llamada de su secretaria. Fue solo cuando el teléfono sonó por tercera vez que finalmente reaccionó y contestó rápidamente, intentando sonar más tranquila de lo que se sentía.
"¿Sí?", dijo, tratando de ocultar la inquietud en su voz.
"Señora Isabel, Alejandro Salazar la está buscando", dijo la secretaria al otro lado de la línea, su tono profesional y calmado.
Isabel frunció el ceño, tratando de recordar quién era. "¿Quién? No conozco a nadie con ese nombre", respondió con un toque de impaciencia.
"El señor dice que se conocieron anoche, en la celebración de la firma", explicó la secretaria, tratando de aclarar la situación.
"Ah, sí, sí. Ya me acuerdo", dijo Isabel, suspirando profundamente. "Dígale que pase".
Colgó el teléfono y se levantó para servirse un trago, intentando calmar sus nervios. Apenas había terminado de verter el licor en el vaso cuando escuchó un golpe en la puerta.
"Adelante", dijo, tomando un sorbo mientras se volvía hacia la entrada.
Alejandro entró en la oficina, sus ojos recorriendo el espacio mientras una sonrisa ligera se dibujaba en sus labios.
"Hola, hermosa", saludó en un tono coqueto y amable, sus ojos brillando con un interés evidente.
"Hola, Alejandro. ¿Quieres tomar algo?", preguntó Isabel, devolviendo la sonrisa aunque con cierta reserva.
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La caja de Pandora
FanfictionEn una noche de celebración, el oscuro pasado de Mayte, Isabel y Fernanda vuelve a surgir cuando reciben una misteriosa nota. Años atrás, un oscuro incidente en una cabaña lejana las marcó para siempre. Ahora, deberán enfrentar los fantasmas del pas...