• Reconciliación (+18)

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Actualidad

Fernanda estaba en su oficina, organizando unos papeles en su escritorio mientras revisaba mentalmente algunos detalles del caso que estaba llevando. No podía dejar de pensar en Mayte y en la discusión que habían tenido esa tarde. No quería seguir peleada con ella, mucho menos por algo que sucedió hace tantos años. Suspiró profundamente, recogió algunas cosas, tomó su bolso y salió de su oficina, dirigiéndose hacia la de Mayte.

Al llegar, notó que la oficina de Mayte estaba vacía, las luces apagadas y la puerta cerrada. Suspiró de nuevo, esta vez con más fuerza, y salió del edificio. Condujo hacia su casa en silencio. Al llegar, vio el auto de Mayte guardado en el garaje. Una ola de alivio la recorrió, pero también de inquietud.

Entró en la casa y, al hacerlo, la encontró tal y como la habían dejado: en silencio y a oscuras, salvo por la tenue luz que venía de la sala. Se dirigió hacia allí y vio a Mayte sentada en el sofá, con una copa de vino en la mano y una botella que estaba por menos de la mitad. Fernanda se acercó lentamente, lanzando su bolso hacia un sillón cercano.

—¿Por qué estás tomando así? —le preguntó, quitándole la copa de las manos y dejándola en la mesita de enfrente junto con la botella.

Mayte levantó la vista, sus ojos vidriosos por el alcohol, y una expresión de dolor en su rostro.

—Devuélveme la copa, María Fernanda. Estoy tomando así porque quiero.

Fernanda pudo notar de inmediato que Mayte estaba borracha. Su corazón se encogió al verla así.

—No puedes tomar de esta manera, Mayte. Esta no es una solución a nada —le dijo, sentándose a su lado y tomando sus manos con cariño —Entiendo que quieras olvidarte de todo, pero no quiero verte así. Está bien tomar un par de copas, pero no media botella.

Mayte rió suavemente, aun triste y apagada. Se acercó a Fernanda y le dio varios besos cortos en los labios, haciendo que esta sintiera el sabor amargo y dulce del vino.

—Perdóname por ser tan complicada, mi amor. Lo último que quería era discutir contigo —murmuró, rozando sus labios con los de Fernanda.

Fernanda le sonrió, acariciándole el rostro con ternura.

—No te preocupes por eso, mi vida. Yo te amo con todo y lo complicada que eres.

Mayte se acercó más y la besó intensamente. Fernanda correspondió, sintiendo cómo la tensión del día se desvanecía en ese beso. El beso se intensificó, y Fernanda sintió el deseo arder en su interior. Sus manos se movieron por el cuerpo de Mayte, acariciando su espalda y atrayéndola más hacia sí. Mayte gimió suavemente, respondiendo con igual pasión.

Fernanda se apartó ligeramente, mirándola a los ojos, respirando con dificultad. Sin decir nada, tomó la mano de Mayte y la condujo hacia su habitación. Mayte soltó una risa ligera, disfrutando de la desesperación de su esposa. El sonido de sus risas llenaba el pasillo mientras corrían, creando una burbuja de intimidad y diversión que se fortalecía con cada paso apresurado.

Al llegar a la puerta de la habitación, Fernanda la abrió de un empujón y sin perder tiempo, comenzó a desabotonar la camisa de Mayte con manos temblorosas por la prisa. Los botones cedieron rápidamente, revelando la piel suave y cálida de Mayte. Fernanda deslizó la prenda por los hombros de Mayte y la dejó caer al suelo. Luego, con la misma urgencia, comenzó a quitarse su propio saco, el cual arrojó sobre una silla cercana. Su vestido siguió rápidamente, deslizando la cremallera y dejándolo caer a sus pies. Los tacones fueron los último en desaparecer, quedando en ropa interior.

Mayte, viendo la prisa y el deseo en los ojos de Fernanda, mordió su labio inferior, sintiendo una oleada de deseo que le recorrió el cuerpo. Con un movimiento ágil, terminó de quitarse las prendas que le faltaban. Ambas mujeres se miraron un segundo, sus respiraciones eran entrecortadas y sus ojos brillaban con anticipación.

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